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Memoria inglesa en Canarias

Desde Francis Drake hasta el ´brexit´, las relaciones entre británicos y canarios se estrecharon gracias a la actividad comercial y el desarrollo del Puerto de La Luz

La creación del Puerto de La Luz, a mediados del siglo XIX se tradujo en el asentamiento en la ciudad de numerosos empresarios ingleses. Entre los nombres más reseñables figuran los de Tomás Miller, artífice de la compañía Miller; y el de Alfredo L. Jones, que estableció en la ciudad una sucursal de la Elder Dempster

Reino Unido ha decidido abandonar la Unión Europea, pero jamás podrá salir de Canarias. Hace demasiados siglos que los isleños empezaron a trenzar su historia a la de los británicos que llegaron por primera vez a las afortunadas con aires de conquista. La ubicación del Archipiélago ha ejercido siempre para otras naciones un efecto imán del que tampoco pudo escapar Gran Bretaña. Pero ni su afamado pirata Francis Drake (siglo XVI), ni el contralmirante Horacio Nelson (siglo XVIII) lograron penetrar en el corazón insular que, finalmente, terminó siendo conquistado por el comercio hace ya más de dos centurias. Esos comienzos, a día de hoy, todavía tienen efectos latentes en la economía, la cultura y la sociedad canaria.

La relación comercial empezó por el paladar. En el siglo XVIII la caña de azúcar había quedado relegada en un segundo plano en el Archipiélago, donde el cultivo de vides alcanzó en este periodo su máxima extensión. Muy pronto los caldos canarios, sobre todo los de malvasía, se volvieron muy afamados entre los ingleses, lo que provocó que las relaciones entre comerciantes de aquí y allá se estrechasen notoriamente. Pero el auge vitícola apenas duraría unos años.

Tras su entrada desde México a Canarias, en 1820, la cochinilla fue la gran sustituta en las exportaciones a partir de 1845. Sin embargo, no tardó en correr la misma suerte que el vino, dejando paso al envío de tomates y plátanos, papas y cebollas debido a la depresión agrícola que atravesaba Gran Bretaña entre 1870 y 1880. Esto llevó a los ingleses a aprovechar la presencia de las casa comerciales que había en las Islas. Entre ellas se encontraban Hamilton and Co., o la naviera British and Africam Steam Navigation Company de Alexander Elder y John Dempster. Y es que la creación del Puerto de La Luz a mediados del siglo XIX provocó la llegada y el posterior asentamiento de empresarios en Las Palmas de Gran Canaria como Alfredo L. Jones, que fundó en el muelle la estación carbonera The Grand Canary Coaling, o Tomás Miller, que pasó por el negocio textil, el agrícola y, finalmente, el portuario.

De este modo, la primera colonia inglesa comenzó a formar parte de la vida de la ciudad, hasta tal punto que el fallecimiento de una de sus integrantes se tradujo en la construcción en 1834 del cementerio inglés, al no poder ser enterrada en el camposanto de Vegueta por ser protestante. En Altavista se creó en 1891 el primer club de golf de España. Si bien el ámbito social se potenció con la creación en 1908 del Club Inglés o Británico (en cuya parte inferior está el restaurante Churchill) que halló su sede definitiva cuatro años más tarde en Ciudad Jardín y que los entonces duques de York y más tarde reyes de Inglaterra, George VI y Elizabeth, visitaron en 1927.

Sus majestades no fueron las únicas personalidades importantes que pasaron por la capital grancanaria, que se convirtió en uno de los destinos elegidos para hacer turismo por los ingleses, que solían hospedarse en hoteles pensados para ellos como el Santa Catalina, Lentiscal, Los Frailes, Quiney y Metropol. Este último es el que, precisamente, eligió también en 1927 la escritora Agatha Christie para quedarse en la Isla. Su estancia fue de los más fructífera, hasta el punto que ambientó en Agaete uno de los relatos que componen su obra literaria Miss Marple y los trece problemas. Años más tarde, en 1959, invitado por el magnate griego Aristóteles Onassis a viajar en su yate, el mismísimo Wiston Churchill, que en aquel entonces todavía era miembro de la Cámara de los Comunes, estuvo por primera vez en Gran Canaria. Si bien el nombre de la Isla había no era conocido para que fue Primer Ministro británico en dos ocasiones, en cuyos planes bélicos estaba la idea de invadirla a través de Gando y el Puerto de La Luz.

Así surgió durante la II Guerra Mundial (1939- 1945) la Operación Pilgrim, motivada por el temor de los ingleses a perder Gibraltar a manos de Hitler. Los ingleses tenían pensado atacar el Archipiélago en caso de que España participase en la contienda junto a italianos y alemanes. Las consecuencias que tuvo este plan en la ciudad todavía se pueden apreciar en ella. En tan solo un año, 1942, se construyeron en Las Palmas de Gran Canaria un conjunto de búnkeres repartidos por El Confital, Las Mesas de San Juan, Cuatro Cañones o San Nicolás con el fin de defender la ciudad ante cualquier intento de ofensiva o invasión.

En materia defensiva, los canarios ya contaban con una larga experiencia, ya que no era la primera vez que la posición estratégica de Canarias se había antojado a los ingleses. Esto vuelve a remontar la historia a los inicios, siglos atrás, cuando el pirata británico Francis Drake arribó en 1595 a Las Palmas de Gran Canaria con la idea de apropiarse de ella. Un intento fallido de ocupación que se repitió en 1797 en Tenerife, donde el contralmirante Horacio Nelson perdió un brazo y también fue derrotado.

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