Han pasado tres años desde que Germán López decidiera continuar el surco labrado por su maestro y amigo José Antonio Ramos. Entre el primario Timplíssimo, un disco de descarada fusión de corte jazzístico con el timple de por medio, a este último Silencio roto han pasado muchísimas cosas, entre ellas el fallecimiento de Ramos hace casi dos años.

La madurez del músico grancanario de 27 años es una realidad que muy pocos discuten, y en ese envite por forjar un estilo propio brega ahora en otras latitudes musicales, entre tanganillos, sorondongos, malagueñas y folias con el pie cambiado, ambientaciones célticas y flamencas, y sin perder de vista los aromas latinos, el blues y el jazz.

El disco ha tenido de mentor y productor al saxofonista Andreas Prittwitz, a su vez productor y colaborador habitual de José Antonio Ramos. El próximo viernes, este joven criado en Artenara que desde los cinco años comenzó a trastear con el timple a la sombra del creador de Los cuatro gigantes, Puntales, Jeito o el póstumo Very JAR, presenta a su nueva criatura en el Auditorio de Teror, a las 20.30 horas. La próxima semana hará lo propio en el Café Central en Madrid.

Con López, el timple se ha recuperado de la afonía. El músico bromea cuando se le cuestiona por el título de su segundo trabajo. "Lo de Silencio roto puede dar a entender eso, y me gusta esa ambigüedad en estos casos y que cada uno haga la interpretación que le parezca", afirma. El resultado del disco "es excelente", dice sin rubor alguno, y no sólo por el repertorio, sino por la grata experiencia de trabajar con Prittwitz y el equipo de músicos que reclutó para el proyecto.

Silencio roto es un paso al frente en la carrera de Germán López. El cambio de registro lo delata. "Existen diferencias muy importantes respecto al primer disco. Se hizo con una misma banda y da una homogeneidad en cuanto a sonido y concepto". La mano de Andreas Prittwitz ha sido determinante, en lo técnico y en lo humano. Según cuenta el timplista, "Andreas ha aportado calidad al sonido, es un disco muy acústico sin ningún elemento eléctrico, con piano de cola, contrabajo, timple tocado de una manera muy sutil, y se ha conseguido una frescura tremenda, las improvisaciones, ya que los músicos hacen posible que cada pieza sea única".

El segundo corte del disco es el que da título al segundo álbum, y en él Germán López traba un diálogo muy evocador entre timple y piano que traza un paralelismo con las composiciones que José Antonio Ramos hizo con Polo Ortí. "No fue algo premeditado", asegura López.

EVOLUCIÓN. En estos últimos años el timplista ha cruzado su pulso con músicos como Totoyo Millares o Pancho Amat, además de participar en el homenaje que se hizo a José Antonio Ramos. Todo ello le permitió "entrar en contacto con una nueva realidad sonora y supongo que todo esto hace que la vida evolucione".

La huella de Ramos sigue muy presente en su vida. "Como todo, esto tiene un lado positivo y uno negativo, esas comparaciones suponen un privilegio tremendo, una responsabilidad y hasta una cierta carga, pero procuro no hacer mucho caso. Hace tiempo que decidí ser músico y ahora estoy buscándome la vida y mi camino. Y por supuesto, la figura de José Antonio es muy importante en mi vida, y es algo de lo que estoy orgulloso. Si continúo su camino, el tiempo lo dirá. Él fue la referencia a seguir, un profesor e ídolo que ha desaparecido de mi vida y la primera sensación que provoca es la de naufragio. Mi objetivo es el que tenía José: llevar el timple lo más lejos posible".