Agárrame la peluca!", le dije a mi madre, que fue segunda dama en su tiempo. "Te juro por Johnny The Pioneer -Juanito el Pionero, para el que no se maneje con el inglés-, que yo no he visto cosa igual", grité con tal brío que casi se me cae el cafeileche sobre la tablet del Cash Converters que me trajeron los Reyes el mes pasado. Yo me he hecho muy del Twitter, porque era del Tuenti, pero parece que peta, y no me voy a quedar fuera de las redes sociales, que es ahí donde se sancochan hasta los pactos de gobierno. "¡Tongo, mamá, tongooo!" Mi madre, con el mandil a lo Kandinsky de manchurrones de las tortillas de Carnaval, casi se me cae por el pasillo... Que yo no les voy a aburrir, pero ella está delicada desde que se operó de la cadera y una mala caída, ya se sabe... Bueno, pues eso: "¿Qué fue, mi niña? Fuerte pitadera".

¿Que qué fue? Un cruce de acusaciones, un duelo de titanes, una batalla en la cumbre (en la cumbre metafórica, no en Tejeda). El Partido Popular, en su cuenta local de Twitter, acusa al concejal de Ciudad Alta, es decir, a Mario Regidor, de favorecer a una candidata a Reina de este nuestro Carnaval, financiando parte de su traje, más concretamente el del CIFP Cruz de Piedra.

Las nubes se ciernen sobre La Isleta, la tierra tiembla en el Istmo. "¿Y yo? Yo que vivo por y para la fiesta, yo que tengo un póster escala 1:1 de Soria el año que se disfrazó de Elvis, yo que pedí trabajo en Astican para estar cerca de las plataformas", le espeté a mi madre entre sollozos, con todo el rímel corriendo cual vertido de Las Alcaravaneras. "A ti no te hace falta, quería, que tú llenas el traje, porque es saber llevarlo, que además para eso te hago yo los potajitos con gofio, para que tú estés fuerte y puedas cargar con el tocado, que las cervicales te sufren, mi niña"...

Inconsolable, poniéndome una y otra vez Mami, qué será lo que quiere el negro, de mi playlist de clásicos del chiringuito de Feluco, no vine a coger resuello hasta que pegó la segunda fase de las murgas y tiré pa'l parque. A eso de la una de la madrugada, afónica perdida del frío -que me vine arriba y no me llevé la pelliza por aquello de la eterna primavera- juré ante la estatua de Lolita Plumas: "A dios pongo por testigo de que jamás volveré a presentarme sin subvención". ¿Es que ustedes saben a cuánto está la tonelada de lentejuelas en El Kilo, mis niños?