Símbolos de la paz, pelos a lo afro adornados con pañuelos, pantalones de campana con coloridos estampados, chalecos de flecos y margaritas, muchas margaritas por todas partes. ¿Ha habido una marcha atrás en el tiempo hasta los años 60? ¿Tal vez es una convención hippie en plena capital grancanaria? Ninguna de las dos casas. Es el Carnaval del Flower Power que se celebra por todo lo alto en Vegueta en su primera jornada diurna en la que cientos de mascaritas se han colocado la peluca y las pestañas postizas para disfrutar de la fiesta. Tanto éxito tiene el evento que se celebra desde hace ya algunos años que este ni el nuevo presidente de los Estados Unidos ha querido perdérselo.

Y es que aunque no lo parezca, Donald Trump es un carnavalero, tanto, que para la ocasión ha decidido aplastarse un poco el tupé para intenar pasar desapercibido. Pero que va, es imposible, durante todo el día el chorreo de personas que le han pedido sacarse una foto con él ha sido continuo. Así lo cuenta entre risas Auri Maroto mientras su hermano Javier saca la banderita norteamericana para posar junto a uno de los numerosos fans que han aprovechado la para poder decir que tienen una foto con el hombre más poderoso del mundo, aunque sea carnavalera.

A Javier Maroto no le falta detalle ni en las cejas, que tambien son del rubio platino tan reconocible que caracteriza a Trump, pero en versión sintética. "La historia de este disfraz es larga", explica haciendo un esfuerzo por hablar español porque, obviamente, lo suyo como buen presidente de los EE.UU. es hablar en inglés y nada más. Todo se remonta a una visita que él y su mujer hicieron a Carolan en la que vieron un traje de Jackie Kennedy y "como en la toma de posesión Melania iba muy como ella", pues decidieron meterse en la piel del matrimonio que recién ha aterrizado en la Casa Blanca para el Carnaval de Día que se celebró ayer en el barrio histórico capitalino. "Pero al final mi mujer se ha dado de baja", cuenta, así que se ha ido tal cual, entrajetado y con su pin de la bandera estadounidense "near of the heart, siempre" con su hermana que este año va acorde con la alegoría. "No siempre lo hacemos así, porque por ejemplo la pasada edición vinimos de los personajes del Mago de Oz", explica mientras "Donald" continúa con su momento fama. Eso sí, del lema de las carnestolendas o no, ellos son unos fijos de la fiesta diurna.

Miriam Ortega y Miguel Benítez también son de los fieles a Vegueta cuando se celebra el Carnaval de Día. Esta vez, ambos han elegido enfundarse en la pie de espuma y tela de unos pulpos sancohados que, desde luego, no han perdido el buen color morado. "Fue idea suya", asegura ella mientras lo señala a él. Si bien ha sido el diseño de Rafael Déniz y su mujer Rosi Montesdeoca los que han logrado el efecto cefalópodo deseado que tanto furor está causando, a pesar de que ya la edición pasada dejaron el listón muy alto cuando se presentaron en el casco histórico vestido de Thermomix. "A mí lo que más me gusta de venir a quí es que me pidan fotos", confiesa Ortega entre risas. No porque adore la popularidad, sino porque para ella eso es síntoma de que "la gente valora la originalidad y el trabajo bien hecho". Y ellos no paran de superarse. "Rafael y Rosi nos dicen que cada vez se lo ponemos más difícil", aseguran divertidos quienes el día 4 de marzo se llevarán sus tentáculos para Tenerife a disfrutar de sus fiestas, porque, según cuentan, también les gusta muchísimo.

Por lo pronto van a nadar entre la marabunta de mascaritas que se han congregado en la zona donde, por primera vez, se ha cerrado el barranco del Guiniguada para la jarana y se han colocado casi una veintena de chiringuitos en los que pedir una copa se convierte en una misión que requiere de varias cosas: codos, para abrirse hueco entre el gentío; voz, para que te oiga el camarero entre la música que suena a todo volumen por los altavoces repartidos por el barrio y el murmullo colectivo; pulso, para no tirar las monedas y, lo que sería peor, las copas y, finalmente, paciencia para todo ello.

Y es que desde Triana ya se puede hacer la idea de lo que ocurre en el casco histórico de la ciudad donde caben pocas almas más y moverse entre las que ya están es como nadar a contracorriente a ratos. Por eso los pocos sitios con cierta distancia entre la peluca del vecino y la de uno están bien valorados y más si se va con niños. En uno de ellos se encuentra justamente Elisabet Solanas con su esposo Víctor España y la hija de este, Paula. Ellas ataviadas de originales hadas de la primavera con trajes que han creado a mano y él de abeja, que al fin y al cabo también tiene que ver con la temática. Eso sí, ya anuncia que para el año que viene la cosa será distinta, mucho más elaborada y dimensionada gracias a la armadura de robot que ya ha empezado a hacer para su mujer y para él. Habrá que esperar unos cuantos meses para ver cómo se desenvuelve con un disfraz "de dos metros de alto" en calles como Mendizábal o la Pelota donde ayer, la mejor opción era apostar por una indumentaria de alfiler.