Cuando Barricada destape esta noche su particular caja de los truenos en Arrecife (Lanzarote) un temblor recorrerá Canarias. Enrique Villareal, el Drogas, voz y bajo desgarrado de la banda, anuncia un infierno de sonido, un volcán desatado casi trescientos años después de que la tierra se abriera de pronto en Lanzarote para vomitar fuego y dibujar paisajes propios del averno. "Prometemos sangre, sudor y lágrimas. Va a ser a saco, saldremos a por todas, a muerte, como si fuera la última vez..." Nunca ha sido hombre de medias tintas.

Este icono del rocanrol nacional recala en las Islas dentro de su gira con motivo de los veinticinco años que llevan incendiando carreteras, escenarios y conciencias. Tras Arrecife llegarán Las Palmas de Gran Canaria (16 de octubre) y La Laguna (día 18), los tres conciertos dentro de la programación de Dorada en Vivo 2008. "Vivimos por esto y para esto, de lo contrario no sabríamos qué hacer con nuestras vidas", reflexiona Villarreal al ser interrogado sobre las motivaciones que encuentran para continuar asomados al abismo del directo.

Este músico prefiere pensar que no son malos tiempos para el rocanrol ni para la poesía. Cuestión aparte es que estos ríos encuentren cauces adecuados para fluir y llegar al gran océano del público. "Hay cantidad de grupos que están haciendo cosas interesantes. El problema es que lo tienen muy complicado porque no hay un circuito de locales para enseñar lo que estás haciendo. En España un músico sigue estando considerado como si no fuera nada. En otros países te haces cincuenta actuaciones al año e incluso puedes cobrar el paro, pero aquí nada", señaló el artista en declaraciones a este diario.

Atinadamente, y a la hora de hablar de su cuarto de siglo subidos a la bicicleta, recuerda que "a un pintor nunca se le pregunta la edad que tiene cuando acaba un cuadro". "A estas alturas", confiesa, "lo principal que podemos seguir aportando es nuestra forma de ser". Palabra de clásicos.