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Casa África Primer Encuentro Internacional sobre Diplomacia Preventiva en África Subsahariana

"Escuchar demasiado a los expertos no siempre conduce a buenas soluciones"

"El crecimiento no se extiende a toda la sociedad y eses es un camino a la generación de problemas", apunta Ibrahim Mayaki, director ejecutivo de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (Nepad)

El director ejecutivo del Nepad, Ibrahim Mayaki, ayer en la sede de Casa África. ANDRÉS CRUZ

Tenemos la idea de una África asolada por los conflictos. ¿Se distorsiona la imagen?

Es necesario atender al porcentaje de población afectada por esos conflictos, porque solo un buen conocimiento de los problemas nos permite intentar solucionarlos. Dicho esto, los conflictos que actualmente se desarrollan en África afectan a menos del 5% de la población total del continente. Por pura matemática, eso quiere decir que hay un 95% de la población no afectada directamente por los conflictos, pero la particularidad que tienen estos es su importante impacto regional, lo que obliga a abordarlos y resolverlos.

¿Son generales o están acotados a determinadas zonas?

África no es un país, sino un continente y, lógicamente, lo que pasa en un extremo no tiene por qué repetirse en el contrario y no solo en lo concerniente a los conflictos, sino en cualquier ámbito; las diferentes regiones se mueven también con ritmos diferentes. En el este, Kenia, Tanzania, Uganda o Ruanda, entre otras, viven un proceso de industrialización que crea empleo, tienen tasas de inflación bajas y presentan una fuerte integración económica.

También en esa zona está Somalia, menos estable.

Es cierto que en Somalia existe el problema de Al Sabah, que se debe resolver y se está tratando de lograr de una manera coordinada. Continuando con la diferenciación, la zona austral, grosso modo, concentra crecimientos económicos que no son malos, aunque se necesita que lleguen al conjunto de la sociedad. En el norte del continente, los principales problemas vienen dados por las revoluciones que han provocado el desempleo y los propios sistemas de gobernanza. Y si miramos a África Occidental, dentro de esa única región podemos contemplar muchas imágenes diferentes.

¿Es la falta de empleo uno de los principales problemas?

No se puede designar uno solo, pero es cierto que encontrarnos con un crecimiento global en África superior al de otras partes del mundo, pero no es lo suficientemente inclusivo, que no irriga a toda la sociedad, es un camino a la generación de problemas. No se crea el empleo suficiente para que los jóvenes estén ocupados y puedan vislumbrar un proyecto de vida. En un continente en el que más del 70% de la población está por debajo de los 25 años, esto se convierte en un problema crítico para lograr el desarrollo y reforzar la seguridad.

¿Ese parámetro de la juventud de la población sí es general a todo el continente?

Es general, pero con tasas diferentes de crecimiento demográfico. En Níger, que es mi país, se sitúa en 3,2; en África del Sur está por debajo de 2. Existen variaciones, pero sí que puede afirmarse de manera global que la presencia de la juventud es extremadamente fuerte en todos los países. Los africanos no hemos terminado nuestra transición demográfica, cosa que ocurrirá cuando las mujeres tengan 2 o 2,5 hijos.

Retornando al que señala como uno de los orígenes principales de los problemas, ¿qué puede hacerse para que el crecimiento llegue al conjunto de la sociedad?

El papel de los expertos no es actualmente el que hemos conocido con anterioridad. Son importantes, no cabe ninguna duda, pero ahora es necesario empoderar a las sociedades, convertirlas en protagonistas de los cambios, porque estos serán más efectivos en la medida en que sean los propios ciudadanos quienes los conduzcan y los propicien. Escuchar demasiado a los expertos no lleva siempre a las buenas soluciones.

¿Qué relevancia tienen las organizaciones regionales y locales en ello?

No pueden minimizarse, al contrario es necesario empoderarlas también. Son las que viven los problemas más de cerca y, por tanto, tienen mucho terreno ganado a la hora de acertar con las soluciones.

¿Cómo puede evitarse que una minoría acapare la mayor parte de la riqueza?

Hay que asegurarse de que eso no suceda. Unos pocos no pueden ser los únicos que acaparen los frutos del crecimiento. Es más una cuestión de cambiar la mentalidad que de aplicar una buena o una mala política.

¿Es posible vencer la resistencia de esa minoría a perder algo que, aunque sea por costumbre, considera suyo?

Tienen que ser lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que les interesa cuidar a una mayoría compuesta por jóvenes a los que, lógicamente, caracteriza la impaciencia.

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