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Unas primarias en las que nadie gana

Los escenarios que se abren tras la concurrencia de Susana Díaz

La presión de dos rivales, que amenazaban con adueñarse de la pista de las primarias, y la inquietud de los afines, ante la posibilidad de que su candidatura a liderar el partido quedara sólo en un amago como en 2014, obligaron a Susana Díaz a anticipar sus planes y a confirmar, con el anuncio de que el 26 de marzo lo anunciará, que el suyo será el tercer nombre en las urnas socialistas de mayo. La concurrencia de la presidenta andaluza en este proceso ratifica la gravedad persistente de la situación interna del PSOE. Con la polarización del partido en dos sectores, los del "no" que ahora son "sí" y los que abrieron paso a Rajoy, la posibilidad de que alguno de los tres candidatos obtengan en las primarias un respaldo superior al cincuenta por ciento de los votos parece remota. Y ése resultaría un apoyo insuficiente para quien debe liderar una organización en la encrucijada y buscar la manera de cerrar la herida orgánica que desde el 1 de octubre sólo ha encontrado alivio parcial.

Patxi López es un candidato bisagra. En caso de no salir ganador de las primarias, como hombre con disciplina de partido, su concurrencia será decisiva para apuntalar a un probable líder demediado. Pero con el encrespamiento alcanzado en estos meses y la virulencia de la confrontación resulta dudoso que alguno de los otros dos contendientes asuma una posible derrota con afán colaborativo.

Susana Díaz se debate en un doble frente, el interno y el institucional. El ventajismo de concurrir desde su posición de presidenta de la Junta de Andalucía que sus críticos le reprochan es también un lastre, como empieza verse. Desde el primer momento está sometida a la presión, interna y externa, de quienes cuestionan la compatibilidad del cargo al que aspira y el que ya tiene, que en algunos casos, como Ciudadanos, son los mismos que la auparon al sillón institucional después de una victoria electoral insuficiente. Desde la perspectiva orgánica, su fortaleza reside en una estructura de partido que debería sufrir cambios importantes en el próximo congreso porque es uno de los orígenes de la fractura de los socialistas. La colisión de las tres formas de democracia distintas -la elección directa del secretario general, la delegación en representantes en determinados órganos y las asambleas en las que deciden los militantes- constituye un problema severo para el PSOE, como exponen los expertos que elaboraron las bases de las ponencias marco que se debatirán en el congreso de junio. Otra victoria insuficiente, esta vez en las primarias, conlleva la tentación de que Díaz y sus afines quieran mantener intacto su actual baluarte orgánico y soslayen los cambios necesarios en el modelo del partido, lo que en nada contribuiría a cerrar la fractura interna. El recelo de Pedro Sánchez hacia un aparato que sabe hostil marcará sus pasos tras una posible victoria, también probablemente insuficiente, en las primarias. Deshacerse de esa amenaza interior marcará el congreso posterior, en detrimento del gran debate político que todos dicen anhelar. El Sánchez ganador desataría terremotos regionales de los que serán víctimas algunos barones que lo combatieron y que están en posiciones más endebles de lo que les gusta reconocer. Con estos condicionantes, el mayor peligro consiste en que el cosido del PSOE acabe siendo sólo un remiendo.

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