A fuego lento, hip... tu miradaaa, hip"... "El talismán de tururuuu, tatataaa". Plaza de Santa Ana, exterior, día. Muy temprano. "¿Tú sabes guándo sale Rrrosana, Marcial?" Un cuerpo casi inerte, ataviado con un chaleco de flores y una peluca naranja, que atesora en su pelambrera toda clase de residuos extraños, se mueve perezosamente al escuchar su nombre. "Ahora sale, pera un poco hombre, toda la noche igual, con el fuego lento ya... Yossss, fuerte cruz, cristiano".

De repente, uno de los borrachitos se levanta de un respingo. No se han movido de allí desde el pregón, numantinos, impertérritos, aunque algo desubicados en el espacio-tiempo. "Mira Marcial, allí'rriba, sobre el Ayuntamiento, hay unas pibas... yosss parecen ángeles". Dando tumbos atraviesa la plaza y se dirige a las estatuas que coronan las Casas Consistoriales: "Asómateeee, asómate al balcón carita de azucenaaaaa". Para sus etílicos adentros piensa: "Serán el coro de Rrrosana, fijo que sí". Y sigue con la serenata: "Puonte tu mejor disfruaz y entra en el Carnavaaaaarrl, hip"... Pero nada. Morfeo le aplasta el sentido y cae como muerto, en un profundo sueño. Ya le dijo al del chino que aquel disfraz de girasol era pequeño para él, toda la noche quitándose el puñetero pétalo de la cara. Ahora parece más bien un crisantemo pocho gigante.

Al otro lado, Marcial abre el ojo derecho, y se regaña como recién salido de una cueva. "Arreeeeeee, condenado burro éste"... "Siete caballos van de Bonanzaaaaa, yihaaaaa"... "Tendrá hambre el animalito". Como puede se baja del perro de bronce y se pone delante con la mano abierta, como ofreciéndole un terrón de azúcar. "Ay Mería, que es un perro presa canario, con razón no pegaba a caminar, yassss"... "Sit, Toby, sit", ordena con aire castrense. "Lo tengo dominao al chucho, jeje".