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Cuartos de final, tercer partido - La contracrónica

El dolor de la jugada soñada

El Granca consiguió disfrutar de la última posesión del duelo para colarse en 'semis'

Kyle Kuric, escolta norteamericano del Granca, lanza ante la defensa del georgiano 'Toko' Shengelia. ACB MEDIA

Si el Granca hubiera dibujado una jugada final con la que llevarse el partido era esa. Cocinada con un robo, síntoma de la intensidad defensiva que requería el momento y labrada en ese hurto de Sasu Salin, la gran especialidad este año del equipo amarillo -acabó líder en ese apartado estadístico durante el curso regular, el Granca tenía la última posición. Los amarillos ajustaron el tiempo y el balón. La diferencia entre el reloj de posesión y el de partido se sostenía en unas décimas. El Gran Canaria tenía en jaque al Baskonia, todo un señor equipo.

McCalebb miraba en la bombilla delante de Shane Larkin. El de Nueva Orleans buscaba un movimiento, un corte, cualquier cosa. En el marcador 73-71. Las cuentas eran claras. Una canasta de dos empataba el partido; un lanzamiento de tres por dentro metía al Granca en semifinales de la Liga Endesa, un hito solo logrado una vez para el club grancanario, justo cuatro años atrás. El Granca, como un cometa, había orbitado durante cuatro temporadas seguidas por la ACB hasta regresar a Vitoria, completamente sincronizado . El 27 de mayo de 2013 había cruzado por primera vez el cielo del Buesa Arena hasta semifinales. Ayer, volvía a asomarse a Vitoria.

Y ahí, la historia transcurría en las manos de Bo McCalebb. Kuric, debajo del aro, salió en busca de la línea de 6,75; Pasecniks puso su pecho para cerrar el paso de Hanga y dejar al escolta de Evansville liberado. El balón estaba donde el Granca quería: en una posición relativamente cómoda, agarrado a su mejor tirador en toda la temporada (con un acierto desde el triple del 41%, marcada por una racha de 42 partidos seguidos anotando al menos un lanzamiento). Era la jugada.

Kyle Kuric marcó los tiempos para suspenderse en el aire y lanzar a canasta. Un tiro que Kuric ha ejecutado millones de veces desde que comenzó a tirar, con apenas dos años, en una canasta que le compraron sus abuelos. Esos tiros pasaron después del salón al porche de su casa, donde su padre clavó un tablero, y que se terminaron por pulir entre el Ritz Memorial High School y la universidad de Lousville.

El balón salió de su mano. Todo el Buesa Arena miraba. Oliver saltaba desde el banquillo y Luis Casimiro contenía la respiración, compartiendo ese sentimiento con el de miles de casas en Gran Canaria, que apuntaban a su televisor. Si entraba, el Granca estaba en semifinales. Lo contrario significaba el adiós a la temporada. Así de simple.

Pero el aro del Buesa Arena escupió el balón contra la parte superior del tablero. En la caída, la fortuna esquivó al Granca. Ese pedazo de cuero se la jugó. Porque el balón no rozó la red y se marchó a las manos de Larkin, que consumió el tiempo en pista. El Granca ponía su punto final a la temporada 2016-2017, esa que empezó con el primer título del club en la Supercopa, precisamente conquistada en Vitoria.

La jugada era la soñada excepto por su final. El Granca se había ganado a pulso depender de sí mismo para entrar en las semifinales. Ni siquiera las concesiones que había ofrecido el cuadro de Luis Casimiro bajo su aro durante parte del encuentro habían quitado ese derecho al Granca. Porque los 17 rebotes ofensivos de los vascos, sus 21 puntos en segunda oportunidad o los otros 11 que lograron al contraataque, habían logrado que el Herbalife se despegara del encuentro. El partido y las 'semis' estaban en sus manos.

Aquel tiro no entró y nunca lo hará. Un fallo que cierra una temporada donde el Granca volvió a codearse con los grandes, acostumbrado ya a ser uno más. Un error que deja en el aire muchas cuestiones, empezando por la propia configuración de un equipo cuyos pilares como el propio Kuric, el catedrático Oliver o el alma Báez acaban contrato. Un triple que con el tiempo podría trascender lo deportivo para fundirse con la emoción de una despedida sin vuelta atrás.

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