En el escenario le acompañan cinco cantantes de flamenco y diez músicos, entre los que había sudamericanos, españoles e ingleses, según explicó el propio Cortés, que debutó anoche y vuelve a actuar hoy en la Roundhouse londinense.

A la tradicional guitarra española o el cajón se suman instrumentos tan ajenos al flamenco como el violín, el violonchelo, la trompeta, el saxo o incluso el acordeón, en un montaje que fusionó ritmos árabes, latinos y el cante gitano.

"Soy el precursor de la fusión en España. Ahora ya es algo normal, pero yo comencé a hacerlo hace 20 años", subrayó Cortés en declaraciones a EFE.

La presencia de ingleses y de público de otras nacionalidades en el Roundhouse, un centro cultural situado en el barrio de Camden que suele albergar montajes originales y creativos, no fue óbice para que se escucharan anoche continuamente gritos de "guapo", "olé" y similares.

Cortés se arrancó en inglés para dirigirse a los asistentes, no sin antes advertir que su nivel en esta lengua es "horrible", a quienes agradeció su presencia.

El espectáculo intercaló los taconeos de Cortés en el escenario con la actuación del resto de cantantes y músicos, quienes fueron los verdaderos protagonistas del final de la noche debido a que varios de ellos también se animaron a mostrar sus habilidades como bailaores.

"Estoy contento, me hubiera sentado fatal que no hubiera gustado la actuación", señaló Cortés, quien recordó que no es la primera vez que actúa en la capital británica y que habitualmente lo hace en el Royal Albert Hall.

El escenario, en forma de T, permitió al bailaor acercarse a su público, en una sala conformada de tal forma que la mayor parte de los asistentes vieron el espectáculo de pie.

Uno de los momentos cumbre del montaje se produjo cuando el artista pidió silencio e iluminado por un haz de luz blanca y con el único acompañamiento del chasquido de sus dedos comenzó un emotivo taconeo que culminó con la ovación del público.

Por momentos el espectáculo también recordó a la liturgia taurina, algo que se vio reflejado perfectamente cuando uno de los cantaores le gritó a Cortés "por la puerta grande, maestro".

El bailaor, quien se cambió tres veces de ropa y utilizó en todos los casos tonos oscuros, dedicó la actuación de ayer a su madre, recientemente fallecida.

El montaje tiene una duración aproximada de 90 minutos y se representa hoy por última vez en el mismo escenario.