- El título de su nuevo trabajo parece una reflexión filosófica hacia lo realmente importante en una sociedad superficial o puramente materialista.

- Sí. El título alude a que no debemos resignarnos ante la realidad que nos rodea por más que ésta parezca inalterable, y alude además a la inquietud que produce un destino caprichoso. A veces uno piensa que se dedica a actividades que poco tienen que ver con la vida que soñamos para nosotros, porque a veces la vida no es más que un simulacro de lo real, y ahí la idea de no cruzarnos de brazos ante lo que nos rodea. Vivimos entregados al trabajo en cuerpo y alma por el miedo a perderlo y por eso hemos incluso cedido derechos fundamentales. Por otro lado, son 15 canciones que recogen mi experiencias en estos últimos tiempos, que son de crisis en muchísimos aspectos.

- ¿Y en el terreno musical?

- Es un disco que trata de tener una visión correcta hacia la canción de autor primigenia, hacia la de los cantautores norteamericanos. Incluye una tímbrica muy particular formada por instrumentos como violines, mandolinas y muchas acústicas. Las canciones están muy inspirada en la música de gente como Woody Guthrie o Peter Seeger.

- Entonces, ¿se trata de una apertura a un sonido más anglosajón, quizás, con respecto a anteriores trabajos suyos?

- Sí, aunque sin perder mis raíces primigenias. Uno trata de aportar nuevas cosas a su carrera y, en este sentido, hay alguna que otra referencia a la música norteamericana, porque también hay un aroma crooner cercano a gente como James Taylor. Quizás me apetecía investigar más que con trabajos anteriores. También está coproducido por un guitarrista que se ha forjado en Berklee y tenía también claras esas referencias. Hay que indicar esa figura del cantautor comprometido que viene de Estados Unidos y muchas veces tenemos una visión distorsionada acerca de sus figuras, ya que muchos, por sus ideas, tuvieron problemas con la justicia y muchos acabaron en la cárcel.

- La portada parece sacada de un disco de Broadway realizada en los años cincuenta.

- La portada es un fotomontaje de lo que era el videoclip. Y lo que hacemos en el escenario es reiterar esa estética porque uno busca una línea argumental que, en esta ocasión, se desarrolla en un piso. Una estética retro algo causal.

- Es curioso, porque además, usted suele enfocar sus puestas en escena desde un punto de vista muy singular.

- Me gusta cada vez darles un carácter más teatral a los conciertos, a mis puestas en escena, ofrecer algo diferente. Me divierte mucho. Se trata de generar buen ambiente en directo y en ir a esa dirección. El escenario estará formado por un sofá rojo, un contestador, un salón vacío y las paredes de papel por las que se cuelan rumores de vecinos. Desde la calle nos preguntamos qué color tendrá la vida en esa casa lejana en la que habitan, suponemos, gente como nosotros, hombres y mujeres que sueñan futuros imperfectos.

- Antes hablaba de que atravesaba una crisis personal. ¿A qué se refería exactamente?

- Bueno. No he pasado por un momento de depresión, sino sólo me refería a los cambios a los que te lleva la vida. Los dramas cotidianos a los que nos enfrentamos siempre por la edad, que por más que uno se empeñe en ser un crío, uno tiene la edad que tiene, y eso es algo que ha marcado a nuestra generación, de que por más que nos pongamos las camisetas retro, no podemos anclarnos en el pasado.

- ¿Cuál es su diagnóstico sobre la situación de crisis en la que nos encontramos?

- Me preocupa que no hayamos entendido la crisis como una oportunidad para reformular las reglas del juego. En un principio parecía que se iba hacia esa dirección y recuerdo cuando los líderes mundiales hablaban de cosas que hasta entonces eran lógicas: la tasas, eliminar los paraísos fiscales, poner límites a los mercados, incluso controlar las primas y los sueldos de los ejecutivos. Todo ha quedado en agua de borrajas y se ha hecho más bien lo contrario. Dijeron que el origen del problema estaba en la codicia de unos pocos que han terminado pagando los de siempre, pero las medias las han hecho de forma que no creo que puedan contribuir a solucionar la crisis.

- Un ejemplo es la ley de reforma del mercado laboral.

- Tras el tremendo número de despidos que ha habido no sé por qué eso puede generar una mejora. La situación actual lo único que ha generado es un déficit democrático preocupante, porque ni siquiera los políticos pueden elegir su propio modelo, sino que tienen que ceder al chantaje del mercado, de que se asume unos costes mayores para los de siempre y para los que menos tienen que ver con el origen del problema. Se está por tanto desaprovechando una oportunidad de algo que apuntaba a una crisis por no saber dar respuestas por la clase política en general. Y la clase política parece al servicio de la clase empresarial que, no sólo no están pagando, sino que además están en contra de la ley.