"LOVE", la última exposición temática de la Galería Nacional británica, que abrirá sus puertas el jueves hasta el 5 de octubre, explora cómo diversos artistas desde el siglo XV hasta la actualidad plasmaron ese sentimiento tan universal como cambiante.

Pasional, erótico o fraternal, el amor, una de las mayores emociones humanas, es un tema constante en la historia del arte, que ha hallado expresión tanto en las escenas bíblicas de los maestros clásicos como en las propuestas conceptuales de algunos artistas contemporáneos.

"La virgen de los claveles" (1506-07), del renacentista italiano Rafael, es una tierna estampa del amor materno, con una virgen que mira embelesada a su hijo al tiempo que éste observa cautivado las flores que ella le tiende.

Los claveles -"dianthus" o "flor de Dios" en griego- simbolizan el amor divino, un sentimiento omnipotente que también captura el "San Juanito y el cordero" (1660-63) del español Bartolomé Murillo.

"La muchacha ante el virginal" (sobre 1670) del neerlandés Johannes Vermeer, representa la fidelidad en el amor -la silla vacía aguarda al compañero, Cupido preside la estancia-, frente al "Cupido quejándose a Venus" (alrededor de 1525) de Cranach el Viejo, reflejo del amor erótico.

En esa obra, la diosa romana posa frente a un manzano en actitud seductora mientras su hijo, el dios de los enamorados, se lamenta al ser picado por abejas, en alusión al dolor que puede causar ese tipo de amor, "intenso pero pasajero, como el sabor de la miel", según la comisaria de la exposición, Lois Oliver.

"Nosotros dos chicos siempre juntos" (1961), del británico David Hockney, que toma prestado el título de un poema del estadounidense Walt Whitman, celebra el amor homosexual, en una época en la que la homosexualidad aún era ilegal en el Reino Unido.

"La merienda" (1785-90) de Francisco de Goya, en la que una pareja que ha bebido demasiado se ve abordada por un grupo de majos que la cortejan a ella, "podría ser un advertencia a las infantas de los peligros del alcohol", señala Oliver, al tiempo que "El banquete de Cleopatra", de Tiépolo, recrea el épico romance entre la reina egipcia y el romano Marco Antonio.

El amor que hiere encuentra su espacio en "A los que sufren por amor (Ya estoy bien)" (2001-5), de la británica Tracey Amin, un poema escrito al revés sobre una tela con rosas bordadas en el que la artista habla de un sentimiento que puede dejarte insensible.

La escultura "Beso" (2001), de Marc Quinn, en la que una pareja de discapacitados -ella manca, el con los brazos demasiado cortos- se besa en la desnudez, pretende mostrar otras caras de la pasión.

Esa naturaleza del amor como sentimiento común pero también único e intransferible queda encapsulada en la obra de Yoko Ono, "Pieza secreta", del 2007: un lienzo en blanco en el que los visitantes pueden colgar mensajes o fotos de sus seres queridos.

Con sólo treinta obras, "LOVE" es una exposición pequeña -o íntima, según se mire- para un tema enorme, pero, como dice Oliver, logra uno de sus principales objetivos, "que la gente salga pensando en cuánto amor tiene en su vida".