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Betancuria urge un salvavidas

El 91% del territorio del municipio majorero está protegido, afección que limita aún más su desarrollo económico

Convento franciscano, ubicado en el casco, está en ruinas. GABRIEL FUSELLI

La capital histórica de Canarias sobrevive completamente ignorada. Betancuria urge un salvavidas para salir del ostracismo en el que está sumida. Condenado al abandono, el municipio majorero reivindica un trato diferenciado para superar su aislamiento. Con apenas 714 habitantes y el 91% de su superficie protegida, su clamor ha llegado al Parlamento regional, que estudia cómo desarrollar una oferta alojativa turística real y viable, que respete las singularidades territoriales y sociales de este rincón de Fuerteventura.

Harto de vivir totalmente al margen del auge turístico y económico experimentado por Fuerteventura y el resto de las Islas en las últimas décadas, el municipio de Betancuria quiere dejar atrás su desamparo y gozar de oportunidades para mirar al futuro con optimismo. Su población, cada vez más envejecida, no demanda obras mastodónticas que dañen su paisaje natural y agrícola, sino infraestructuras mínimas que, integradas en el medio, permitan dinamizar el tejido productivo, atraer a los visitantes y generar empleo.

En el corazón de Fuerteventura, la villa de Santa María de Betancuria fue fundada por los conquistadores normandos en 1404 y tomó su nombre del conquistador Jean de Bethencourt. Sin embargo, su importancia en la historia del Archipiélago no casa con la marginación que ha sufrido y que impide su crecimiento.

Desde 2011, su padrón ha ido cayendo en picado. La localidad menos poblada de las Islas pierde residentes a pasos agigantados. En concreto, 125 personas han dejado su hogar en cinco años, según los datos que maneja el Instituto Canario de Estadística.

Lugar de parada obligatoria para los turistas, pero sitio sólo de paso, Betancuria es un municipio eminentemente rural, sin una industria potente que tire de su economía interior. De ahí que para poner freno a su parálisis, el Ayuntamiento aprobó una moción para pedir auxilio ante el evidente desequilibrio económico, social y demográfico respecto al resto de localidades canarias.

Su demanda ha llegado a la Cámara autonómica. De hecho, estaba previsto que la semana pasada se aprobara una proposición no de ley (PNL), a instancias de los diputados Mario Cabrera, Nereida Calero y Dolores García, del Grupo Nacionalista Canario (CC-PNC), sobre el reconocimiento del carácter diferenciado de Betancuria. No obstante, quedó aplazada para analizar mejor la solicitud del Consistorio, buscar su encaje normativo y contar con el consenso de todos los partidos políticos.

El texto que se llevó al Parlamento estaba inspirado en la conocida como ley de las islas verdes, sobre medidas de ordenación territorial de la actividad turística en El Hierro, La Gomera y La Palma. El Ayuntamiento tenía intención de acogerse a esta norma por ser más "permisiva" en cuanto al desarrollo del turismo rural, pero se dio marcha atrás porque sus reivindicaciones y necesidades no coinciden con las citadas islas occidentales.

"Queremos un tratamiento singular, no queremos campos de golf ni un desarrollismo salvaje, sino un desarrollo con sentido común, ordenado y sostenible", alega su alcalde, Marcelino Cerdeña, del partido Unidos por Betancuria y exmiembro de CC. Defiende que al menos se permita construir un pequeño hotel rural de 15 o 20 habitaciones, que reactive el pueblo y suponga puestos de trabajo, crecimiento económico y bienestar social. "No estamos pidiendo nada extraño", insiste.

El problema radica en que el 91,2% de su territorio está afectado por el Parque Rural de Betancuria y el Gobierno de Canarias no elaboró en su momento el plan rector de uso y gestión para regularlo y, en buena medida, esta circunstancia ha provocado la paralización del municipio en los últimos veinte años, añade Cerdeña.

Se limita cualquier actuación turística a la rehabilitación de edificios de arquitectura tradicional canaria y construidas con anterioridad a 1950. Una opción que dificulta una actividad de turismo rural mínimamente rentable.

La diputada nacionalista Dolores García es consciente de que el tiempo apremia en Betancuria. "No pueden esperar mucho más", admite. Su grupo propiciará el acuerdo con el resto de organizaciones en el hemiciclo para explorar la mejor fórmula que atienda las exigencias del municipio majorero, que no pretende parecerse a Corralejo ni a Morro Jable, los polos turísticos de la isla, sino que apuestan por otro turismo de naturaleza y para aquellos que planifican escapadas en busca de desconexión y relax.

La solución podría incluirse dentro de la Ley del Suelo, en tramitación en el Parlamento, o bien a través de una PNL de acuerdo con lo que plantea el municipio.

Entretanto, la vida se estanca en Betancuria, Vega de Río Palmas y Valle de Santa Inés, los asentamientos que componen el término municipal, donde prima el sector primario, con casi una decena de explotaciones ganaderas de cabras; mientras que la agricultura está más abandonada, la que existe es muy familiar y de subsistencia.

La mayoría de los vecinos son pensionistas. Otro segmento poblacional trabaja en el sector servicios fuera del municipio y en el ámbito turístico, sobre todo en Pájara, Antigua y Puerto del Rosario. El éxodo es imparable, especialmente de los jóvenes debido a la falta de acceso al mercado laboral. No en vano, hay 51 personas en situación de desempleo, 33 de ellas mujeres.

Sólo hay dos escuelas unitarias en Betancuria y unos consultorios médicos, donde acude el médico del centro de salud de Antigua dos veces a la semana. Entre las diez de la mañana y las 17.00 horas hay movimiento de turistas, pero conforme cae la tarde no hay un alma en las calles.

Los pocos negocios que perviven resisten con dificultad, como reconoce el empresario Antonio Cerdeña, de 43 años y uno de los dueños de la Quesería la Villa de Betancuria, la primera en la isla en incorporar visitas turísticas a sus instalaciones. "Nos sentimos marginados por todas las administraciones", se queja. Opina que el principal hándicap estriba en que "no se puede construir en ningún sitio debido a las restricciones por ser Parque Rural". "Tengo dos hijos y si no me dejan fabricar cerca tendrán que irse a vivir a otra ciudad", augura.

A juicio de Juan Dumpiérrez, se debe abrir la mano y eliminar obstáculos que pesan sobre el suelo. Él es uno de los propietarios de Princess Arminda, casa rural con cinco habitaciones y restaurante que abre cuatro horas al día. Ve necesario incentivar la actividad turística y favorecer la implantación de más alojamientos rurales en el pueblo, ya que sus habitantes se ven "forzados a dejar su hogar".

"No hay ninguna industria que haga que la gente se quede a vivir aquí. Betancuria es un pueblo olvidado y pequeño y no se tiene en cuenta que es la primera capital de las Islas", lamenta Víctor Ruiz Méndez, de 21 años y camarero en el restaurante Casa Santa María. A pesar de ello, él no pierde la esperanza de que cambie la cruda realidad de su pueblo natal.

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