La noche se ha apoderado de la ciudad y hace frío. Pero ninguno de esos dos factores incontrolables por el ser humano son impedimento para que un par de decenas de mascaritas se den cita en el conocido Intercambiador de Santa Catalina. Plumas, lentejuelas, faldas de tul, gorros de gánster, perlas y la boquilla kilométrica para el cigarro, eso que no falte que es muy de los años 20. Todo sea por cumplir con los dos objetivos del encuentro. El primero: pasarlo bien y pegarse un buen baile. El segundo y aún mucho más importante: anunciar otra vez -y a cuatro días de que acabe- el Carnaval por las calles de la ciudad subidos a una espectacular y divertida carroza.

Doce metros y medio que se transforman en 16 de largo con el camión, cuatro de altura y 2,5 de ancho son las dimensiones del vehículo que la Asociación Recreativa y Cultural La Carroza pone a disposición de las carnestolendas desde hace más de una década, tal y como cuenta el presidente de la entidad, Álex Cabrera, poco antes de que arranque la aventura que tendrá paradas en calles como León y Castillo, Mesa y López, Juan Rejón, Belén María, Pedro Infinito, el Paseo de Chil o Escaleritas, entre otras muchas. "No tenemos límites en el recorrido que acabaremos en el parque de Santa Catalina", explica a punto de subirse a la carroza en la que también ha paseado la Unión Deportiva Las Palmas después de los dos últimos ascensos a Primera. "Es que somos el escaparate de la capital", apostilla, "verás el efecto que provoca". Tiene razón.

El efecto luces y música es contagioso. En la parte de arriba del vehículo -en el que seis personas velan por el buen mantenimiento y curso del evento- es donde se concentra la gran marcha gracias a personas como Lucía Ortega y su grupo de amigos que disfrutan del paseo en la carroza anunciadora como preliminar a la Gran Cabalgata del sábado. Todos se están estrenando y aunque coinciden en percepciones, es Ortega la que como portavoz se pronuncia al respecto de la fiesta. "Está muy guay y creo que esto sí anima a la gente", señala.

Muy cerca de los veinteañeros, también con la peluca al viento, otro grupo de amigas ataviadas acorde a la alegoría se afana en cumplir las dos citadas misiones de la noche. Se hacen llamar las Heredias y Carmonas, se conocen la gran mayoría desde la infancia y no hay sarao que se pierdan. "Este es el séptimo año que venimos a subirnos a la carroza", explican. ¿El motivo? Lo bien que se lo pasan y las vistas nocturnas de la ciudad que tienen desde lo más alto del vehículo anunciador. "El primer año que participamos no lo teníamos muy claro, pero al final nos animamos y vinimos a probar y así nos quedamos, probando", apuntan entre risas.

En esta ocasión, además, las Heredias y Carmonas tenían que hacerlo por otra miembro del "clan" que ha venido específicamente desde Alcalá de Henares, donde reside, para vivir la experiencia. La visitante es María M. C., pacense natural de Villanueva de la Serena que, además de pasárselo más que bien, vino a toparse en territorio canario con un paisano del eterno pueblo rival, Don Benito (que no tiene nada que ver con Galdós). Por suerte no hubo sangre, tan solo purpurina. ¡Es la magia del Carnaval!

También están entre los presentes la Reina de las fiestas, Paula Miranda, así como varias de las candidatas que aspiraron a la corona y algunos drags. Viendo la alegría que todos ellos tienen y la jarana que han montado en apenas unos pocos metros que ha avanzado la carroza, no cabe extrañarse que los que no están subidos en ella terminen también por entregarse a la causa. Ya sea desde el balcón del quinto, del tercero o de la puerta del portal, allá por donde el camión pasa los vecinos salen a saludar. Desde todos los ángulos posibles y de los puntos más recónditos, se pueden vislumbrar manos en alto sosteniendo el móvil o tablet (los hay que salen muy preparados a la calle) para inmortalizar el momento. Más de tres horas duró el recorrido que se saldó con sobredosis de diversión y una apertura de apetito para lo que todavía queda por delante: la Gala Drag, la Gran Cabalgata y el Entierro de la Sardina.