En la calle Luján Pérez, en pleno corazón de La Isleta, en el número 53 para más señas, existe una floristería de nombre Flor Moderna, un coqueto despacho de flores, lo mismo vivas que liofilizadas, en cuyo escaparate se reproduce el mágico número de 17 perros domados por una Nancy con miriñaque, complejo moño y látigo plateado.

Los animalitos ofrecen números de funambulismo, equilibrios con pelotas, saltos imposibles sobre el trapecio y números de escalera, entre otras imposibles virguerías que representan la época dorada del Folies Bergère, el que fuera el primer teatro de variedades de París, inaugurado en 1867 y que fue retratado para la inmortalidad por el pintor impresionista Édouard Manet para a partir de ahí pasar a mejor vida.

En ese Folies Bergère, según los reportes de la época, se sucedían insólitas postales traídas de lugares tan exóticos como lejanos, como el mago prodigioso "que tragaba serpientes vivas, y que de su estómago sacaba collares de perlas del Oriente que ofrecía a las señoras" y que se convirtió en los años 20 que nos ocupan, con su fachada art decó, en uno de los referentes parisienses de aquella época.

Se diría que mucho para un simple escaparate, pero es que resulta que las vitrinas de fachada de Flor Moderna, que comanda el florista Néstor Ojeda Naranjo, no son cualquier cosa, y allí cuando se presenta al concurso del asunto que por motivo del carnaval convoca la Sociedad de Promoción se lleva el gato al agua.

Con dos participaciones, y dos primeros premios, Ojeda apunta alto de nuevo con una representación que, además, es puro reciclaje. La misma bicicleta dorada que espera a que uno de los 'artistas' haga con ella una cabriola "me la trajo un trabajador del servicio de limpieza. La encontró tirada encima de un contenedor de La Minilla el pasado día de Reyes. Evidentemente estaba predestinada a Flor Moderna".

El rato con Néstor es de lo más pedagógico. Los cartones que ahora forman el repujado artesonado que cubre la escena "fueron recogidos los lunes, que es el día en que los chinos tiran las cajas en La Naval". Y hasta la propia Nancy llegó lisiada y ahora aparenta, con sus labios pintados al estilo boca chica, por no poner boca chocho, una irresistible domadora de armas tomar.

El proceso dura unos tres meses, desde que por arte de la inspiración le llega la ocurrencia a un proceso que continúa con la aportación de buen rancho de personas.

Los perros están esbozados en un papel que enseña Néstor y sobre los que recorta el cartón que les da forma.

El complejo miriñaque funciona como estructura del escueto traje de la artista es obra de Orlando Curbelo. El peinado, para el que se utilizó una botella para darle forma, de Víctor Rosado. Las harto sexis medias fueron confeccionadas por Teri Naranjo, tía de Néstor, mientras que el maquillaje es cosa de Rubén Faubricio. El dibujo en tres dimensiones previo al resultado final es de Gil Valdés, y hasta el título de la obra, Cannaval, para enamorarme de ti, tiene autor propio: Mario Cabrera.

El resultado es un pequeño circo donde brillan los dorados, los blancos y el rojo teatro al que también recurría Toulouse Lautrec para impregnar en sus cuadros el ambiente, entre sórdido y enigmático, de unos locales que, como el propio Folies Bergère, también transitó, por no decir que habitó durante interminables veladas de música, baile, magia, humo y copas.

En las dos ediciones anteriores tampoco estuvieron flojas las propuestas de Néstor, aunque señala que fueron diseñadas por el escaparatista Andrés Cabral. Con el primero de ellos, Tras la frontera de los sueños, recreó un mundo onírico de gnomos, en donde un palo con ojos, entre otros elementos, se convertía en un árbol drag.

Y con el segundo, también primer premio de escaparates en 2015, se lanzó a crear El capricho del sultán, un tremendo diorama en el que daban ganas de meterse formado por una parranda de Barbies recicladas dispuestas a entretener durante mil y una noches. "Así te lo cuento", sentencia con una sonrisa malévola el propio Néstor.