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Medalla de Oro de Canarias 2017

La fe sin quebrantos

El nadador Israel Oliver logró un bronce y una plata en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2014 y dos oros en los de Río 2016

"Me ha dado la independencia, esa forma de ponerme a prueba cada día y de resolver aquello que me pueda perjudicar de una manera práctica para no quedarme atrás". Contundente, seguro, convencido. Así se muestra el deportista Israel Oliver (Madrid, 1987) cuando se refiere a la natación, una disciplina que le ha permitido llegar a lo más alto y que se convertido en su forma de vida.

Sus enérgicas brazadas en el agua no solo le han permitido tener en su haber un extenso palmarés, también le han conferido diversos reconocimientos como la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo en 2016 o la nueva presea, también de oro, que recogerá el próximo 30 de Mayo, Día de Canarias, sobre el escenario del Teatro Pérez Galdós. El Ejecutivo regional premia de este modo la trayectoria de un nadador nacido en la capital española pero descendiente de una familia canaria y residente en las Islas desde los 18 años.

Oliver nació sin ningún tipo de discapacidad. El traumatismo que sufrió como consecuencia de una caída propiciada por un perro cuando apenas contaba cinco años hizo que perdiera la visión del ojo derecho. Su vida dio un vuelco de forma repentina. Muchos se hubiesen quedado estancados, pero él, con el apoyo de su familia, no solo ha seguido adelante sino que ha logrado colarse en la élite mundial del deporte.

Hijo de una monitora de natación, Oliver se zambulló desde muy pequeño en la piscina. Cuando tuvo el percance, relata, adaptó las rutinas adquiridas hasta entonces a su nueva situación: "Simplemente cambiamos la forma de nadar y de entrenar". Y si la natación siempre formó parte de su día a día, con el tiempo llegó a convertirse también en una forma de vida. Una fe inquebrantable en sus posibilidades le ayudó a seguir adelante sin titubeos y a participar en su primera competición internacional con tan solo 13 años. A esa edad recibió la primera llamada de la selección nacional, un punto de inflexión en su carrera que le ha llevado a participar en pruebas europeas, mundiales y Juegos Paralímpicos.

"Después de que pasó lo de vista, mis padres nunca permitieron que mi vida transcurriera en una burbuja. Contribuyeron a que siguiese luchando pese a las cosas que pudieran llegar", subraya el deportista. Con el tiempo, su visión fue reduciéndose y tuvo que volver a adaptarse a nuevas situaciones.

En ese camino nunca estuvo solo. Desde 2009 tiene a su lado a Pinka, su perra guía. Antes acudía a todos sus entrenamientos con ella, pero "ya está mayorcita" y la deja en casa. "Tenía la inercia de tirarse al agua cuando veía que me lanzaba a la piscina, pero mi día a día es con ella", sostiene.

En Atenas se convirtió el medallista español más joven con dos preseas: el bronce en los 100 metros mariposa y la plata en los 4x100 metros relevos en estilos. Entonces compitió en la categoría de discapacitados visuales (S12) y no volvió a subirse a un podio olímpico hasta los Juegos de Río 2016, donde conquistó dos oros.

Ni en Pekín ni en Londres consiguió posicionarse en las tres primeras plazas, aunque sí lo hizo en mundiales y europeos. La luz que progresivamente se fue apagando en sus ojos le obligó a cambiar de categoría y a participar en la de invidentes. En los Juegos Paralímpicos de la capital inglesa fue donde nadó por primera en ese segmento. "La pérdida de visión fue repentina y no me dio tiempo a preparar la competición. Me descolocó un poco lo que usaba como referencia para nadar", expone. Surgió así un nuevo reto, una nueva meta.

Oliver soñaba con poder colgarse un oro y trabajó duro para conseguirlo. En Río, sus Juegos Paralímpicos anhelados se hicieron realidad al ser el más rápido en la prueba de los 100 metros mariposa (1.02.24) y en la de 200 metros estilos (2.24.11): "En Londres la pérdida de visión me pilló temprano, pero para Río llevaba ya cuatro años de preparación a ciegas y me proclamé como el mejor deportista español".

El himno de España sonó dos veces en la ciudad brasileña en su honor. Sin embargo, Oliver critica que no se valore los logros cosechados por los deportistas paralímpicos del mismo modo que se hace con los conseguidos por los olímpicos. Ni siquiera defiende que las victorias de las personas que presentan una discapacidad tengan más mérito, sino que simplemente es una forma diferente de hacer deporte.

"Es bastante frustrante que cuando se consigue un resultado no se valore por el hecho de tener una dispacidad. Solo nado con una diferencia. ¿Si Michael Phelps se quedara ciego dejaría de ser el mejor del mundo?", se pregunta.

Oliver cree que en otros países como Australia, Estados Unidos o Reino Unido el deporte olímpico y paralímpico "van de la mano". Aquí, en cambio, critica que se establezcan tantas barreras ente uno y otro, pero también en las diferentes disciplinas deportivas. "Si no eres futbolista en este país o tienes una exposición mediática muy grande da igual de qué deportes seas que no vas a conseguir nada", lamenta.

Pese a que el joven nadador fue el único español que consiguió dos oros en los Juegos de Río, no encontró club que le respaldase en su carrera. Esta condición es vital para que la federación pueda tramitar su ficha. "Me sentí despreciado porque nunca pedí dinero, solo un apoyo de comunicación para que se hiciera llegar mis logros deportivos", apunta. No sabe qué más hacer para llamar la atención si con el palmarés que tiene en su haber ninguna entidad le abre las puertas. Ante el temor de perder la beca del plan Apoyo al Deporte Objetivo Paralímpico (ADOP), Oliver hizo finalmente un "apaño" con la ONCE Tenerife que le permite seguir compitiendo al más alto nivel.Sin tiempo para hobbies

El deporte de élite, ya sea olímpico y paralímpico, "absorbe al 100%". Por eso el nadador confiesa que apenas tiene tiempo para dar rienda suelta a sus otras aficiones. Estudió en el conservatorio saxofón, violonchelo y piano. Llegó al grado superior en el caso de los dos últimos instrumentos, pero tuvo que dejar esa formación porque la exigencia era mayor y ya no podía compatibilizarlo con sus entrenamientos y pruebas.

Entrena unas seis o siete horas al día seis días a la semana. En ocasiones, incluso, se zambulle en la piscina la semana entera. Sigue las pautas que desde Madrid le marca un entrenador. No es lo más convencional y resulta una "preparación complicada", pero le sirve para seguir persiguiendo nuevos triunfos en el agua.

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