Había palmeros y nieve carnavalera. De cine. El polvo que levantaron ayer los miles de indianos que salieron a las calles de Santa Cruz de La Palma llegó pasada la media tarde al casco viejo de la ciudad con la celebración del Carnaval Tradicional, -los dos actos coincidieron en fecha- donde también se concentraron miles de mascaritas vestidas de blanco para disfrutar de la polvareda que se levanto en la Carretera del Centro en cuanto la Banda de Agaete entonó el Carnaval, Carnaval, Carnaval te quiero. Aproximadamente 5.000, según datos de la Policía Local.

Olga Falcón e Isabel Cuervo, amas de casa y pasada la cincuentena, confesaban que venían "sin polvos" a la fiesta pero a pasarlo bien con el ambiente divertido que provocaba el gentío en el mismo barranco del Guiniguada, cortado en sentido norte y sur a la altura de la calle Mendizábal y Obispo Codina. "Vamos a todos los festejos; a los polvos, a la cabalgata, al entierro de la sardina. El sábado lo pasamos de escándalo bailando en un club de jubilados", explicaba Olga.

No hizo falta que llevaran talco porque en pocos minutos sobraba polvo en el ambiente para dar y tomar a todo el transeúnte que se colara en la zona acotada por la policía local. Tanto es así que muchas mascaritas llevaban mascarillas y gafas de operario o de piscina -incluyendo los miembros de la banda de Agaete- para poder maniobrar por el arcén.

La climatología ayudó a aliviar la congestión nasal de las mascaritas con un ligero viento que mandaba la polvareda para el norte de la Isla y no apta para asmáticos ni personas resfriadas.

Olga e Isabel acudían a la fiesta con sus mejores galas, aunque éstas fueran de mercadillo. "La falda es un vestido con la espalda al aire que compré en Fisaldo por 2 euros y de chal llevo un mantel; entre Fisaldo y los mercadillos consigo de todo. Tú dime el qué y yo te lo consigo. Ya tengo organizado en casa el del charlestón, rumbera y viuda para estos días", puntualizaba Olga, la más habladora.

No todas las mascaritas debían conocer que se trataba del Carnaval Tradicional porque algunos se saltaron el protocolo y, al igual que ocurre en las romerías, decidieron asistir al evento blancolor en pantalón corto y camiseta como si fueran a la playa. Lo mismo ocurrió con los polvos, que impregnaron algunas calles adyacentes al Guiniguada.

El barranco de Guiniguada se envolvió de golpe en una nube blanca al son de la música de Agaete y algunos turistas inmortalizaban el polvo en suspensión. Eso es lo que hacía Giorgio Nostrini, vecino de Milán, que estos días disfruta de unas vacaciones en la Isla con su mujer María Elena.

La pareja de jubilados italianos vino el pasado miércoles a visitar a una cuñada, que se ha comprado una casa en La Minilla, y desde entonces han conjugado turismo por toda la Isla con los Carnavales. No se habían perdido ninguno de los festejos, incluidas las retransmisiones televisivas de las carnestolendas chicharreras. Estaban encantados de haber podido vivir las fiestas, aunque no podrán acudir al concurso de elección de la Reina porque este miércoles parten para su ciudad. Se llevan, afirmaban, un bellísimo recuerdo de Gran Canaria.

Respecto al espectáculo de polvareda que contemplaban, Giorgio se reía, mientras que María Elena aseguraba que era mejor que los de su tierra. "Allí echan espuma de afeitar", puntualizaba, mientras se mostraba encantada con el perfume que el talco dejaba en el ambiente.

El aroma del talco impregnaba el barranco, aunque unos metros más abajo -en las cercanías del Teatro y la estación de Guaguas- el hedor de un mar en reboso invitaba a taparse la nariz. La fragancia no era perceptible para las mascaritas que llegaban en guagua tarde al evento ya que caminan ligeras hacia el barranco con el bote de talco en las manos, listo para derramar sobre cualquier cabellera que se pusiera en el camino. La marea humana tiñó de negro el asfalto de la Autovía del Centro de un blanco nuclear que parecía nieve recién caída. Las mascaritas veteranas ya no se distinguían de los jóvenes salvo por los selfies que se hacían con los móviles entre polvo y polvo. A la cita del Carnaval Tradicional no faltó ni la negra Tomasa -Adrián Martín Tacoronte-, aunque ésta viniese de Gáldar. Era tal la expectación que provocaba entre los indianos con un "vestido nuevo para la ocasión" que no podía dar dos pasos sin que le solicitaran una instantánea.

El Carnaval Tradicional volvió a colocar a Vegueta en el epicentro de la fiesta más transgresora de la ciudad, como con el Carnaval de Día. La fiesta continuó durante horas, y al cierre de esta edición las mascaritas se divertían en el parque Santa Catalina.