Las lágrimas se mezclaron ayer con las gotas de lluvia, o más bien goterones, que azotaron la base General Alemán Ramírez de Las Palmas de Gran Canaria. Los rayos de sol de la mañana despistaron a los familiares e invitados que acudieron al acto de despedida de la Brigada Líbano XXVII, que a partir de mediados de mayo se unirán a la misión de paz que mantiene desplegada la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en ese país. Durante las primeras horas del día, nada hacía presagiar que una fuerte tromba de agua marcaría la ceremonia, hasta tal punto, que tuviera que ser abreviada y la mayoría de familiares congregados, tener que salir corriendo en busca de refugio.

A escasos minutos del inicio del acto, previsto para la una y media del mediodía, una nube negra que se suspendía sobre la capital hizo temer lo peor. En ese instante, los más previsores regresaron a sus coches para buscar un paraguas, una chaqueta, o un chubasquero. Cuando el aguacero comenzó a caer coincidiendo con el inicio del programa previsto, surgieron estampas, cuanto menos, pintorescas.

La intensidad de la lluvia provocó que las sillas se convirtieran en el bien más preciado para aquellos que no tenían nada con lo que mantenerse secos, ya que con ellas terminaron cubriendo sus cabezas. Los paraguas se hacían pequeños y debajo de ellos se contabilizaban hasta cuatro personas. Era imposible que cupiese más gente y, algunos, al sentir que se mojaban lo mismo debajo de ellos que por fuera, buscaron otras alternativas. Así, cuando el agua comenzó a caer con mayor fuerza, muchos optaron por refugiarse bajo los tejados de los edificios de la base. Los militares ofrecieron allí mantas térmicas, en especial a los más pequeños, para que entrasen en calor cuanto antes. "¿De dónde salió este palo de agua?", se preguntaban algunos.

El frío calaba hasta los huesos, pero hubo quien aguantara hasta el final bajo las inclemencias del tiempo sin pestañear. Es el caso de Loli Padrón, que muy emocionada durante todo el acto, asistió para despedir a su hermano de 31 años, que acudirá a la que será su primera misión internacional. Los más valientes se atrevieron a sacar sus móviles para inmortalizar el momento, pero otros temían, precisamente, que esa intensa lluvia estropeara sus dispositivos móviles: "¡Mejor guardarlo no sea que el agua los eche a perder!"

Pero los familiares de los 600 efectivos que forman parte del contingente no fueron los únicos que se mojaron. La lluvia no entiende de cargos ni religiones, así que el presidente del Ejecutivo regional, Fernando Clavijo, o el obispo de la diócesis de Canarias, Francisco Cases, también salieron del acto completamente empapados. Eso sí, cuando Clavijo se situó en el área reservada para las autoridades, buscó amparo bajo el paraguas que sostenía la delegada del Gobierno en Canarias, Mercedes Roldós. Y los militares, que resistieron toda la ceremonia sin perder el paso, chapotearon entre risas con el agua encharcada al finalizar el acto.