Tampoco este año pudo ser. La puñetera lluvia impidió que la reinona de Los Locos años 20 pudiera desfilar ayer en la Gran Cabalgata. Tendrá que esperar hasta el próximo año. En su lugar lo hizo Nelson Rodríguez Valquiria, Drag Queen 2015, magnífico en su traje de príncipe drapeado, que arrancó los aplausos de miles de mascaritas que no dejaron de mirar de reojo al cielo durante todo el desfile por temor a que la inoportuna lluvia descargara de nuevo. Y todo fue de maravilla hasta que poco después de las ocho de la noche cayó el primer zarpazo de agua. Pero a esa hora, el personal había alcanzado ya tal nivel de enrale que daban igual cuatro gotas que cien. "Esa jodía nube que va y viene", como la bautizó una mascarita, no paró de descargar, de manera intermitente, durante el resto de la cabalgata, pero el personal siguió adelante con la fiesta.

Es el caso, por ejemplo, de Juan Luis Martín, de profesión panadero, más conocido como el alcalde de La Calzada . Al menos eso es lo que asegura, picando el ojo a sus cinco colegas y embutido en un traje de supuesto príncipe con capa roja y sombrero azul que igual puede servir para hacer de un Felipe el Hermoso caído en desgracia que de escachado príncipe Encantador. Juan Luis advierte al comienzo del desfile, en las inmediaciones de la plaza de La Feria, que su cuerpo "acaba de alcanzar" los 500 hercios. "Cuando llegue al parque Santa Catalina, ya habré llegado a los 850 hercios, lo máximo", gracias al agua de fuego que se está metiendo entre pecho y espalda.

Ya ha perdido la cuenta de los tanganazos de "agua azucarada" que se ha tomado, exclama divertido, en medio de las risas y fiestas de sus cinco acompañantes. Juan Luis acaba de ingresar hace apenas un mes en las filas del paro y se dispone a sumergirse, nunca mejor dicho, en uno de los mejores carnavales de su vida. "Me he pasado veinte años trabajando de panadero y esta noche voy a sacar las tripas de miseria", exclama mientras a su lado las componentes de la batucada Samba Isleña empiezan a calentar el ambiente al ritmo de sus tambores y, un poco más atrás, los componentes de la murga Los Melindrosos, maravillan al personal con sus preciosos trajes de Robin Hood. Juan Luis se despide lanzando una alabanza al poder igualador de las fiestas carnavaleras. "No hay nada como estas fiestas. Me encantan porque cuando llega esta época todo el mundo se olvida de los problemas y se divierten en paz", sostiene.

La hija de uno de los fundadores de Los Melindrosos, Eva Santana, da fe de que por sus venas corre sangre carnavalera. Disfrazada de tierna hada Galleta, Eva, una enana con poco más de un año, lleva una marcha que no se puede aguantar. Es escuchar la música y Eva se lanza a bailar como una posesa, eso sí, muy seria y concentrada.

Su tía Josefa Curbelo la mira embobada. "El disfraz se lo hizo la madre. Mi hermana, la abuela de la niña, murió este año y es la primera vez que falta a la cabalgata. Era una locura por los carnavales, no se perdía uno y la niña ha salido a ella. A ella y a su padre, que fue uno de los fundadores de Los Melindrosos. Bueno, su tío también está en la murga", aclara Curbelo, mientras su sobrina no para de mover los brazos, al ritmo de la batucada.

Un poco más allá, se preparan Las Fregonas al Poder, un grupo de 20 amigos de Arucas, Telde e Ingenio, que se disfrazaron a conciencia por si la nube viajera se dejaba caer. Eligieron un disfraz superpráctico, abrigado y reivindicativo, con la capucha azul y las tiras amarillas. "Venimos a limpiar todo lo que está podrido", exclaman Lidia, María Eugenia, Pino, Montse,Dara, Javier y Andrés. El año pasado se disfrazaron todos de corazones y triunfaron, aseguran. Este año van por el mismo camino, mientras se enzarzan en una discusión sobre si debió suspenderse antes la Gala Drag Queen, en lugar de esperar hasta el último momento.

Boberías

"Tenían que haber suspendido antes. Lo que hicieron fue una falta de respeto para los drags, que invirtieron en maquillaje y otras cosas y ahora a ver quien les paga eso", dice una indignada, mientras otro considera que "la decisión es muy difícil. A ver que habrías hecho tú. El problema fue la lluvia". "Pues a mí me ha encantado como se ha celebrado este año el carnaval", zanja la discusión Andrés, miembro de la murga Los Jallaos roníaos, y las fregonas vuelven a las risas, a la fiesta, a las copas y a la bobería boba".

Mientras Las Fregonas avanzan por el desfile multicolor, Ruyman medio flota con su traje de astronauta - "todo casero, me lo he hecho en casa"-, procedente del planeta Carrizal. Viene con tres cosmonautas más, hermanos y primos y caminan pegados a una de las 125 carrozas para aprovechar la música. "Nos estamos preparando para hacer una excursión al planeta Marte", explica muy metido en su papel. A su lado, dos policías locales, uno de ellos con un medidor de alcoholemia colgado del brazo, se dedican a hacer controles a los conductores de las carrozas, mientras otros dos guardias de verdad -¿o son también de mentira?- contemplan la escena desde la acera. A todos ellos bendice desde su viejo cacharro, Juan Francisco I, papa de Arenales, mientras su escolta, formada por guardias de paisano y un miembro de la guardia suiza, que apenas se puede tener en pie, le guardan las espaldas. "Siempre hay peligro de atentado, nunca se sabe", aclara uno de los forzudos que le custodia. Juan Francisco I deArenales, - que debe estar en los selfies de media cabalgata, tal es la locura de las mascaritas por inmortalizar su imagen junto a la del pontífice apócrifo- posa, sonríe, pero se resiste a hacer declaraciones. "No oye muy bien", le disculpa uno de sus escoltas, cuya imagen se da un aire a la del presidente del equipo de la isla. La cabalgata avanza a buen ritmo y con ella brincan como baifitas siete adolescentes trasnmutadas en Increíbles. Cristina, Paula, Sara, Diana y Silvia forman parte del grupo y ya comienzan a volar solas y a exprimirle a la vida lo mejor que tiene. "Lo mejor de los Carnavales es la música y los chicos", exclama una de ellas, con una sonrisa de oreja a oreja. Es ya media noche cuando la última carroza cruza Santa Catalina.