Mientras veía desfilar delante de él enormes trajes de reinona que salían de camiones en dirección al backstage, Carlos Menéndez pensó que esa tarde haría el ridículo. Era el 19 de febrero de 1998 y acababa de llegar al parque de Santa Catalina con dos únicas cosas en la mano: un casco de colores plateados al que le había añadido dos enormes cuernos no hacía mucho y un bolso en el que guardaba el disfraz que se había confeccionado el año anterior con unos CD´s para disfrutar del Carnaval en el Mogambo. También llevaba las plataformas de 35 centímetros de altura que le habían llegado tan solo unos días antes, esas con las que había ensayado lo que había podido por el pasillo de su casa sin alcanzar a pensar que aquella tarde, lejos de hacer el ridículo, pasaría a la historia de las carnestolendas al convertirse en el primer ganador de la gala Drag Queen de la ciudad.

Han pasado 19 años desde aquel jueves en el que se convirtió en Drag Heaven, pero como viene siendo desde entonces, cada vez que vuelve al epicentro carnavalero los recuerdos afloran sobre cómo eran aquellos tiempos en los que la gente no sabía lo que era un drag, ni si quiera él. "Para mí era un concurso de disfraces en el que tenía que hacer un playback", rememora divertido quien asegura que fueron los dueños de su discoteca favorita los que le animaron participar en una gala que, por primera vez, se iba a realizar en Las Palmas de Gran Canaria.

Fue así como comenzó a idear la que más tarde sería una actuación que marcaría precedentes, no solo por conseguir la máxima puntuación. El disfraz ya lo tenía, pero aún así le añadió algunos detalles como la cola del traje. "Todo era con material reciclado, porque en aquella época era como se hacía la ropa. De hecho, yo salía con algo nuevo todos los días y me ponía unas plataformas como la de los años 60", explica mientras señala con la mano cuál era la altura que más o menos tenían aquellos zapatos que nada tiene que ver con los que tiene justo a su lado. Son los que calzó forrados de cebra aquella tarde de 1998 y que ahora protegen al paso del tiempo las cientos de burbujas del plástico con las que las guarda envueltas.

No obstante, por las dimensiones de su hogar, no fue hasta el mismo día de la gala cuando pudo ponerse toda la indumentaria que presentó bajo el título de Heaven, Metamorfosis Cibernética. Una fantasía futurista acorde al ciberdrag que él era, que lució a juego con un maquillaje que tardó en hacerse dos o tres horas "porque era también la primera vez que me lo hacía para algo así", confiesa quien gracias a esas pinceladas, más tarde, se convirtió en maquillador profesional y estilista de renombre que a día de hoy sigue entregado a la misma profesión.

Y es que su vida cambió en muchos sentidos con 22 años tras aquella gala en la que salió el tercero de los 12 participantes que se atrevieron a formar parte de una iniciativa tan transgresora como experimental que contó con escasa presencia política. "Todavía guardo el cartel con el número 3 que me pusieron en la zona donde me vestía", revela. También conserva a la perfección la sensación de caminar por primera vez sobre las tablas de Santa Catalina al son de la música con varios cortes de canciones que le habían preparado los del Mogambo en un CD bajo sus directrices.

'A quién le importa'

"Empezaba con una música de sonidos espaciales", cuenta antes de tararearla. Acto seguido sonó Samba de Janeiro a la que continuó un fragmento de la canción de Alaska con la que tanto se identificaba, A quién le importa; para terminar con la famosa Tómbola de Marisol. La puesta en escena, con cambio de vestuario incluido, impactó a los presentes que antes habían visto la actuación de las dos reinonas que precedieron a Carlos Menéndez. "La gente se puso de pie y estuvo cantando y cuando terminé me rodearon todos los medios. En ese momento yo ya me sentía ganador", confiesa.

Según cuenta además, en esa primera gala, no había pantallas dentro del Miller, por lo que la reacción del público era el mayor medidor. "Sabíamos por los aplausos quien había gustado más", recuerda quien asegura que el ambiente que hubo en el backstage era muy familiar. "Fue algo de lo más divertido", asegura mientras sonríe, probablemente, al evocar cómo fueron las horas previas a la coronación. Sobre ese momento también guarda algunas anécdotas. "Yo pensaba que iba a ganar Fran, Drag Kisamba Ébola -que quedó segundo-, pero tanto a él como a Pío Drag ya los habían nombrado cuando un miembro del jurado anunció como ganador a otro participante, Drag Espacial, pero con la fantasía Heaven Metaformósis Cibernética, que era la mía". De manera que el otro concursante, que ya había llegado al inicio del escenario llorando de emoción, tuvo que darse la vuelta para dejar que Paco Medina le pusiera la banda blanca bordada con letras doradas, "como las que se ponen en las coronas de los muertos", a él. "Fue un orgullo que el premio, que incluía 200 pesetas de la época y un trofeo, me lo diese Paco y no Soria", asegura ante la notoria ausencia del entonces alcalde en el evento.

A partir de ahí fue un no parar. Y es que Menéndez se convirtió en una persona popular a la que visitaban en su trabajo para sacarse una foto o pedirle un autógrafo. "Lo único negativo de aquello es que muchos se creían en el derecho de poder opinar sobre mí", señala. Aún así, su victoria como Drag Heaven le abrió muchas puertas. Una de ellas, gracias precisamente al nombre que eligió sobre la marcha cuando se escribió en un concurso tras conocer su significado de la mano de un amigo que, como tantos, llevaba la palabra escrita en una camiseta de una de las discotecas más importantes de Londres. Quién le iba a decir a él que Heaven también abriría en la Isla y le llamaría para ser su relaciones públicas durante varios años en los que también combinó sus actuaciones con The Artemis Sisters. Una época que rememora con cariño a pesar de que hace mucho que todo aquello quedó atrás. "Yo ya no me dedico a esto", comenta el estilista, "pero siempre seré el primer drag que ganó la gala de esta ciudad".