Walter White se dirige a los alumnos del colegio en el que da clases de química durante un homenaje a las víctimas de un accidente aéreo ocurrido en la zona de Albuquerque donde viven. Pero White, lejos de generar tranquilidad y en un discurso surrealista que deja estupefactos a los presentes, recuerda que en 1977 se produjo la mayor catástrofe aérea de la historia en un aeropuerto de Tenerife. La escena pertenece al primer episodio de la tercera temporada de Breaking Bad, elegida por la crítica como una de las mejores series que jamás se han hecho.

Esta es solo una de las innumerables menciones al choque de los Jumbos en Los Rodeos. Pero no fue la única serie que comentó la tragedia. Hay otra mención en el episodio 6 de la primera temporada de la también estadounidense Justified. A esto se suman los programas especiales emitidos en las televisiones, los documentales y hasta el seguimiento que le hizo la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos a las investigaciones.

Ahí está el famoso documental de National Geographic de la serie Mayday: catástrofes aéreas. El reportaje, que hace una reconstrucción de lo ocurrido con imágenes reales y otras dramatizadas, así como repasa la investigación, se titula Desastre en Tenerife. Hubo un segundo documental que abordó la catástrofe de otra serie de National Geographic Channel titulada Segundos catastróficos. Se titula Collision on the Runway (Colisión en la pista).

Una tragedia de manual

El accidente se convirtió pronto en una tragedia de manual. Muchas comisiones de seguridad de todo el mundo utilizaron en los años posteriores el que todavía sigue siendo el mayor desastre aéreo de la historia para que algo así no volviera a repetirse. Estados Unidos fue uno de los países que la incluyó en sus deliberaciones, más cuando uno de los aparatos operaba bajo su bandera: el Boeing 747 de Pan Am. Así figura en dos documentos que están en los archivos de la CIA que fueron desclasificados a principios de febrero. Bruce B. Henry, presidente de la Asociación Nacional de Especialistas en Tráfico Aéreo, firma el análisis de 1985 que se empleó en las comisiones del Congreso para mejorar la seguridad en las instalaciones aéreas de Estados Unidos.

Henry parte de la base de que la principal responsabilidad recayó en el comandante del Boeing 747 de la compañía holandesa KLM, Jacob van Zanten, al iniciar la operación de despegue sin autorización de la torre de control. En ese momento se debatía, entre otras cosas, si se debían introducir restricciones o algún tipo de control extra en la autonomía de los comandantes después que en el caso de Los Rodeos fuera flagrante que uno, a los mandos de una nave con 234 pasajeros y 14 miembros de la tripulación, había cometido un grave error que tuvo unas catastróficas consecuencias.

Identificación de cadáveres

Uno de los aspectos que nunca se han abordado en los documentales, especiales y amplios reportajes ofrecidos por los medios de comunicación de todo el mundo con posterioridad al accidente -especialmente los estadounidenses y holandeses, de donde procedían los dos Jumbos-, fue el ingente trabajo de identificación y repatriación de los 583 cadáveres. El operativo se vio completamente desbordado, como cuentan las crónicas de los días posteriores.

Muchos de ellos no olvidarán nunca el aspecto que presentaba el hangar principal de aquel aeropuerto de Los Rodeos de 1977. Decenas de enfermeros, médicos o bomberos trabajaron jornadas enteras para identificar y embalsamar los cuerpos, que quedaron completamente destrozados y calcinados. Olga Álvarez, que fue profesora en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna, relató de esta manera en aquellas fechas, como reportera para diferentes medios de comunicación nacionales, las escenas espantosas que allí se vivieron. "El hangar presenta un espectáculo espantoso al procederse al embalsamamiento de los cadáveres. Las operaciones de embalsamamiento consisten en seccionar los cuerpos de arriba abajo. Una vez abiertos se vacían, es decir, se extraen las vísceras y el cerebro y se limpian con sulfato de zinc en polvo, y se introduce un algodón empapado con una solución de cloruro de zinc. Después son envueltos en vendajes. Los del avión de la KLM presentan una expresión (los que están menos quemados) de auténtico horror: mandíbulas cerradas y manos muy crispadas. Cada uno de ellos lleva un número y al lado se acompaña una bolsa, con el mismo número, en la cual se introduce todos los efectos personales: anillos, relojes...". La periodista añade en su relato: "Treinta chapistas trabajan en la fabricación de las cajas de zinc, en donde son introducidos los cadáveres. Los chapistas llevan una media de 150 cajas diarias".

La presencia de periodistas y fotógrafos fue masiva en las jornadas posteriores al fatídico 27 de marzo de 1977. Según las crónicas llegaron a coincidir en la Isla alrededor de 300 enviados de medios nacionales e internacionales. Las escenas de caos se repetían. En aquella época, este tipo de acontecimientos no estaban tan protocolizados y la mayoría de los enviados pudieron acceder sin grandes dificultades a la pista, donde permanecieron durante varios días restos de los dos aviones.

'La escalera de caracol'

El aniversario que se vivió de forma más intensa fue el 30º. El 27 de marzo de 2007 se inauguró en la Mesa Mota de La Laguna La escalera de caracol, una escultura de homenaje a las víctimas realizada por el artista holandés Rudi van de Wint y que está situada en un punto de La Laguna que mira precisamente a la pista de Los Rodeos donde ocurrió todo. Sobrevivientes y familiares de las víctimas viajaron a Tenerife para asistir a los actos. Eran en total más de 200. También se celebró por primera vez un acto institucional en el Auditorio de Santa Cruz de Tenerife. Fue fue emotivo.

Una de las que regresó a Tenerife fue la estadounidense Dorothy Kelly, sobrecargo del avión de Pan Am, que pudo abandonar la aeronave tras el impacto, como el resto de los 61 supervivientes -todos del avión de Pan Am, porque en el holandés de KLM no se salvó nadie-, a través de una grieta abierta sobre una de las alas. Ella colaboró para rescatar a algunos pasajeros. "Mi peor recuerdo fue ver cómo la gente que quedó atrapada dentro del avión golpeaba las ventanas y gritaba de forma desesperada, mientras el fuego y el humo avanzaban imparablemente. Pero no podíamos llegar a esa parte del avión para sacarlos", aseguró, para matizar: "Tuve pesadillas durante muchos años. Durante mucho tiempo no pude ver una chimenea o un fuego".