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Guardianes del legado

La identidad canaria, forjada a lo largo del tiempo con el quehacer diario de su pueblo, diferencia a la región del resto del mundo

Guardianes del legado

La identidad canaria, forjada a lo largo del tiempo con el quehacer diario de su pueblo, diferencia a la región del resto del mundo. En un planeta en el que la globalización tiende a hacer a sus habitantes y regiones más iguales, la búsqueda y conservación de su patrimonio la distingue.

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Tras las paredes de los archivos, sobre el campo, entre telas y madejas de hilo, frente a una obra de arte de tintes canarios, en el rescate de los grandes literatos isleños, o en el estudio de topónimos y el léxico tradicional, muchas personas de las Islas trabajan en beneficio de la preservación y difusión de la historia y la cultura de Canarias. No solo para tener conciencia del pasado, sino para que los pasos que una vez se dieron en el Archipiélago también sirvan como referencia para tomar el camino futuro.

Canarias goza de una posición geoestratégica relevante. Sobre el Océano Atlántico, la región se encuentra en el cruce de caminos de Europa, África y América, una situación que ha propiciado que a lo que a lo largo del tiempo haya recibido las influencias de otras culturas y sociedades. Su economía se basa fundamentalmente en el turismo -aporta un tercio de su Producto Interior Bruto (PIB)-, lo que hace de la región un lugar de acogida para los millones de turistas que buscan un clima benevolente. Esta apertura al mundo es, precisamente, uno de los factores por los que esos 'guardianes del legado canario', aquellos que vuelcan día a día su vida en el rescate y preservación del patrimonio isleño, defienden que se potencien las raíces para reconocer su valor y mostrarlas a quienes se relacionan con el Archipiélago.

La catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Alicia Llarena, ha desarrollado una amplia labor de investigación y difusión de la literatura canaria con publicaciones sobre autores como Tomás Morales, Agustín Espinosa, Pino Betancor, o Josefina de la Torre, Federico Silva, Rafael José Díaz o Alexis Ravelo. Destaca, a su vez, su libro Yo soy la novela. Vida y obra de Mercedes Pinto, con la que rescató la figura de la escritora tinerfeña.

Llarena es miembro de la Academia Canaria de la Lengua y en su texto Memoria, identidad y espacio, que fue su discurso de ingreso a esta institución, destaca el vínculo que existe entre la cultura literaria y el patrimonio simbólico con el incremento de la autoestima y el aprecio al territorio. "La valoración de nuestra identidad y la consideración y el respeto hacia nuestro espacio empiezan por la valoración de nuestra cultura y por el conocimiento de nuestra tradición literaria", subraya.

Esa alianza es, a su juicio, imprescindible "para no perecer en el aislamiento, pero tampoco en el exceso de extranjería". La catedrática entiende que a menudo las Islas, en lugar de otorgar credibilidad a su propia herencia artística, siguen empeñadas "en una cultura tímida que necesita del aplauso foráneo para creerse a sí misma y que precisa del reconocimiento ajeno para sentirse legítima". De ahí que Llarena considere que difundir entre los isleños su literatura y su tradición cultural sea fundamental "para conectar con los orígenes de nuestro ser más íntimo y profundo".

En el mismo terreno, el de las letras, pero desde otra perspectiva trabaja Gonzalo Ortega, catedrático de Lengua Española de la Universidad de La Laguna (ULL) y también miembro de la Academia Canaria de la Lengua, de la que fue director entre 2012 y 2015. Una de sus líneas de investigación se ha centrado en la toponimia y el léxico de las Islas, lo que ha dado lugar a obras como La toponimia de Artenara, escrita en colaboración con José A. Luján, y numerosos artículos como El español hablado en Canarias: visión sociolingüística. Ortega participa además en el convenio de colaboración que ha suscrito la Academia Canaria de la Lengua con Grafcan para la recopilación y revisión del corpus toponímico del Archipiélago, que cuenta con una lista de entre 2.500 y 3.000 nombres de lugar de origen prehispánico.

El catedrático defiende que el patrimonio léxico y fraseológico de Canarias es "riquísimo". Y pese a que "resulta incontestable que hay un proceso de regresión producto de la globalización", apunta a que se "dramatiza en exceso" porque existe un punto de vista urbano: "En las zonas rurales y en áreas periféricas de las grandes ciudades se siguen empleando con total naturalidad". Ahora bien, cuando desaparece un canarismo se produce "un empobrecimiento de la sociedad" porque con cada palabra perdida se sepulta un punto de vista sobre la realidad.

Una realidad que una vez tuvo como protagonista de su economía a la cochinilla ( Dactylopius coccus). Su explotación se introdujo en Canarias el primer tercio del siglo XIX y pronto se convirtió en cultivo de exportación, sustitutivo, en muchos casos, de las plantaciones de azúcar y viñedos que entraban en declive. El ácido carmínico (E120) de la cochinilla se emplea en yogures, helados, embutidos, telas o lápices de labios y de ojos. La calidad del tinte natural que se produce en Canarias ha llevado a la Unión Europea a reconocer su valor mediante la Denominación de Origen Protegida. Una distinción que Lorenzo Pérez, portavoz de la Asociación de Criadores y Exportadores de Cochinilla de Canarias, espera que dé un nuevo impulso al sector.

Pese a que este cultivo fue importante en la economía canaria de antaño -en los años 20 se exportó 600 toneladas y ahora se envía al exterior solo cinco-, ahora solo pervive de forma residual. Pérez, que reclama a la Administración más ayudas para el sector, encarna la tercera generación de una familia dedicada a la cochinilla en Gran Canaria. Con el cuidado de sus tuneras -planta huésped de estos insectos-, Pérez también contribuye a que esta actividad no perezca.

Precisamente Juan Manuel Luis lleva mimando al drago milenario de Icod de los Vinos desde 1992 para evitar su muerte. Símbolo de la vegetación canaria, este ejemplar de Dracaena draco tiene un valor incalculable por su longevidad y enormes dimensiones -22 metros de altura y 10 metros de perímetro de base, aproximadamente-. Este ingeniero técnico agrícola vigila que este majestuoso árbol no se infecte de plagas ni presente zonas de pudrición.

El ejemplar, declarado Monumento Nacional en 1917, cuenta con un plan mensual de abono biológico y se riega en verano si las condiciones meteorológicas son extremas. Ha llegado hasta nuestros días por su carácter rústico, pero su aspecto exterior transmite a quien lo observa que está ante un anciano milenario.

Algo similar sucede con quien se adentra en los pasillos del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, pues enseguida un golpe de olor a documento añejo invade por completo.

Tras las paredes del número cuatro de la plaza de Santa Ana de Las Palmas de Gran Canaria, Argelia Camino, responsable y técnica del archivo, e Isabel Rua-Figueroa, técnico, contribuyen a preservar y poner al alcance de la sociedad los 12.000 metros lineales de documentos con los que cuenta este órgano, que se nutre de documentación de los registros de la propiedad y notariales, de la Administración central delegada, del fondo histórico del Ayuntamiento capitalino desde mediados del siglo XIX hasta 1965, y de archivos de particulares.

El documento más antiguo transporta directamente al año 1500 para dar cuenta de un pleito que mantenía la Iglesia con el Marquesado de Lanzarote. A través de los protocolos notariales, según comenta Camino, se aprecia la evolución de la vida social y económica de Canarias. "¡Hasta para una capa vieja que se prestaba a otro se iba al notario!", enfatiza.

El 10% de los fondos ya están digitalizados, y aunque se trata de un proceso lento por ser sumamente delicado, Rua-Figueroa subraya que vale la pena para que ese legado llegue a las generaciones venideras.

De ahí también que la conservación de los documentos sea vital. No solo se controla la temperatura y el nivel de humedad de las estancias, sino que también se fumiga cuatro veces al año contra las termitas para evitar estragos: "Es nuestro pasado y futuro, nuestra identidad".

Un viaje similar envuelve a quien recorre las habitaciones y cámaras del patrimonio fotográfico de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac). Hasta 150.000 fotos albergan sus álbumes, que hacen un recorrido por la etnografía y paisajes del Archipiélago desde 1840. Ese año, el británico James Wood se hizo un autorretrato sin saber que un día se convertiría en la imagen más antigua del archivo.

"La fotografía significa escribir con la luz", destaca el doctor en Historia Moderna y Contemporánea Gabriel Betancor, técnico de Fondos Audiovisuales del Cabildo de Gran Canaria -Fedac. En las imágenes que se conservan en las tres cámaras de este registro, con unas temperaturas y niveles de humedad concretas, se lee la idiosincracia del pueblo canario.

A través de su web, ya se puede acceder al formato digital de 74.000 fotografías gracias, en buena medida, al empujón dado durante el último año en ese proceso. La conservación preventiva, la digitalización, la documentación y la difusión son "las cuatro patas del archivo", un proceso fundamental para que no se pierda en el olvido la imagen que ha tenido Gran Canaria en los últimos años 170 años. Pero precisamente a Betancor no le mueve "la nostalgia por el pasado", ya que busca que ese tiempo pretérito tenga futuro "para que las generaciones venideras puedan acceder a él".

Si no se pone remedio antes, quizás solo mediante fotografías se pueda contemplar las especies endémicas de las Islas en peligro de extinción. Para evitar llegar a ese extremo trabaja Pedro Sosa, catedrático de Botánica, secretario y miembro del Instituto Universitario de Estudios Ambientales y Recursos Naturales (Iunat) de la ULPGC, y vicepresidente de la Sociedad Española de Biología de la Conservación de Plantas (Sebicop). Canarias, que representa el 1,5% del territorio nacional, cuenta con el 50% de las especies vegetales endémicas del país.

Junto a un amplio equipo integrado por Isabel Saro Hernández, Priscila Rodríguez, Leticia Curbelo y Agustín Naranjo, el catedrático investiga desde la perspectiva de la biología de la conservación -en base a estudios genéticos y demográficos- especies amenazadas como la violeta del Teide ( Viola cheiranthifolia), la retama del Teide ( Spartocitisus supranubius) o el Sauco (S ambucus palmensis). En cuanto a la palmera canaria ( Phoenix canariensis), los trabajos se desarrollan desde el punto de vista genético, ecológico y de gestión.

Sosa advierte que el palmeral canario, pese a ser el primero del mundo en quedar libre del picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), está amenazado ahora por un insecto curculiónido ( Diocalandra frumenti) y por la "desidia institucional".

"Nuestra biodiversidad es única porque no existe en otra parte del mundo de manera natural. Si no somos capaces de conservarla, mal lo llevamos", insiste el botánico.

También se podría catalogar en extinción una de las artesanías con mayor arraigo en las Islas: el calado. La falta de relevo generacional pone en peligro una actividad que no se conformó con el mercado local. EEUU, Alemania, Reino Unido o Francia son algunos de los países que conocieron las delicadas confecciones de las mujeres canarias. No en vano, en 1901 nació en Gran Canaria la primera Casa Exportadora de Calados insular. En las manos de Candela Martín, de 66 años, aún pervive esta labor.

Martín es presidenta de la Asociación de Caladoras de la Villa de Ingenio, integrada por 50 mujeres de las que solo calan una veintena. "Cada vez somos menos, no te pagan lo que vale y solo sirve como complemento. La juventud quiere un sueldo y es lógico", lamenta. Inmersa en la octava edición del Desfile de Moda Calada de su municipio, anima a los diseñadores isleños a apostar por esta técnica para avivar una actividad que "representa, y mucho, las costumbres canarias".

En las entrañas del Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) la restauradora Marta Plasencia lleva 26 años pendiente de los fondos de esta institución. Su labor se centra en prevenir posibles deterioros y restaurar para salvar las obras del envejecimiento o del desgaste, las plagas o la manipulación.

La posición geográfica del Archipiélago también tiene su reflejo en esta disciplina. El CAAM custodia una colección de más de 2.500 obras de artistas de Europa, América y África, con lo que da cuenta así de su concepto fundacional de "tricontinentalidad". En ese cruce de caminos hay espacio para la mirada isleña. Por sus manos han pasado obras de Jorge Oramas, César Manrique, Juan Ismael, Plácido Fleitas, Santiago Santana o Lola Massieu. "Tengo la suerte de contribuir, con mi trabajo, en la recuperación de obras de arte que nos ayudan a construir nuestra identidad".

En cómo se ha forjado ésta tiene mucho que decir la arqueóloga Verónica Alberto, que acumula cerca de 30 años de experiencia. Al principio se especializó en la zooarqueología para desentrañar cómo los aborígenes organizaban su cabaña ganadera, cómo la explotaban y qué valor tenían los animales en las celebraciones. Con el paso del tiempo, el trabajo le llevó por otros derroteros y profundizó en las prácticas funerarias. Ahora está desarrollando el estudio de los restos descubiertos en el yacimiento de La Fortaleza, en Santa Lucía de Tirajana, del que ya adelanta deparará "importantes sorpresas".

Alberto está convencida de que aún queda mucho por descubrir, no solo en nuevos enclaves, sino en lugares ya explorados.

Ella ha trabajado en todas las islas y percibe que los canarios son sensibles a su historia. "No se aprecia lo que no se conoce, pero en Canarias tengo la experiencia de que la gente conecta. Tenemos una historia muy reciente en el tiempo -la conquista de las Islas comenzó en 1402 en Lanzarote y culminó en 1496 en Tenerife- y hace que exista una conexión casi directa entre la población actual y la aborigen". Por eso la arqueóloga subraya que es importante que la sociedad canaria, en un espacio cada vez más global, encuentre en lo que diferenciarse e identificarse. "Aquí están nuestras raíces y eso nos permite saber de dónde partimos y qué queremos como pueblo".

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