Cientos de personas y 200 ovejas celebraron ayer la gran Fiesta de la Lana de Caideros de Gáldar, con un cielo embrumado y un mojabobos que no restó parranda al emblemático pago de las medianías.

A eso de las ocho y media de la mañana Fran González y Tania Rivero, ayudado de amigos y familiares, arramblaron desde el Cortijo de Galeote con las 200 cabezas de su gallanía y enfilaban hacia Caideros por los Llanos de Tasajo, donde se hacía un alto para descansar las patas y pastar el desayuno. El camino, por uno de los paisajes más pintureros de la isla, no estuvo del todo fácil.

El día anterior Fran arrejuntaba las corderas nuevas con el resto de ovejas y carneros formando el lógico enrale, que se convirtió ayer en un pasito de avance y dos de retranca, para por fin enfilar la calle principal del pago en fiestas a eso de las once de la mañana.

La entrada paró el tiempo, con unas ovejas desconfiadas oliéndose el momento peluquería posterior, y que pasaban por delante de los puestos donde ya se cocinaba la carne de cochino, los costillares, las papas arrugadas y se exponían los quesos de esas propias ovejas que dan leches de premios.

No muy lejos de por donde reculaba el ganado con la proa a la corrala del trasquile se encontraban Herminia Mendoza Mendoza, su sobrina Yoya Mendoza Mendoza, Mari Carmen Jiménez, Claribel Moreno y Lola Santana, haciendo estameña de la lana.

Herminia explicaba el intrincado proceso de convertir en chaqueta la peluca de oveja, justo a la vera de la iglesia donde "me bauticé y me confirmé". Explica que después de la trasquilada, "hay que escaldar la lana con agua hirviendo y lavarla". Una vez seca y limpia, "se despeluza. Después se carda, se hace el copo y se hila".

"De ahí va a la mazorca. Se aspa y de la madeja va a la devanadera donde se hace ovillo. Y de ahí al telar, que es cuando sale la estameña".

Y con los paños de esa estameña se forman ya las chaquetas, chalecos y "ojo, hasta los pantalones".

Dice Herminia Mendoza Mendoza que cuando pequeña los chiquillos iban con calzones de lana, "que hoy en día pican", y entonces aún picaban más teniendo en cuenta que eran tiempos de ir sin calzoncillos (y los niños a veces sin pantalones). "Los primeros calzoncillos eran para hombres, y se hacían de 'morselina' blanca, pero ah, eso era ya moderno".

Pero si la lana escuece "más picaba la vida". Yoya, que es bisabuela, aprovecha un silencio de su tía Herminia -lo que da una idea de la longevidad local- para ilustrar los trabajitos de cuando esos mismos pantalones de lana. Cuando ella salía desde El Saucillo hacia Lomo el Pleito, ya en la vera de Sardina, a atender los tomateros. "Salíamos a las cinco de la mañana... ¡con mechones! para llegar a las ocho. Y allí nos quedábamos ocho días en una choza", eso sí que pica.

Para cuando termina este documental exprés la última oveja aún tiene el culo fuera del corral, hasta que por fin los rancheros con un nalgazo encierra a la comitiva.

Los casi 50 esquiladores se entregan a afilar unas tijeras que en según que casos también se remontan a bisabuelos o el más allá. La piedra de afilar pasa de mano en mano. Como las de Venancio Mendoza o Fermín Zacarías Hernández. Ambos tienen sendas tijeras parecidas pero dos estilos diametralmente opuestos en el arte del trasquilar. Y que pinta como un rally: Venancio parte de la pata derecha trasera, sigue del costado hasta el pescuezo y la cabeza, y ahí vira al animalito para retomar el rumbo por la pata delantera izquierda. "Esa es mi maña".

Y Fermín arranca "por las dos nalgas de atrás, izquierda y derecha, y sigo en redondo..., que así fue como enseñó mi abuelo Zacarías". Tanto uno como otro están entre los 10 y los 15 minutos, que es la media "en la región de Caideros". Pero hay un elemento que tiene fama de ser el más rápido del Noroeste. Ahí está como si no hubiera roto un plato José González Díaz, de Montaña Alta de Guía. No quiere decir tiempos, "pero sobre los diez minutos".

No obstante hay quien chiva que llegó a pelar a alguna en siete minutos y medio. Él esquiva: "Con todas no se tarda lo mismo y además, habrá que ver cómo queda" ese trabajo de peluquería, que él inicia "de atrás derecha, sigo de barriga, costillas, cuello, cabeza y vuelta, de atrás alante". El sistema pedagógico para doctorarse en el trasquilado es de una única lección: "amigo, así mirando no se aprende".

Entre el peletillo, el persistente rocío, el trajín y la pinta de los quesos entra del viaje el jilorio. Hay un cuarto con las puertas entornadas con mucho jaleo interior. Ahí se maquina el sancocho, un conduto que no falla desde que hace dos décadas comenzara esta fiesta a lo bobo a cuenta de una ocurrencia de tipo familiar.

En ese arranque estuvieron presentes, y hasta la fecha, Pepe González y Eduardo Gil, que ayer recibieron su homenaje por los días que desde las cinco de la mañana preparaban en 28 fogones comida para 10.000 personas. Eran 7.000 huevos sancochados, 50 kilos de gofio a puño, ocho sacos de papas y hasta 400 kilos de pescado.

Un guatatiboa de comistraje y algo de coña que Eduardo lo resume en unas enigmáticas rimas: "De la leche sale el queso. Del queso los hombres ricos. Y de los carneros grandes, salen los carneros chicos".

Tras esta reflexión llegaría el turno de las actuaciones folclóricas y más reconocimientos, como el ofrecido al matrimonio de ganaderos, agricultores y productores de queso María Mendoza Moreno y Benito Mendoza Rivero, así como a Antonio Benítez Quintana, por sus investigaciones sobre la caña de azúcar en Canarias, todo ello aliñado con bailes, timples, guitarras, bandurrias y el citado mojabobos.