"Mira hacia arriba como si buscaras el Universo". Dentro del Miller algo se mueve. Fuera, cientos de chiquillos ensayan en la plataforma del Santa Catalina para los bailes de la Gala chica. Cuando terminan, con unos padres privados de su juicio por fuera de la valla por las gracias de los enanos, 15 bailarinas comienzan a estirar piernas y brazos.

Allí está Rubén Tenesor Pérez, un teldense que se estrena en este 2016 como coreógrafo en jefe de las oberturas de las dos principales galas, la de la Reina y la Drag. Cuando el Carnaval capitalino comenzó a despegar después del mormo franquista, las galas, que aún ni recibían el nombre, eran más bien una suerte de escala en hi-fi en unos escenarios de fortuna y unos bailes ensayados a cuatro pasos en el patio de un vecino, en unos números que incluían sus majadas de ñoños, taponazos de tarima al suelo y eventuales olvidos de la secuencia coreografiada.

Eso se acabó. El Carnaval del XXI es una producción televisada en directo y Canarias no va a quedar a ojos del mundo como si la isla tuviera un juanete. Y es por todo esto que Rubén T, como él es más conocido en buena parte de este mismo mundo, se lo toma tan en serio como si estuviera dirigiendo la mismísima Academia Vagánova de Ballet.

Ahí lo tienen en medio de 15 bailarinas no profesionales, que harán pella los días de las galas con otros tantos que sí lo son. Estas 15 jóvenes han sido seleccionadas en un casting organizado en su momento en La Isleta en el que participaron otras "chorrocientas" bailarinas, según los cálculos de su ayudante Ramón Acevedo, lo que indica el gran ánimo de meneo de la población isleña y que de momento más que garantiza el relevo generacional.

Las 15 perlas, porque harán de perlas según la misteriosa pista que ofrece Rubén T, son 30 ojos como platos observando cada indicación del jefe tutú, y otras 30 orejas escuchando como lechuzas cualquier mínima indica- ción sonora.

Si él pide brazos en alto como si buscaras el Universo, que ya es la segunda vez que aparece esto en el folio, allá van los dedos apuntando a Andrómeda, y lo que parecía en principio un rebumbio sin mucho sentido al poco va cogiendo formas y maneras a medida que va llegando gente y más gente. Por allí entran figurantes a decenas, y también los 1 bailarines profesionales, como Jessica Benítez, profesora de la escuela Salvador Manrique de Lara de Santa Brígida y que ratifica que una gala de carnaval se ha convertido no solo en una cosa de lo más seria, sino además de lo más rigurosa y exigente.

Con ella están otros bailarines de la tierra pero llegados de Madrid o de Portugal, como Ángel Suárez, o acróbatas como Aday Velasco, que deben, según Benítez, "dominar prácticamente todos los estilos, desde el jazz al lírico contemporáneo o el charlestón", como es el caso.

Rubén T, que también dirige la escuela de ballet de su mismo nombre en Telde, y que comenzó sus primeros pasos con Lorenzo Godoy a los ocho años para actuar en Londres, Nueva York, Madrid o Barcelona, asegura que la producción de aquella gala primigenia de teatrillo tapado con sábanas se ha hecho con el tiempo tan compleja como la que requieren musicales de la talla del Rey León, en el que también ha participado. "Por ahí anda el nivelazo", ilustra.

Pero con más tensión aún. "Son apenas 15 minutos en los que te lo juegas todo a la vez", donde salen sin red, "en directo ante miles de personas y televidentes", con cambios de ropa de apenas dos minutos y con la incertidumbre de un buen número de bailarines y figurantes que no son profesionales y que en ocasiones se bloquean.

Fuera del Miller, en la tarima del parque, ya está todo dispuesto para el primer ensayo. La también coreógrafa Montse Colomé da unas cuantas órdenes a los figurantes. Israel Reyes, director artístico, al grupo al completo. Rubén T organiza a los suyos, formando una especie de Tetris. Cuando empieza la música se funden las partes, y funciona. Ahora hay alguien abajo, en el patio de butacas, "con los pelos como escarpias".