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La hospitalidad de Abdessalam Yasín

El fundador de Justicia y Caridad, movimiento islamista que se extiende en las Islas, era un inspector marroquí de Educación, francófono, que superó diez años de arresto domiciliario

Abdessalam Yasín, izquierda, y Rachid Boutarbouch, en un encuentro en Marruecos. FACEBOOK

Haciendo caso al refrán que afirma que una imagen vale más que mil palabras hay una fotografía que es toda una declaración de principios. Es muy sencilla, porque en ella, a la derecha de estas líneas, solo aparecen dos hombres de aspecto magrebí sonriendo juntos mientras están sentados en una habitación que pertenece a una vivienda privada.

El de más edad no tiene los rasgos severos de personajes como Abu Bakr al-Bagdadí, líder del Daesh y autoproclamado califa, pero lideró una organización islamista que aunque sea muchísimo más moderada que el Estado Islámico, también tuvo en jaque a todo un país porque fue el líder islamista más significativo del Magreb y el más carismático opositor a la monarquía alauí.

Quizás esa vivienda sea su modesta villa en Rabat, en la cual estuvo una década en arresto domiciliario y en la que falleció. Hay muchas personas que lo visitaron, y todos destacan su carácter afable y su gran hospitalidad. Se trata de Abdessalam Yasín fundador de Justicia y Caridad y su líder durante más de tres décadas.

Según aseguran algunos, sus exequias fueron las más multitudinarias que se celebraron en Marruecos desde el fallecimiento de Hasán II a pesar de que los medios de comunicación oficiales apenas se refirieron a su muerte, porque jamás se doblegó a los dictados de la casa real alauita mientras el resto de los políticos marroquíes se prodigaban a realizar al monarca repetidos besamanos y sumisas reverencias.

Sabiendo que su atractivo se basaba en su carácter inflexible Yasín incluso rechazó la atractiva oferta que sus carceleros le ofrecieron: abandonar la clandestinidad a cambio de reconocer al rey como príncipe de los creyentes, lo que equivalía a admitir su papel de líder espiritual de los musulmanes marroquíes.

Lo curioso es que Yasín fue inspector del Ministerio de Educación y en tal cargo fue enviado incluso a asistir a varias conferencias pedagógicas que se celebraron en países occidentales.

Los que lo conocieron por aquel entonces lo recuerdan vestido a la usanza europea, pidiendo la introducción de la música clásica occidental en el currículo educativo y como no podía faltar en cualquier marroquí ilustrado exhibiendo una francofilia tan exagerada que no solo hablaba perfectamente la lengua de Moliere sino que escolarizó a sus vástagos en un liceo francés. En este aspecto su vida guarda un sorprendente parecido con Sáyid Qutb, un crítico literario egipcio algo anterior que también estaba muy occidentalizado, pero el cual tras ser enviado por el gobierno a Estados Unidos para recibir formación y realizar un análisis del sistema de educativo norteamericano se convirtió en uno de los principales teóricos del islamismo contemporáneo.

Parece ser que lo que acercó a Yasín al islamismo fue una crisis espiritual que le llevó a iniciarse en el sufismo y tras ser cesado en su cargo comenzó su andadura como opositor inflexible al régimen hasta el punto de ser enviado a la cárcel por poner por escrito numerosas diatribas contra las injusticias que cometía el sistema político de su país. Tras salir de prisión, ya convertido en tribuno de la plebe por el prestigio que otorga haber estado tras los barrotes fue cuando fundó Justicia y Caridad.

Afortunadamente para todos, su condición de miembro de una cofradía sufí le llevó a rechazar la violencia y gracias a su antigua profesión lanzó un programa de ayuda a los más pobres en el que incluía un capítulo muy destacado a la educación? ¿o quizás se debería decir al adoctrinamiento? Teniendo en cuenta que su objetivo a corto plazo es la reislamización de la sociedad se podría afirmar que sí.

Hasán II lo sometió a una década de arresto domiciliario y poco después de subir al trono, su hijo Mohamed VI lo dejó en libertad, quizás no imaginaba que como todos los militantes fieles a sus convicciones volvería a reincidir en su ataque a la casa real.

Pero el nuevo monarca, tan astuto como su difunto padre, sabía que Yasín ya era demasiado mayor para darle la guerra que otrora había dedicado a su progenitor así que dejó que siguieran pasando los años, sabiendo que el tiempo corría a su favor.

Además, Yasín y sus seguidores, cuyo número constituye un secreto de estado, tenían que competir con otras organizaciones islamistas, por un lado el Partido Justicia y Desarrollo y por otro los inquietantes salafistas.

Estos dos competidores juegan con dos ventajas. Los primeros enarbolan la bandera blanca, de tal manera que son tan moderados que han accedido a colabo-rar con el régimen hasta alcan- zar la presidencia del gobierno, mientras que los salafistas ondean la bandera negra de la yihad, que algunos practican y otros se limitan a justificar.

A finales del 2011 la denominada primavera árabe , que más bien ha sido el invierno más duro que han vivido algunos países árabes en el siglo XXI, otorgó algo de protagonismo a su partido, que se movilizó para participar pacíficamente en casi todas las manifestaciones. Durante un corto periodo de tiempo parecía que podía llegar a haber un entendimiento entre el joven rey y su anciano opositor, pero todas las esperanzas resultaron vanas, de modo que Justicia y Caridad sigue ilegalizado y por lo tanto no participa en ninguno de los comicios del país africano, lo cual pone en duda el carácter multipartidista de las elecciones.

Pero a la vez que Justicia y Caridad continúa con su programa en Marruecos, recientemente se ha esforzado en reclutar militantes entre la abundante diáspora marroquí que habita Europa Occidental. En este aspecto su éxito ha sido indudable en países como Italia, Francia, Bélgica, Países Bajos y por supuesto en España. Uno de sus objetivos inmediatos está en Canarias. Llegados a este punto en la foto que ilustra este reportaje hay un joven que está sentado junto a Yasín. Se trata de Rachid Boutarbouch presidente de la Universidad Islámica de Europa con sede en San Sebastián, que en enero de 2007 visitó Gran Canaria y sus conferencias en la Isla han dejado huella entre la comunidad magrebí.

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