"Nadie nos va a devolver a los chiquillos pero quiero que sirva para que no vuelva a ocurrir". Francisco Ojeda, padre del sargento grancanario Jhonander Ojeda, fallecido en el segundo accidente de un Super Puma del Servicio de Búsqueda y Rescate (SAR), con base en Gando, en Gran Canaria, en octubre de 2015, tras ser el único superviviente de otro accidente ocurrido un año antes con un aparato del mismo servicio e igual modelo de helicóptero, donde murieron otros cuatro ocupantes, quiere que salga "todo a la luz", porque "con la verdad se va a todos lados". Por eso, ha contado al juez que aún investiga el primer siniestro que a su hijo le coaccionaron para que no dijera lo que había ocurrido en realidad.

Y lo que al parecer sucedió es que el Super Puma cayó al mar en unas maniobras nocturnas tras oírse un estruendo que, según Jhonander Ojeda, mecánico de helicóptero, pudo producirse por "la rotura de la transmisión o del rotor de cola" y no por un fallo de los pilotos, como señala la versión oficial. Los familiares de los militares fallecidos exigen que, tras esta reveladora declaración, el Ministerio de Defensa recupere el rotor de cola, la única pieza del aparato que sigue en el fondo del mar y podría esclarecer lo sucedido, y que se haga un peritaje independiente por parte de un ingeniero aeronáutico que evalúe los datos aportados por la Comisión para la Investigación Técnica de Accidentes de Aeronaves Militares (Citaam) tras este primer siniestro. El Día del Padre, 19 de marzo, se cumplen tres años del accidente.

"Estamos hartos de mentiras, y queremos saber la verdad", señala Sebastián Ruiz, padre del teniente Sebastián Ruiz Galván, que falleció en ese siniestro junto al capitán Daniel Pena, la teniente Carmen Ortega y el sargento Carlos Caramanzana. El único que se salvó, tras romper el ojo de buey del helicóptero a cabezazos y puñetazos, fue el sargento Jhonander Ojeda, que murió tan sólo 19 meses después cuando otro Super Puma del SAR del mismo escuadrón cayó por causas desconocidas al mar cuando regresaba a Gran Canaria de unos ejercicios en Senegal.

Yakolev

Franciso Ojeda no dijo nada tras el primer accidente porque su hijo así se lo pidió, por temor a que no le permitieran volver a volar. Pero tras el segundo, donde Jhonander no corrió la misma suerte pereciendo junto al capitán José Morales y el teniente Saúl López, decidió que debía romper su silencio aunque lo hizo quince meses después porque se quedó "roto".

Por ello, con el paso del tiempo y tras ver lo ocurrido con el avión Yakolev (el siniestro en el que murieron 62 militares) y que la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, pidió perdón el pasado 16 de enero a las víctimas y a las familias casi 14 años después, Francisco Ojeda quiso hablar con el togado militar que investiga el primer siniestro. Su declaración del pasado 23 enero cambia el rumbo de la investigación porque desmiente la versión oficial. "A mi hijo le hicieron firmar un documento para que guardara silencio" y se ciñera al dictamen de la Citaam, explica.

"El mismo día que regresó del accidente, el 20 de marzo, sin ni siquiera ir a enfermería - con las magulladuras por el accidente- el general Javier Salto -entonces jefe del Mando Aéreo de Canarias y ahora director del Gabinete Técnico de Cospedal- que iba con una carpeta azul de tirantes, como las que usábamos en el instituto, lo llevó a una habitación y le hizo firmar un documento, como un pacto de silencio", recuerda.

Francisco Ojeda se quedó con el teniente coronel Otón, afirma. Su hijo estaba "asustado" y le dijeron que "tenía que decir que no había visto ni oído nada y que tuviera mucho cuidado con la prensa", cuenta Francisco Ojeda, y Jhonander así lo hizo. Aunque a su padre le explicó otra versión. La de que había oído un fuerte ruido que escuchó un minuto antes de estrellarse el helicóptero y que pudo ser la transmisión o el rotor de cola, por lo que ahora los familiares exigen recuperar esa pieza.

"Estoy convencidísimo de que ambos accidentes se debieron a fallos mecánicos de los helicópteros", señala Francisco Ojeda, al igual que lo hizo Sebastián Ruiz cuando empezó a ver cuestiones que no le cuadraban tras el primer accidente donde murió su hijo. Este abogado, que lleva 42 años como funcionario, no ha dejado de batallar por saber la verdad y siempre ha mantenido que los helicópteros Super Puma con los que operaba el SAR eran una "chatarra" y se mantenían con piezas de otros vehículos que ya no servían.

"Si hubiéramos hecho caso a Sebas desde un primer momento no habría ocurrido un segundo accidente y mi hijo estaría aquí", lamenta Francisco Ojeda, quien denuncia además el "hermetismo" sobre el segundo accidente donde falleció Jhonander, pues aunque el juez lo está investigando "no hay aún un informe de la comisión de investigación" y nadie sabe qué sucedió. "Todo fue muy extraño y cuando los encontraron fue muy rápido, el funeral, todo", expone Ojeda, que el pasado diciembre se personó en esta causa para conocer lo que está investigando el juez.

Los familiares esperan ahora por la declaración de Javier Salto, que la puede hacer por escrito, y por que aparezca el documento. Salto ha negado que exista ese papel. También quieren que Cospedal les haga caso y puedan saber la verdad de ambos accidentes para "restituir la memoria "de sus hijos.