Para el espectador asistir al montaje Barroco, desde hoy y hasta el domingo, en el teatro Cuyás se presenta como una oportunidad de "entrar en el teatro del tercer milenio". Así lo vendió ayer el director esloveno Tomaz Pandur, quien dijo que tras 20 años de carrera esta obra supone "un proyecto que sucede una vez en la vida, hecho con amor y realidad, y creado con las condiciones ideales", bajo la producción del Teatro Fernando Fernán-Gómez.

Y es que este director -que se acostó un día en Yugoslavia y se despertó con otro pasaporte- trabajó el montaje como un "laboratorio" de creación, donde se experimenta con el texto y las diferentes artes hasta exponer una recreación hecha por los actores y para los actores. "Es ahí donde está una nueva forma de ver y concebir el teatro", explicó.

Como materia primera, Barroco bebe de la novela del siglo XVIII Las amistades peligrosas, de Pierre Choderlos de Laclos, del Cuarteto, del dramaturgo Heiner Müller, y de textos de Darko Lukic y el propio Pandur. La obra transita en síntesis a través de los dos personajes del Vizconde Valmont (Asier Etxeandía) y la Marquesa de Merteuil (Blanca Portillo), encerrados en el tiempo y condenados a amarse eternamente.

Pese a sus otras relaciones -tríos y cuartetos-, el vínculo entre los dos protagonistas es irrompible y de alguna forma estar con otras personas supone cerrar más el vínculo entre los dos, una relación bastante feliz.

Pero esto es sólo el tapiz de un maravilloso intento por reinventar el teatro. Para Pandur, la obra busca entrar en un escenario y salir de lo convencional, convertir el teatro en un punto donde se reúne todas las artes. "En este proceso creativo entramos en un espacio abierto y sin límites porque somos nosotros quienes nos ponemos fronteras", sostiene el director, que agregó: "Barroco abre puertas para nosotros mismos y los espectadores".

Portillo, que se desdobla en dos personajes, apostilló la profunda carga de reflexión de la pieza. "Se espera siempre que lo que cuentan en un escenario sea digestivo, pero aquí [en Barroco] el espectador tiene que poner todo, debe pararse, respirar, pensar, buscar sus contestaciones y disfrutar de forma individual".

A su juicio, la obra respira un teatro donde se reúnen todos los elementos, todas las artes y formas de sentir. "Es una forma de abrir nuevos lenguajes, se pueden crear muchos lenguajes y hacer algo distinto", argumentó Portillo, sobre una obra que acaba la gira en la Isla. La actriz es todo pasión: "Nada de lo que ocurre sobre el escenario es mentira. Todo es verdad. Trasciende y hace sentir al espectador".

Ante tanto entusiasmo, Pandur atempera: "Creamos una posibilidad más de teatro, unimos la energía del espectáculo y la energía del espectador".