Los pasajeros del primer avión procedente de Mánchester que aterrizó ayer en el aeropuerto de Gando, en Gran Canaria, llegaron devastados.

Desde la conmoción, el silencio imperó en las dos horas y media en el aire, confiando en dejar atrás "el infierno", como lo describió Jim Muholland, "absolutamente disgustado" y casi sin poder articular palabra tras el cruel atentado suicida perpetrado por un joven de 22 años, nacido en esa ciudad y de origen libio, que ha truncado la vida de 22 personas, entre ellos varios menores de edad, y hay 64 heridos. "Una tragedia imposible de olvidar", añadió este turista inglés, que aún no se explica lo ocurrido, apenado sobre todo por la muerte de niños que asistían el concierto de la cantante Ariana Grande en el estadio Manchester Arena. Una fiesta que acabó en catástrofe. Muholland, que llega a la isla para intentar disfrutar de unos días de vacaciones con su familia, confiesa que nunca podrá borrar de su memoria "los rostros de tristeza de la gente" por culpa del ataque.

El vuelo ZB 614 de la compañía Monarch Airlines tomó tierra puntual, a las 19.55 horas, y poco a poco fueron saliendo de la terminal de vuelos internacionales sus aproximadamente 185 pasajeros, en su mayoría británicos, el principal mercado emisor de visitantes para Canarias, enamorados del clima y las playas del Archipiélago. Su importancia dentro del turismo extranjero es clave. Además, las llegadas de estos turistas aumentaron en España en 2016 más de un 12%, hasta rozar los 18 millones, según los datos de la estadística Movimientos Turísticos en Fronteras (Frontur) publicados por el INE. En concreto, en Gran Canaria el mercado británico es uno de los grandes protagonistas. En abril aumentó el 26% y superó por primera vez los 80.000 pasajeros del Reino Unido e Irlanda, un incremento que se tradujo en 16.400 turistas británicos más que el mismo mes del año pasado, en el que llegaron a esta isla 63.600 viajeros.

Pero, más allá de las cifras, ayer los turistas que bajaban del avión Airbus 321 procedente de Mánchester traían una mirada diferente, que desvelaba su pesar por lo acontecido. "Estamos devastados, ha sido algo aterrador", afirmó emocionada Carole Murphy, que resaltó que las medidas de seguridad en el aeropuerto se habían reforzado como consecuencia del "terrible" suceso. De hecho, les resultó "difícil" llegar al aeródromo. Sin embargo, también quiso poner en valor que tras lo ocurrido "se ha disparado la solidaridad" con las víctimas. Su marido, Tony Keely, apuntó que cuando se enteraron de la explosión en el estadio durante una actuación se les encogió el corazón y se quedaron en shock. "Nos sentimos muy tristes, ha sido algo brutal, no nos lo esperábamos, las pérdidas humanas eran innecesarias, es muy duro, especialmente por los niños que han muerto", comentó. Ahora sólo quieren pasar unos días de descanso.

Por su parte, Lucio Adolfo Socorro, que lleva 39 años en Inglaterra y llegó ayer a Gran Canaria para visitar a su madre, relató que "aquello fue terrible, un horror" casi imposible de definir. "Es una pena cómo ha podido ocurrir esto a niños. En la televisión salió el testimonio de una mujer que fue a recoger a su hija pequeña, pero la pobre se encontró que la niña había muerto, es una tragedia", agregó, al tiempo que señaló que los pasajeros se mostraron tranquilos durante el vuelo, "pero en sus mentes estaba la tristeza por lo sucedido".

Igual de afligida se mostró la joven Alice Coogan, que, aunque no fue al concierto, sí conoce a víctimas o personas que acudieron. "Todo el mundo tiene miedo, me impactó ver a toda la gente saliendo, corriendo hacia fuera del pabellón", aseguró desolada la chica, que indicó, no obstante, que la ciudad recupera paulatinamente la calma.

"Con todo lo que ha pasado está la gente nerviosa, pero tenemos que volver a la normalidad. Lo que está claro es que allí no va a pasar más porque ya ha pasado en esa ciudad, entonces, si sucede otro atentado, será en otro lugar de Inglaterra, pero no allí", dijo convencida la grancanaria Nayra Umpiérrez, que reside en Hunsford y regresó a la isla, junto con su novio, Juan Míguez, para estar dos semanas con su familia. La chica, de 24 años, trabaja en un hotel, y tras recoger sus maletas se fundió en un fuerte abrazo con su madre, Mari Carmen Aguiar, su padre, Armando Umpiérrez, y su hermano Aythami.

"En todos los medios de comunicación allá hay noticias constantemente y mucha gente ofrece su testimonio sobre el atentado", aseveró Nayra Umpiérrez, que contó que la hija de una amiga de su compañera de trabajo estaba esa noche en el concierto y cuando terminó se equivocó de salida. "Gracias a eso se salvó porque si llega a ir por la salida que tenía que ir no lo cuenta, es flipante", señaló.

Aún con el cuerpo temblando llegó a Gran Canaria Emilia Moreno, que, aun así, abrazó sonriente a su amiga Yamila Selam, que la esperaba en la terminal. En Mánchester dejó parte de sí misma, su hija, que vive a diez minutos del estadio y trabaja en una empresa de estética. ¿Cómo se siente al dejar a su hija allí? De repente la pregunta resquebrajó a la mujer, que hizo todo lo posible por contener las lágrimas. Sí, la despedida entre ambas fue muy dura, pero ninguna de las dos quiso mostrar miedo o preocupar a la otra. "Ya no estamos seguros en ningún sitio", advirtió Moreno, que aquella trágica noche estaba cansada y decidió no salir a pasear con su hija. "Oímos las ambulancias y los helicópteros, no sabíamos qué hacer, había mucha incertidumbre".

La flema británica, la capacidad del inglés para permanecer impasible ante las situaciones más adversas, se intenta abrir paso en las calles de Mánchester después de la masacre.