El lema Mar, viento y arena de la Base Aérea de Gando indica claramente los efectos adversos a los que se enfrentan aeronaves e instalaciones. La corrosión constituye su principal enemigo y causa costosas inversiones para mitigar su impacto.

El gran problema de Gando es la corrosión. La climatología en esa zona de Telde es excelente para el vuelo, pero a su vez, además del entorno marino con un microclima especial, hay durante muchos meses del año fuertes vientos que arrastran partículas de polvo y arena que, por las características volcánicas del terreno, tienen un alto contenido de magnetita, que incide sobre los componentes metálicos del material aéreo, infraestructuras y equipos.

Ello provoca daños corrosivos importantes, que obligan a un esfuerzo adicional en el mantenimiento preventivo y, en algunos casos, acciones correctoras de un elevado coste.

De ahí la trascendencia de la adecuación ambiental de la base, dotada de una cubierta vegetal en ciertas zonas para atenuar la acción de la erosión eólica. Además, la mejora de la masa forestal se complementa con una cuidadosa elección de los materiales más expuestos, la orientación de las edificaciones y la protección bajo cubierta de aviones y equipos.

La repoblación de especies vegetales y su conservación exigen una autonomía de un elemento vital como es el agua. Ello ha supuesto la instalación de dos plantas desalinizadoras de agua de mar y muy especialmente el aprovechamiento de aguas residuales que, previa depuración, son utilizadas para el riego.

Aparte de la corrosión, otra de las características negativas de esta base es la distancia a la Península, que afecta al material, dado que, al estar alejado de los centros principales de abastecimiento, se aumentan los tiempos muertos para el suministro. Tal circunstancia exige un esfuerzo adicional en el almacenamiento.

Otro hándicap de la distancia es el traslado de personal y los condicionantes familiares de los profesionales de la base. En este sentido, para intentar hacerles la vida más fácil las instalaciones cuentan con biblioteca, gimnasio, frontón, pista de pádel y otra de tenis, guardería y programas de dinamización cultural.

Por otro lado, entre las ventajas de esta base, fuentes militares destacan la excelente climatología para el entrenamiento aéreo y las infraestructuras, ya que dispone de dos pistas de operación de tres kilómetros de longitud, más otras dos pistas de rodaje aptas para operar en caso de necesidad. A ello se añaden doce refugios para aviones en la cabecera de la pista, así como hangares y talleres de mantenimiento para las aeronaves, acuartelamientos y una planta de producción de oxígeno y nitrógeno.

La base, que dispone de 20 kilómetros de perímetro y abarca una superficie de 350 hectáreas, cuenta con edificios históricos, como el Lazareto y el Torreón de Gando, testigo de excepción de la aviación en las Islas. Las centenarias piedras de esta fortaleza albergan hoy en día el Museo Aeronáutico del Mando Aéreo de Canarias.

Ayer, el subteniente Fernando González Mamajón, relató a los estudiantes de la UNED la historia de esta torre, que data de 1740, aunque hubo hasta cuatro fortificaciones anteriores desde 1360. Abandonada y en ruinas, fue restaurada en 1972 y diez años más tarde se inauguró como museo.