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Análisis Canarias rota

Siete ciegos y un elefante

Las Islas entran periódicamente en guerras tribales por el reparto de lo que es de todos

Siete ciegos y un elefante

Siempre recordaré que en mi primer libro de inglés, cuando tenía diez años, se narraba una fábula hindú, un tanto inquietante, que tardé un tiempo en entender. Contaba que siete ciegos recorrían, apoyados en sus bastones, un camino seco y pedregoso de la India. Oyeron, de pronto, el ruido sordo de algo que se acercaba. No eran personas, ni era el viento. Era algo extraño, pero no sabían qué. Llevados por la curiosidad, los ciegos intentaron saber de qué se trataba y la única forma de conseguirlo era acercarse y tocarlo. El más atrevido fue el primero en gritar: "¡Cuidado es una serpiente!". Otro le replicó: "Es algo afilado, yo creo que es una espada". "Se equivocan", se oyó más allá, "es duro como un muro, debe ser una casa"? ¡Una serpiente!, ¡una espada!, ¡un muro!, ¡una cuerda!.., gritaban todos a la vez. Y mientras más gritaban, más se irritaban e insultaban, incapaces de entender que todos estaban tocando la misma cosa: un elefante, que desde lo alto los miraba con asombro.

Los ciegos se confundían porque tocaban el elefante por sitios distintos: uno por la trompa; otro por el colmillo; otro por el lomo; y varios se habían agarrado al rabo. Por supuesto, los ciegos no distinguían las partes del todo y no sabían algo que hemos aprendido después: que el todo es mucho más que la suma de las partes. Pero lo realmente inquietante de esta historia es que el cuento tiene un final trágico. La discusión lleva a veces a la irritación y después a la indignación: ¡cómo pueden negar algo tan evidente, pues lo estoy tocando! La negación de lo evidente también produce enfrentamiento y violencia. Por eso la terrible historia acaba con los siete ciegos en lucha despiadada, matándose a bastonazos. Convencidos absolutamente de su verdad y del error de los demás.

Tengo que reconocer que llegué a comprender todo el fondo de la historia cuando muchos años después asistí desconcertado a una nueva lucha despiadada de otros siete ciegos. En este caso, siete islas que entran periódicamente en guerras tribales por el reparto de lo que es de todos.

Siete ciegos

En realidad el cuento no acaba de empezar. Dio comienzo hace cinco años cuando el Partido Popular formó gobierno después de ganar las elecciones generales por mayoría absoluta. Inmediatamente empezó con los recortes. Sin miramientos había que reducir el gasto público, las inversiones públicas y, de manera especial, la financiación de dos servicios esenciales: la Educación y la Sanidad. Todas las comunidades autónomas sufrieron esta política de recortes. Pero de forma más acentuada las comunidades en las que no gobernaba el PP. Dentro de "las malditas", la peor tratada fue Canarias. Y por mucho que el Gobierno autonómico protestara, y a ratos pataleara, el Gobierno central no se conmovió. Siguió adelante con la política de "cortar por lo sano", por muy injusto que sea cortar lo sano. Y aunque el Régimen Económico y Fiscal de Canarias garantiza que el Estado está obligado a invertir en las Islas al menos la media de la inversión del Estado, el Gobierno del PP no hizo el más mínimo caso. También es verdad que la reacción de la sociedad canaria fue débil, solo se oía, esporádicamente, la protesta en tono subido de un Gobierno canario que contaba con poco apoyo social.

Y, paradójicamente, el Gobierno central salió fortalecido. A partir de ahí, continuó con los recortes: la anualidad del convenio de carreteras pasó de 250 millones de euros a 70-90 millones. Infraestructuras hidráulicas y costa, a menos de la mitad. Infraestructuras turísticas, simplemente desapareció. Mientras, el Estado se gastaba los fondos europeos de todas las regiones, incluyendo la nuestra, en hacer la red de trenes de alta velocidad, AVES, más larga y cara del mundo, después de China. Hasta el punto que la semana pasada la Comisión Europea publicó un informe en el que denuncia que el AVE español es el más infrautilizado y deficitario de Europa. Por tanto, muchos AVES innecesarios allí, mientras aquí nos quedamos sin el anillo insular de Tenerife, la carretera a La Aldea, el eje insular de Fuerteventura y sin muchas otras infraestructuras esenciales.

Desapareció también el Plan de Empleo y Formación. Y lo más desastroso, la Educación y la Sanidad canarias recibieron un recorte conjunto anual de 700 millones. El cálculo está hecho sobre la base de lo que deberían recibir los ciudadanos canarios en relación con la cantidad que reciben anualmente los ciudadanos que viven en la Península. El resultado está a la vista: cuatro años de bajísima inversión pública y dramático crecimiento del paro y la pobreza. Hasta alcanzar los indicadores más altos de la Unión Europea. Mientras la Sanidad canaria se deteriora a niveles muy preocupantes, el sistema educativo canario ofrece resultados catastróficos, como acaba de confirmar el informe PISA. Canarias toca fondo, estamos en el pelotón de cola de casi todo y solo se salva el turismo.

Es decir, siete ciegos caminan a duras penas por un camino seco, polvoriento y pedregoso. Y como dice el poeta: "Somos siete islas sedientas", que se disputan desesperadamente la poca agua que cae. O también podríamos decir siete mendigos hambrientos que esperan en la trasera del caserón a que se repartan las sobras del banquete. Por eso cuando llegan los 160 millones anuales, que son la devolución de una retención injusta y caprichosa que hizo el Estado hace más de diez años, todas las Islas han saltado como fieras a disputarse la miseria.

El presidente del Cabildo de Tenerife fue el primero en gritar. No lo hizo contra Madrid, como correspondía, sino contra su propio gobierno. Cuando se le reprocha contesta: "¿Sabe usted cómo están mis carreteras y los atascos que sufren los tinerfeños?". Tiene razón, tanta razón como afilado es el colmillo del elefante. El consejero de Sanidad, desesperado, exige más dinero para poder mantener en un nivel de dignidad el Servicio Canario de Salud. La consejera de Educación es la que menos protesta, pero la que más razón tendría si lo hiciera. No podía faltar el presidente del Cabildo de Gran Canaria, que es el que más grita por un reparto mal hecho. No escatima insultos y llama a los del Gobierno de Canarias "marrulleros y tramposos". Ha tocado al elefante por la trompa y lo califica de serpiente. Las otras islas, Fuerteventura, La Palma, La Gomera y El Hierro, al mismo tiempo descalifican y alardean de su triunfo. Son de los que agarran al elefante por el rabo y se lo sacuden.

Todos tienen razón, todos cuentan al menos con su parte de razón. Pero la suma de tantas razones incomprendidas puede romper a Canarias. Los ciegos luchan a bastonazos. Y el Gobierno de Canarias aparece dividido y debilitado, justo en el momento en que tiene que hacer frente a una difícil negociación con el Gobierno y el Parlamento español sobre el futuro del Archipiélago.

El elefante

El próximo martes 12 de diciembre, el Congreso debate la toma en consideración de la propuesta de reforma del Estatuto de Autonomía que ha presentado el Parlamento de Canarias. Es un debate de gran alcance histórico y supone no solo el desarrollo del autogobierno de las Islas, sino también los instrumentos de poder con que va a contar el Archipiélago para su modernización e internacionalización. Se debatirá a lo largo del 2017, en paralelo a la reforma del Régimen Económico y Fiscal, que definirá el estatuto especial de ultraperiferia de Canarias en España y en Europa.

Son dos temas esenciales y decisivos para el futuro de Canarias en las próximas décadas. Pero es que además en 2017 se procederá a un debate, que va a ser durísimo, entre las comunidades sobre la reforma del sistema de financiación autonómica. Y en donde nos jugaremos la obtención de los recursos que nos corresponden en igualdad con el resto de ciudadanos españoles, para financiar las mejoras urgentes e imprescindibles de nuestros sistemas educativo y sanitario. A la complejidad del problema hay que sumarle los contenciosos catalán y vasco abiertos este 2017 con una extraordinaria gravedad. Este próximo año, Canarias se juega, sencillamente, su futuro como sociedad desarrollada y moderna.

Sin olvidar que en el mes de enero, también de 2017, se iniciará el debate de los Presupuestos del Estado para este ejercicio, en donde se discutirán las dotaciones para las infraestructuras canarias y los programas de empleo y formación. Será ahí y no aquí donde se puedan obtener los recursos para todos estos urgentes programas que piden las Islas. Es decir, en este próximo año nos jugamos muchas cosas, demasiadas cosas, decisivas para nuestro futuro económico y social.

El elefante es tan grande que estamos obligados a elevarnos para poder verlo y no seguir ciegos ante nuestro futuro. El Estatuto que presentamos el martes en las Cortes dice, en su artículo primero: "Somos un pueblo". Un pueblo en la historia que asume "como tarea suprema la defensa de los intereses canarios, el desarrollo equilibrado de las Islas y su contribución a la cooperación y la paz entre los pueblos, así como a un orden internacional justo". Para lograrlo debemos comportarnos no como siete islas, sino como un pueblo unido que sale a hacer historia. Y que es capaz de ver el elefante.

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