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Análisis En la búsqueda de un nuevo rumbo para los saharauis

Marruecos y el conflicto del Sáhara

El gobierno de Rabat opta por evitar la confrontación violenta y deposita sus esperanzas en una solución política en el marco de las negociaciones que se llevan a cabo en las Naciones Unidas

Militares del Frente Polisario en Guerguerat, durante el conflicto vivido en febrero en la frontera de Mauritania. LP / DLP

Pese al discurso triunfalista de Brahim Ghali -imputado por la Audiencia Nacional por presuntos delitos de genocidio y tortu- ra contra la población saharaui disidente refugiada en los cam-pamentos de Tinduf (Argelia)- ante un pueblo que viene sufriendo una vida miserable desde hace más de 40 años en el que quizá sea el peor lugar del desierto ar-gelino, la Hamada de Tinduf; pese a que Ghali sustituyó a Mohamed Abdelaziz defendiendo una opción beligerante frente a Marruecos, lo cierto es que la situación no ha mejorado en absoluto para la población civil de los campamentos. Se ha deteriorado aún más. Y lo que es mucho peor, el conflicto se desdibuja en la esfera política internacional, consecuencia de la acción diplomática emprendida por Rabat y orientada a que el reino marroquí tenga un importante peso específico en el continente africano, dada su estabilidad política y su evidente crecimiento en lo económico y social.

El primer paso de Marruecos, siguiendo una directriz impul- sada personalmente por el rey Mohamed VI, fue integrarse en la Unión Africana (UA) y, a continuación, se ha puesto en mar- cha un ambicioso programa de inversiones, cooperación y apoyo al desarrollo que tendrá consecuencias espectacularmente positivas, no sólo para los países africanos pobres o con dificultades, sino que, asimismo, potenciará y consolidará múltiples líneas de entendimiento con Es-paña, en concreto, y con Europa en general.

El reciente 20 de mayo, tanto en Tinduf como en Auserd, el Frente Polisario celebró su 44 aniversario con prácticamente nula atención de los medios de comunicación más importantes del mundo. ¿Por qué? En primer lugar, porque el problema del Sáhara no es un asunto de alto nivel en el ámbito de la geopolítica y geoestrategia mundiales. En segundo lugar, porque en una población que sufre es evidente que surjan movimientos que cuestionen el modus actuandi de un grupo guerrillero que, lejos de conseguir avances, añade turbulencias al proceso de normalización. Ante ello, a los dirigentes polisarios sólo les quedan dos opciones de cara a la población de los campamentos: descentralizar la toma de decisiones, es decir, democratizar el funcionamiento de una organización político militar que proclamó un Estado ficticio en unos campamentos u optar por la represión.

Hasta ahora es indiscutible que han optado por la segunda opción. Es innegable que, de cara a la opinión pública internacional, los casos de mujeres retenidas contra su voluntad como Maloma Morales de Matos y Darya Embarek Selma (residente en Tenerife), Nahjiba Mohamed Belkacem (Huelva) y Koria Badbad Hafed (Alicante) han significado un importante revés.

No sólo son muchos ciudadanos de todo el mundo los que ya cuestionan la existencia de libertades en los dominios del Polisario sino que numerosos dirigentes políticos de múltiples estados están asumiendo que la propaganda del Frente no está encaminada a la mejora de la calidad de vida de los saharauis anclados en Tinduf, sino que obedece a las determinaciones y directrices que toma el Gobierno argelino. Hay incluso algunos que sostienen que existen poderes interesados en que el conflicto se eternice.

Pobre sería el analista que se dejara engañar por la burda estrategia de colocar intereses políticos muy concretos maquillados y escondidos bajo una supuesta represión del pueblo saharaui. El tema central no es adoptar una actitud visceral promarroquí o propolisaria. En absoluto. El epicentro del problema está en cómo normalizar y enriquecer la vida de personas que sufren, bombardeadas por entelequias y brindis al sol, mientras los dirigentes polisarios establecen supuestas embajadas en cafeterías de Madrid, Oslo, Londres o Nueva York, muy lejos del polvo, la arena, la falta de agua y víveres y temperaturas insoportables.

Al respecto y valga como ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha reducido en casi un 20% las raciones de comida que reparte entre miles de refugiados saharauis en los campamentos de Tinduf (Argelia) y ha pedido apoyo "urgente" a la comunidad internacional para este mes de Ramadán.

Ni siquiera el Polisario ha logrado para los saharauis el Estatuto de Refugiados por parte de Argel. No le interesa descascarar su falsa propaganda. Se han negado a hacer un censo de la población y ello pese a las repetidas resoluciones de la ONU pidiéndolo. Así, nadie verá jamás una referencia a Argelia -declarado hasta ahora enemigo acérrimo de Marruecos- en los discursos de Ghali.

Y es precisamente en Argelia donde se va a dilucidar el futuro del grupo guerrillero. El presidente Buteflika, muy mermado por la pérdida de salud, lleva desde 2015 preparando su sucesión. No es fácil. Nada fácil. Ella será determinante para el apoyo que obtenga el Polisario de cara al futuro. Estamos en 2017 y tanto la política interna argelina como la situación económica y social del país son extremadamente complejas. Los más rigurosos observadores internacionales sobre el Magreb han destacado ya que la incertidumbre política, el impacto de la crisis económica y el auge del yihadismo ponen en jaque el futuro de uno de los países más extensos de África.

¿Por qué avanza Marruecos y consolida sus apoyos en el Sáhara? La pregunta tiene fácil respuesta: ha colocado el problema en su justo término y, lejos de hacerlo estrella de su política interior y exterior, ha optado por evitar la confrontación violenta y depositar su solución en las negociaciones en el marco de la ONU.

El episodio de Guerguerat -el momento más caliente del mandato de Ghali- ha sido una muestra del triunfo de esta manera de encarar los problemas y también un ejemplo de que por el camino de la violencia no habrá soluciones para los saharauis de Tinduf. La diplomacia marroquí quiere que caigan ya los disfraces, la manipulación panfletaria y la intoxicación.

A este respecto, los planes impulsados y liderados en persona por el rey Mohamed VI pueden resumirse en dos frases: apertura al exterior con la paz y la cooperación como norte -incluso con Argelia- y profundización en los derechos y libertades a escala interna. Nadie puede negar que esa política está dando resultados satisfactorios. Ya son 43 países los que han retirado el reconocimiento al Frente Polisario y la RASD, cuando hace muy poco eran 80 los que respaldaban su existencia. En el continente africano, sólo 18 estados reconocen a la entidad que lidera Brahim Ghali. Sobre este particular, los postulados de Marruecos, apostando en la Unión Africana por el crecimiento económico de naciones doblegadas por la pobreza y el hambre, se están abriendo paso a velocidad vertiginosa.

Mohamed VI ya señaló en su momento que Rabat no llegaba a la UA con objetivos políticos de liderazgo. El rey insistió: "Hemos venido a encontrarnos con nuestros hermanos para trabajar juntos y ayudar". Por una razón: Marruecos puede permitirse, fundamentalmente por su estabilidad política y económica, ofrecer a los países africanos fuertes iniciativas de crecimiento en todos los ámbitos. Pero, como advirtió el monarca, ofrecer a los países un crecimiento conjunto del que se vea beneficiado no sólo el Magreb sino toda África.

No es hora de poner las vísceras y el odio sobre la mesa sino la inteligencia. Y la inteligencia debe concretarse en acciones efectivas que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. Ese es el objetivo de la política. Desdibujar la realidad, esconder la cabeza debajo del ala, los discursos falsos y la violencia perpetúan los problemas y destrozan vidas. Hay saharauis que han nacido y viven sin conocer otra existencia que la de los campos de refugiados de Tinduf, hay cada vez más evidencias de que cualquier disidencia y oposición a las decisiones del Polisario son castigadas sin pudor alguno, es innegable que esa guerrilla es un peón de Argelia para hacer presión sobre Marruecos y su futuro depende de quién gobierne uno de los países cuya estabilidad es clave para el Magreb, cuando desaparezca Buteflika.

Finalmente, es más que diáfano que no se puede confundir la ayuda humanitaria a una población presa del sufrimiento y la carencia de lo más elemental con el apoyo a un grupo armado que se ha arrogado la representación del pueblo saharaui. El honor, la dignidad y el corazón de una inmensa mayoría de los saharauis están muy por encima de ello.

El 44 aniversario del Frente Polisario jamás debería ser la renovación de la apuesta por la inútil violencia. Al contrario, los dirigentes polisarios tendrían que plantearse una profunda reflexión: ellos desaparecerán y su pueblo seguirá adelante. ¿Qué futuro le prometen? ¿El mismo que el presente que tiene hoy? Es tiempo de alcanzar una solución política mutuamente aceptada por las partes con espíritu de realismo y compromiso y no continuar alimentando entelequias. Es tiempo ya de que la vida y el futuro se coloquen por encima de los espejismos.

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