Marta, nombre ficticio, tiene sueños e inquietudes. Quiere estudiar y labrarse un futuro. En su cara se ve la ilusión propia de una adolescente, está en esa edad. Pero, a diferencia de muchas de sus amigas, su tutela ha sido retirada a sus padres y es responsabilidad de la Comunidad Autónoma, reside en un lugar gestionado por un Cabildo, que encarga el día a día de su control a una ONG. En su vida ha conocido experiencias de diverso tipo a las que no se suelen enfrentar los de su generación. No hace mucho, una compañera del centro le preguntó si quería ganar unos euros y tener todo lo que no podía conseguir. En definitiva, si le gustaría mantener relaciones sexuales con hombres a cambio de dinero, tal y como lo hacía ella misma. "Me negué, más de una me ha animado, te dicen que es la única salida que hay, que tienes que probarlo", responde Marta, segura y decidida en su negativa a la propuesta.

La prostitución es una realidad que ha visto desde la distancia, pero le basta esto para afirmar que se convierte en una espiral de la que es difícil salir. En los últimos dos años la Policía Nacional ha desarticulado dos redes de trata de mujeres, adultas y menores, algunas de ellas bajo custodia de la administración pública, en Gran Canaria y Lanzarote. No obstante, también se han dado a conocer por la Fiscalía casos de menores que venden su cuerpo en Tenerife y Fuerteventura.

Las organizaciones criminales descubiertas se caracterizan por captar a chicas de diferentes edades, algunas de ellas menores tuteladas por la Comunidad Autónoma que viven en centros gestionados por los cabildos. La voz de alarma ha saltado al tratarse de grupos que se lucran con la explotación sexual de menores en situación de desamparo, con familias desestructuradas o graves problemas económicos. Se trata de adolescentes que viven amparadas y sin restricciones de carácter judicial por lo que pueden salir dentro de unos horarios establecidos.

Un secreto a voces

Marta sabe "perfectamente" que hay chicas en los centros de acogida de menores de las Islas que se prostituyen. Se podría decir que es un secreto a voces, puesto que hay quien intuye o cree conocer estas circunstancias. "Claro que lo saben, todos, intentan ayudarlas para sacarlas de ahí, pero no veo que sirva de mucho, pienso que no hacen lo suficiente", asegura. Es más, cuenta que "más de una vez las han traído de vuelta por prostituirse".

Esta joven se muestra crítica con la falta de contundencia de quienes opina que podrían hacer algo más. "Les dicen que es una pena que estén metidas en eso, pero al final se desentienden cuando tienes más de 18 años". Es decir, echa en falta más herramientas de apoyo. Precisamente, el Ejecutivo regional ha dado a conocer que cuenta desde hace poco con personal especializado en trata y abuso de menores. Expertos integrados en una ONG que da formación a los técnicos de instituciones y al personal de los centros de acogida. De esta manera, el Gobierno intenta reforzar las medidas de protección para menores vulnerables.

La cercanía de la mayoría de edad supone un reto, asegura Marta. No obstante, la administración pública deja de tutelarlas en ese instante. "Cuando cumplen 18 se ven en la calle, porque ya no pueden vivir en un centro y se buscan la vida, entonces pueden pensar que prostituirse es lo último que les queda", relata. "Pero claro que tienen otras salidas, puedes estudiar y trabajar en otras cosas", apunta la joven, quien tiene claro que le gustaría tener una buena profesión en unos años.

Muchas de las chicas que vivieron esta situación cuando eran menores siguen inmersas en este mundo años después. Marta tiene una conocida que, ya con 19 o 20 años, ha seguido vendiendo su cuerpo. Incluso algunas, ya fuera, siguen intentando captar a chicas de los centros una vez han dejado de vivir en ellos. Hay trabajadores que tienen constancia de una joven que residió en un hogar de Gran Canaria e hizo las veces de captadora en distintos viajes que realizó a otras islas en busca de chicas internas en centros de menores. El objetivo era atraerlas a este negocio.

En marzo, la Policía Nacional anunció la desarticulación de una red de prostitución que utilizaba a menores de centros de acogida de Lanzarote. En total, los agentes se encontraron a tres adolescentes que pernoctaban en uno de los pisos donde habían acabado. Según la consejera de Bienestar Social del Cabildo lanzaroteño, Maite Corujo, se dio la voz de alarma cuando el personal que trabajaba en el centro se percató de que una de las chicas "manejaba cantidades de dinero fuera de lo normal". Precisamente fue esta joven que "alardeó del dinero" la que "arrastró" dentro de la trama a las otras dos menores implicadas. Un modus operandi que coincide con el testimonio de varias residentes en hogares de menores de Gran Canaria.

En una calle cualquiera de Las Palmas de Gran Canaria dos chicas hablan de sus cosas, se ríen y ven pasar la tarde. Ambas residen también en un centro gestionado por el Gobierno de Canarias. Una de ellas, María, nombre ficticio, tuvo hace poco una compañera que llegaba siempre con "ropa nueva y playeras caras". ¿De dónde sacaba todo eso? Lo desconoce, pero se hace una idea. Sabía que su amiga ejercía la prostitución y, es más, ésta la animaba a hacer lo mismo. "Me decía que lo probara, que así podía tener cosas, pero ¿yo? No entré por el aro, qué va", apunta, segura de sí misma.

María ha sospechado de otras de sus compañeras internas, aunque estas nunca se lo han contado a la cara. Si el hecho de residir en un centro de menores, apartadas de un domicilio familiar estable, las puede avergonzar, vender su cuerpo podría ser considerado un agravante. Su amiga se sorprende con el relato, no se imaginaba que esas chicas a las que conoce estuvieran inmersas en ese mundo. No obstante, la prostitución de menores en estos centros no es un hecho generalizado, pero su existencia de por sí es un hecho que, sin alarmismo, debería ser alarmante, al hablar de jóvenes que están bajo el amparo de las administraciones.

Ambas adolescentes rechazan que personas sin escrúpulos se aprovechen de jóvenes en situaciones de vulnerabilidad, como sus compañeras. "Me parece fatal que abusen así de ellas, es gente que sabe que están necesitadas y que pueden hacer de todo con tal de conseguir algo de dinero, se benefician de su mala situación", explica María.

En su caso, la joven corrobora la versión de Marta del miedo a quedar desamparada una vez cumplen 18 años. "Piensan que no hay otra salida y entran en ese mundo, y luego la mayoría no sabe dónde se ha metido", afirma.

Lo cierto es que la prostitución es uno de los tantos problemas a los que tienen que hacer frente estas menores. Vivir en un centro de acogida "te marca", repiten varias chicas. En el instituto, por ejemplo, los estigmas y dedos acusadores se multiplican rápidamente si llegan a conocer esta situación.

En muchas ocasiones estos adolescentes tienen que lidiar con otros problemas: delincuencia o adicciones. "Lo peor es que lo hacía por droga", apunta María sobresaltada sobre su antigua compañera. A veces el dinero no es la única moneda de cambio, conseguir una raya de cocaína o un trozo de hachís podría valer una felación.

La lucha por parte de los trabajadores sociales contra esta lacra se complica cuando se tiene en cuenta una de las realidades de estos centros: fugarse es una práctica que ocurre día sí y día también. Por eso no es de extrañar que tanto María como Marta afirmen que algunas de las compañeras de las que ellas saben o sospechan que ejercieron la prostitución acabaron por marcharse y ya no volvieron a saber más de ellas. Al final se trata de un cúmulo de situaciones que las sume en una espiral de problemas de la que es difícil escapar. Y las administraciones no conocen bien el modo de abordarla.