"Clavijo prepara un Gobierno en minoría para antes de Navidad". El titular de LA PROVINCIA / Diario de Las Palmas del jueves de la semana pasada hizo diana. La deriva de los acontecimientos durante los últimos tres meses pronosticaba lo que ha ocurrido en el Gobierno de Canarias. Tal vez incluso antes, tal vez era muy difícil que la situación de los partidos que sustentan el pacto no terminara por derribar al Ejecutivo. El PSOE lleva sin rumbo mucho tiempo, demasiado, fragmentado y envuelto en sus ya tradicionales luchas fratricidas, siempre renovadas. En CC, parece que un sector radicado en Tenerife, no se siente cómodo ni con los socialistas, ni con casi nadie. Así, el jueves 15 de diciembre era un hecho que los cuatro consejeros del PSOE estaban al borde del cese, pero también estaba en manos de los socialistas evitarlo, aunque fuera en el último momento.

Y parecía que lo habían consguido hasta el jueves. Pero finalmente han caído en las triquiñuelas de quienes estaban interesados en la voladura. En el PSOE, en CC, en el PP y hasta en NC. Los clásicos siempre tienen el valor de los clásicos y acaban por cumplirse. Tanto va el cántaro a la fuente que termina por romperse. Aunque sea de una manera tan absurda como la que nos ocupa. Dinamiteros de uno y otro bando lo lograron.

A Fernando Clavijo le queda marcada esta parte de la legislatura. Emerge una imagen de deterioro, caos y confusión, la de una situación deteriorada que acabe por pudrirse del todo sin que nadie le ponga remedio. A partir de ahora debe andarse con pies de plomo para que la situación no se repita. El presidente pergeñó en su cabeza un mandato en el que la política y los políticos no debían convertirse en un quebradero de cabeza para los ciudadanos de las Islas.

En estricto análisis político, Clavijo aún tiene la oportunidad de remontar y cambiarlo todo. Tiene dos años y medio por delante para centrarse en el trabajo y recuperar el crédito perdido por el Gobierno durante esta crisis. Tiempo suficiente para hacerlo, pero tiempo también suficiente para terminar de perderlo. Ya no le quedan muchos más ases en la manga, tal vez ninguno. A partir de este momento está obligado a llegar a acuerdos con unos y con otros para sacar adelante sus iniciativas. La única certeza es que el PP no participará en una censura, aunque quede fuera del Gobierno. Al menos de momento. Y debe saber gestionar ese estado de cosas.

El coste para los socialistas canarios y para Patricia Hernández puede ser peor. Y lo comenzarán a sufrir inmediatamente con luchas intestinas que no tardarán en emerger. La única salida tras el disparate de forzar su expulsión del Gobierno de Canarias es echarse al monte, aunque eso perjudique a los ciudadanos. Y parece que no han tardado en hacerlo, descubren ahora que su socio de horas antes es un insularista sobrevenido. Han estado conviviendo con un psicópata, acaparador y roba para Tenerife y sus hijuelas y se enteran ahora, pocas horas antes de que les den la patada que alguno de los suyos llevan pidiendo con insistencia desde hace semanas. Tan pocas horas antes que ni siquiera han tenido el tiempo suficiente para dejar a quien tan mal les trata.

La gestión de la crisis realizada por los socialistas da la impresión de que está diseñada por alguien que les quiere poco. El conflicto final en el seno del Gobierno de Canarias muestra su primeros síntomas a comienzos del pasado verano, cuando trasciende una segunda gran bronca en el Ejecutivo entre nacionalistas y socialistas acuneta de la Sanidad. Son las primeras señales. En los meses anteriores se sabía de alguna diferencia a la hora de tomar decisiones, pero no trascendían. Además, la parte nacionalista coqueteaba o que podía con el PP. Más de la cuenta para el PSOE y en busca de soluciones para los problemas de Canarias, desde la óptica de CC.

Tras el verano se reproduce el choque sanitario y el debate sobre el dinero que necesita la Sanidad y si ésta se gestiona mejor o peor se ventila en los medios de comunicación en lugar de en la mesa del Gobierno o entre los partidos del pacto. CC, y el presidente en particular, terminan de darse cuenta de que carecen de un interlocutor en las filas del PSOE con el que solventar desacuerdos. El secretario general en Canarias no ejerce, la vicepresidenta no termina de tomar las riendas de un partido plagado de disputas y la dirección federal vive su propio tsunami con la defenestración de Pedro Sánchez.

En este contexto, francotiradores y dinamiteros hacen lo posible por conseguir sus objetivos. Los hay, entre los socialistas, que van a por Patricia Hernández, a la que no quieren. También los hay entre los nacionalistas que siguen incómodos desde el minuto cero con el PSOE y tratan de provocar su salida. En ambos partidos demasiada gente actúa por libre. La impericia y la falta de diálogo y de búsqueda de acuerdos hace el resto.