Miss Venezuela se inclinó ante el retrovisor de una ambulancia para retocarse las bembas. Ayer cambió la apretada minifalda que lució en la cabalgata del Carnaval de La Magia y las criaturas fantásticas y apareció toda cerrada de negro desde los pies hasta la pamela con la que coronaba su metro noventa. Rafa, un venezolano que no ha faltado nunca al Entierro de la Sardina desde que llegó a Las Palmas hará unos quince años, acudió fiel a la cita y se mezcló con el cortejo de unas 12.000 viudas, plañideras y acompañantes que desfilaron junto al pescado a velocidad supersónica desde la piscina del Metropol hasta la playa de Las Canteras. Fue visto y no visto. La mayoría de jóvenes que animaron la cabalgata del sábado habían desaparecido del entierro, al que acudieron unas mascaritas más maduritas. Al cortejo no faltó ni la Reina del Carnal, Ana Suárez, ni el Drag Queen La Tullida ni la Gran Dama María Suaréz. Tampoco se perdió el desfile una amplia representación eclesial, compuesta de obispos, curas, monjas y demás congregaciones. Este año participaron por primera vez las Chicas de La Mantilla, pertenecientes a la Santa Hermandad de la Virgen Drag Sthelas, algunas de ellas tocadas con mantilla, que la Cuaresma ya llegó y la Semana Santa está a la vuelta de la esquina. Acudió menos gente que otros años, pero los que fueron no se arrepintieron y para muchos, la juerga se prolongó hasta la madrugada, aunque hoy haya que trabajar.

Tardó más en quemarse la sardina que las viudas y deudos en trocar los aspavientos y los lloros en risas y bailes. "En cuanto la entierren, yo me consuelo rápido", reconocía Inma.

El desfile discurrió tan rápido que antes de las diez el pescado ya había llegado a la playa. Decenas de viudas rubias, morenas, con bigote, con barba, gordas o flacas despidieron con dolor al pez de las bembas coloradas y, sobre todo, al Carnaval, que no volverá hasta el año que viene. Se acabó lo que se daba.

Rafa siempre había esperado a la Sardina en Santa Catalina, pero ayer se animó y acompañó al pez desde el principio. "Siempre hay una primera vez", decía mientras alababa el Carnaval capitalino, "uno de los mejores del mundo".

Un poco más allá, esperaban a que arrancara el desfile otras tres viudas, las amigas Catalina Sánchez, Alejandra Sanjuan y Josefina Moreno, que se corren toditos los carnavales, desde que empieza el pregón hasta que queman a la sardina en La Puntilla. Ni siquiera la lluvia, que ha incordiado bastante este año, ha impedido que ellas acudieran a todas las citas. Aunque desde hace unos años, ellas viven la cabalgata y el entierro como unas auténticas señoras: desde lo alto de una carroza. Ayer iban en la carroza anunciadora, la única del desfile. "Yo he vivido el Carnaval a pie y en carroza. Ahora tengo otra edad y prefiero la carroza. En la calle hay mucho niño", explica Catalina, a quien del Entierro de la Sardina le "gusta todo". Ayer andaba envenenada con la organización del Carnaval porque no le dejaron poner música en la carroza durante parte de la cabalgata del sábado. "Fue terrorífico. Precisamente el año en el que el Carnaval de Las Palmas ha sido nombrado fiesta de interés turístico nacional, no nos dejaron poner música hasta la Plaza de la Feria. Había muchísimos vecinos que se estaban quejando. No lo entiendo".

Pecadoras

Mientras Catalina lanzaba sus dardos, el Cura de los Carnavales la observaba a ella y al resto de mascaritas. "He venido a acompañar a las pecadoras que han venido a despedir a la sardina", explicaba muy serio con su sombrero de ala de cuervo y su sotana clásica.

Entre tanta viuda y tanto obispo, destacaban María Ángeles y Soraya, dos amigas de las pocas que acudieron de criaturas fantásticas. Mary Ángeles iba de Mujer Araña y Soraya, de Maléfica, o al revés. Ambas alababan la tranquilidad y el espíritu carnavalero más tradicional del entierro del pescado. "Es mucho más divertido y respetuoso que la cabalgata", destacaron estas mujeres que el sábado salieron espantadas de la otra cabalgata, porque les tocó en desgracia como vecinos "unos chicos que iban rompiendo todo lo que encontraban a su paso. Fue un desmadre. Hoy los más jovencitos están cansados y no vienen. Ayer nos dio mucha pena lo que vimos. Mi hijo se va a Tenerife por este tipo de cosas", aseguraba Mary Ángeles. A medida que avanzaba la cabalgata, que no empezó con mucha gente, se iban sumando las viudas, como Inma, Ángeles y otra amiga que iban a "llorarle a la sardina y a disfrutar del Carnaval". "Vamos a llorarle, pero a llorarle y a guardar un poco el luto, pero sólo unas horas", exclamaba Inma.

"Es que a Inma le cuesta guardar el luto. Falta una de nuestras amigas, es la peor de las viudas. Con decirte que ya está celebrando. Yo se lo voy a guardar de aquí hasta La Puntilla y luego ya lo pensaré. Después de quemarla ya somos mujeres libres otra vez", explicaba Ángeles muerta de risa.

"Mi sardinita la pobre, que se me fue hoy. Esto ya no hay quien lo arregle", exclamaba aspavientosa Delia, que se fue al duelo con su tía Esther. "En honor a la sardina nos echaremos unos bailes y la recordaremos con mucho cariño y la seguiremos recordando abajo en el Sur. Yo me consuelo pronto", admitía. De la Península vino expresamente a disfrutar del Carnaval el obispo Octavio y tampoco faltó al ritual del entierro, pese a que amaneció a las nueve, tras la cabalgata y el mogollón. En verdad amaneció a las seis de la tarde, tras dormir unas cuantas horas para poder aguantar la última noche de juerga.

Pobre sardinita

El joven sólo conservaba parte de la vestidura eclesiástica, pero tampoco es que le importara demasiado. Tampoco aclaró donde la perdió. "Siempre vengo todos los años de la Península y me estoy aquí dos o tres semanas. Me encanta este momento tan triste en que vamos a enterrar a la pobre sardinita. Tengo el disfraz destrozado, me falta un cacho", explicaba mientras enseñaba los pantalones al descubierto, porque el hábito sólo le cubría la parte de arriba. Suficiente, aseguraba.

De más lejos vino el soldado Paul, de la guardia real de Buckingham Palace, en Londres. Estaba encantando con "esta gente de la Gran Canaria" y para la ocasión se cambió el pantalón por una falda corta del mismo color negro y las botas por unas mini plataformas. "Vengo de Londres", aseguraba con un marcado acento inglés. "Su Majestad la Reina Madre me mandó al Carnaval de la Gran Canaria a participar con el público y la gente y estoy encantado. Gustar mucho mí, este Carnaval. Vendré otros años si mi reina madre me lo permite", decía mientras Álvaro, un chiquillo de nueve años lo miraba boquiabierto. Su madre, Conchi, que había llevado un ramo de pajaritos iluminados para la sardina, aseguraba que no ha faltado ni un solo año desde que nació al entierro. "A ninguno". resaltaba.

El desfile discurrió sin incidentes dignos de reseñar, salvo los desmayos y ataques de histerias de algunas viudas, que reaccionaron y pasaron página a su pena, nada más oír el sonido de los fuegos artificiales con los que se daba fin a la quema del pescado en la playa de Las Canteras. Además de la corte de lloronas de lágrimas de cocodrilo y otras criaturas fantásticas, participaron en la cabalgata la edila de Carnaval, Inmaculada Medina, la batucada Samba Isleña, la afilarmónica Los Nietos de Kika y las murgas ganadoras: Serenquenquenes, Nietos de Sary Mánchez, Trapasones, Despitadas y Twitty`s. Tampoco faltaron los personajes del Carnaval, entre ellos El Borrachito y El Escocés. Y se ausentó, por suerte, la lluvia. Y colorín colorado, esta Carnaval de la Magia se ha terminado.