"Estábamos al pie de las Ramblas, vimos que no podíamos pasar, lleno de policías con metralletas y gente corriendo, era todo muy confuso sin saber qué hacer; de pronto me llamó mi madre, desde Argentina, para preguntar si estaba bien por el atentado en Barcelona, no sabía qué ocurría hasta ese momento", Florencia Biacioni relató así ayer por la mañana su experiencia en la masacre terrorista del pasado jueves tras llegar al aeropuerto de Gran Canaria, en un vuelo procedente de El Prat.

A las puertas de la sala de llegadas nacionales de Gando estaban Doris Veranek en la compañía de su marido y su hija. Esperaba a su sobrina Florencia, a quien no veía hace unos años. "Vivimos el jueves con muchos nervios, desde que me enteré de lo que ocurría llamé corriendo a su madre", apuntó Veronek con la voz aún entrecortada y emocionada. La joven llegó el mismo día de la masacre a la capital catalana. Ella y su novio pretendían almorzar en las Ramblas, pero cambiaron en el último momento sus planes y lo hicieron en un centro comercial, el problema llegó cuando se dirigieron a las Ramblas. Les esperaba el caos y la desolación.

La pareja no pudo entrar en el hotel hasta la una de la madrugada. "La policía no nos dejaban pasar, registraron habitación por habitación, era todo muy frustrante", señaló la chica. A la mañana siguiente no dudaron en acudir al minuto de silencio en Plaza Cataluña. "Fue un momento en el que te entran escalofríos", sentenció.

Aunque pretendían quedarse en la ciudad condal hasta el lunes cambiaron sus planes para volar a Gran Canaria ayer sábado. "Desde ayer son muchos los turistas que han decidido suspender sus vacaciones", se lamentó Florencia.

Precisamente, dos de las 14 víctimas tenían nacionalidad argentina, Silvina Alejandra Pereyera, de 40 años, y Carmen Lopardo, de 80 años. Además otros dos ciudadanos del país Latinoamericano sufrieron heridas de diversa consideración. Una de ellos era turista y el otro residía en la ciudad condal.

Pasar a la normalidad

Los pasajeros que llegaron en el primer vuelo del sábado a Gran Canaria procedentes de Barcelona se mostraron con el miedo en el cuerpo después de los acontecimientos del pasado jueves. La mayoría eran catalanes que llegaron a la Isla con la intención de pasar unos días, una forma de desconectar del caos en el que se ha convertido la capital catalana después de sufrir el mayor atentado en España desde el 11M.

La mayoría no se afectó directamente por la masacre, pero el pasado jueves lo pasaron con angustia, llamando a sus amigos y familiares, a la espera de que ninguno estuviera en las inmediaciones de la Rambla en esa tarde. "Fue toda la tarde llamando, mirando el whatsapp y las redes sociales, sin salir de casa, ni se nos pasaba por la cabeza", señalaron muchos pasajeros en la terminal de Gando.

Entre el mar de maletas y a la espera del agente de viajes, Laia Ester apuntó los motivos por los que pudo evitar el centro de Barcelona en la tarde del jueves; no obstante, trabaja en una agencia de aduanas en la misma Rambla. "Por suerte empecé las vacaciones y me libré de todo, pero el susto se te queda, me puse en contacto con mis compañeros enseguida para asegurarme que no les había pasado nada", indicó Ester. Ahora le toca disfrutar de unos días de vacaciones junto a su marido, Jordi Pinyol, y su hijo, lejos de la situación que vive la capital catalana estos días.

Encarnación Arroyo y Manuel Ramírez visitaron Gran Canaria hace dos décadas cuando se casaron, ahora les tocaba repetir con sus hijos, Borja y Lucía, pasar unos días lejos de los problemas por los que está pasando Cataluña. "Vivimos en Cornellá, que está a las afueras de la ciudad, pero escuchamos todo el día las sirenas y no paramos de ponernos en contacto con los familiares, ni se nos ocurrió acercarnos a las Ramblas", señaló Arroyo.

Seguridad y controles

En la fila de espera de la oficina de alquiler de coches, Joan Buxo y Rosalina Linya relataron la situación que se vive en estos momentos para salir de la ciudad condal. Lo consiguieron después de cruzar múltiples controles policiales en la madrugada a lo largo de la autopista entre su barrio, al norte de la capital catalana, y el aeropuerto de El Prat. "Nos sorprendió que en El Prat no habían muchos controles, pero es verdad que en todas las entradas y salidas de la ciudad está lleno de policías supervisando al milímetro", comentó Linya.

Las medidas de seguridad también se reforzaron en el aeródromo grancanario. Distintas cuadrillas de la Policía Nacional estuvieron vigilando la terminal de vuelos y los aparcamientos exhaustivamente. Aunque, a pesar de este incremento de medidas, palpable para el ciudadano en ciertos lugares de la geografía española, el Ministerio del Interior ha decidido por el momento mantener el nivel 4 de alerta terrorista, en una escala de 5, vigente en todo el territorio nacional desde junio de 2015.

La mayoría de catalanes que llegaron a Gran Canaria pasadas las 10 de la mañana de ayer, en un vuelo de la compañía Norwegian, esperan ahora pasar unas vacaciones en familia o con amigos lejos del ambiente triste y desolador que se respira en su ciudad.