Su capitán, Alejandro del Pino Armas, sorprendido aún por el galardón, reconocía ayer que ha sido un "premio a la constancia" tras diez años participando en el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria junto a un grupo de amigos. El premio, dotado con 1.350 euros será utilizado para mejorar el vehículo.

La Guagua descarrozada salió en la parrilla de salida con el número 32 a las siete de la tarde de El Sebadal y llegó a la meta -parque de San Telmo- a las once de la noche tras tirar 300 kilos de caramelos entre los viandantes que presenciaban la Cabalgata y tras un pequeño desasosiego a la altura del Club Náutico cuando se les cortó de repente la música y las luces de la pista de baile en pleno movimiento de caderas.

"Fue un grupo de carnavaleros que se emocionaron tanto con la música que se subieron a la carroza y cortaron el sonido sin darse cuenta", comenta Del Pino.

El grupo de carroceros -38 amigos- salió embutido al más estilo Fiebre del sábado noche con un toque futurista y con las viandas pertinentes para pasar una tarde de fiesta. Ninguno sabe aún el impacto que pudieron provocar en el jurado que tomaba nota del centenar de carrozas.

Alejandro del Pino cuenta que todo comenzó cuando hace 11 años probó a vista de pájaro de Cabalgata la emoción que proporciona desfilar sobre una carroza. "Soy carnavalero de calle, pero cuando subí me gustó tanto que dije: yo quiero una para mí. Al año siguiente convencí a unos amigos y preparamos la primera carroza".

Desde entonces se ha ido bajando y subiendo gente a la misma cada Carnaval. Se han ido mejorando detalles en el vehículo como la incorporación de un segundo piso y se ha ido reciclando material para que no haya que desembolsar mucho dinero.

Este año, entre el diseño de la carroza, disfraces, personal de seguridad, chófer y viandas se gastaron unos 9.000 euros, que gracias a las aportaciones económicas que realizan las empresas para las que trabajan algunos de los carroceros - entre ellos hay conocidos hombres del mundo empresarial- se hace más llevadero.

"Si no tuviéramos ese apoyo desinteresado en la sombra no sería posible", reconoce.

La creatividad del grupo es otro componente fundamental a la hora del "tuneado". La idea de llenarla de globitos partió de un miembro del grupo, pero tuvieron que probarlos previamente camino del Sur para ver si resistían el viento y el envite de la circulación.

Entre los componentes de la carroza, Alejandro del Pino destaca a Julián, el chófer que desde hace una década los hace desfilar al son de la música sin brusquedades en los arranques y en las frenadas. "Es una suerte porque además conoce la máquina ya que es una guagua de las antiguas y el fue conductor", añade.

Alejando del Pino no se olvida tampoco del personal de seguridad, tan imprescindible en este particular Callejeros Fiesteros que permite a los que están sobre la carroza divertirse sin estar preocupados por quién intenta colarse. "Montar una carroza es una responsabilidad muy grande y no sólo por el equipo de música que llevas", añade.

Su periplo carnavalero no ha terminado aún. Su próxima cita será en Maspalomas.