"De aquí han salido en los últimos tres días más de 400 boas, que se agotan según llegan, por lo que en la calle ya hay miles, y también flecos, kilómetros de tiras de flecos, y un número sin cuantificar de lentejuelas, galones y piedras". Trastienda de El Kilo de San Bernardo. Su encargado, Rubén del Rosario, hace cuentas con el administrativo Sergio Bandrés del zafarrancho de combate en el que ha entrado el emblemático establecimiento, sede neuronal del diseño carnavalero grancanario. Fuera, en la zona de venta, decenas de clientes van 'desertizando' la tienda a medida que se renueva la mercancía.

Una mercancía que ayer, en la gala de la reina del Carnaval, se pudo observar en forma de diseños de comparseros, murgueros y en el de las propias candidatas, ya que el grueso de sus telas y abalorios salen de la Internacional Merchants Company, o Intermeco, el auténtico nombre de El Kilo.

¿Intermeco? Llamemos a su exgerente, Pepe Juan Correa, para que arroje luz a esta insólita pesquisa. Hace 52 años, según Correa, el establecimiento abrió con la idea de despachar ropa de hogar al mayor. "Toallas a kilos", una idea original que no funcionó en un principio pero que bautizó la tienda popularmente aún cuando se pasó a la venta al detalle. Lo que no varió fueron sus contactos internacionales. De Estados Unidos, Europa y gran parte de Asia se surtían sus alacenas con todo tipo de enseres, desde las perlas cultivadas japonesas -que abastecían los joyeros de la Casa Real de España-, hasta los primeros televisores alemanes Grundig, a 5.900 pesetas, de cuando se programaban dos horas de televisión al día. "Hubo que cerrar la tienda y despacharlas por números", recuerda Correa.

Con otra sucursal en Santa Cruz de Tenerife inicia su especialización en la parranda carnavalera cuando la cita aún se llamaba Fiestas de Invierno. En la ya citada trastienda existe una sublime colección de aquellos primeros carteles chicharreros, mientras en Gran Canaria el carnaval aún no había nacido, salvo en casas o en sociedades en formato estraperlo.

Al año de morir Franco se cambia el nombre por el de Carnaval. La mercancía que llegaba a Canarias vía El Kilo era el triple para la isla vecina que para Gran Canaria. Hasta que se iguala a mitad de los 80. Como cuando Marco Polo, El Kilo acercaba a los isleños exóticas telas y brillores de Tailandia o sofisticados cachivaches de Norteamérica. De la India, con la creciente novelería por la mascarita, llegan proveedores exprofeso desde la India, en un curioso mecanismo que se activa a partir del minuto uno en el que se anuncia el tema de cada año. Desde ese instante se reprograman los almacenes.

Sombreros de gánsters, interminables filtros de cigarro, plumas, y lo dicho, boas, a kilos, como el propio nombre del establecimiento dan forma al Carnaval de los años 20 propuesto para este 2016.

En paralelo van entrando los grandes compradores, ya no por kilos sino por toneladas, para vestir a grupos enteros de comparsas y murgas. Y en otro nivel, los diseñadores de los trajes de las candidatas a reina, con productos más refinados y muchos más caros, a veces con facturas de doce mil o quince mil euros solo en material.

Aquí es donde Rubén del Rosario, que para más inri es comparsero del grupo ganador de este año, una máquina de fabricar premios llamada Baracoa, se lo pasa "increíblemente bien", despachando telas exclusivas para unos y otros y de alguna manera participando en el diseño final de los participantes en las grandes galas.

Pero también en de las mascaritas de a pie. "Entran con una idea y aquí se la desarrollamos", asegura sin perder la cara de fiesta, el mismo espíritu con el que a lo largo de medio siglo han engalanado a personajes como Lidia Lozano, Lola Flores, Julio Iglesias, Adolfo Suárez, "su mujer y su hijo", como recalca Correa, Antonio Machín, "que era de la casa" o Rocío Jurado, ilustra por último el exgerente antes de que se agote la libreta de apuntar.

Mientras, rianga a más perlas, pegamentos, tijeras por el mostrador para fuera, y eso que es a partir de esta semana lo fuerte, como si lo despachado hasta el momento fuera un mero entrenamiento.