E l origen del enigma se encierra entre las páginas 178-179 de Noticias de historia general de las Islas Canarias (1772-1773), en el capítulo XVIII, dedicado a Sus Embalsamamientos y Entierros, del historiador Viera y Clavijo. De ahí extracta el catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna Antonio Tejera Gaspar la siguiente cita: "Está en un cerro muy escarpado del Barranco de Herques, entre Arico y Güímar, en el país de Abona, y tan lleno de momias, que no se contaron más de mil...". Viera y Clavijo no hace otra cosa que relatar el descubrimiento de "un panteón excelente, cuyo apreciable monumento derrama mucha luz sobre esta parte de nuestra historia antigua".

¿Existió realmente esta enorme necrópolis de los guanches? Bajo este misterio se unen las firmas del citado Tejera, el novelista David Galloway y los historiadores Daniel García y J. Francisco Delgado en el libro La cueva de las mil momias, prologado por Alberto Vázquez Figueroa, y que anoche se presentó en Ámbito Cultural, en Las Palmas de Gran Canaria. La obra entraña la dificultad de que se presenta con una estructura novedosa, por no decir pionera, en España: una parte cubre la investigación sobre la supuesta tumba, con testimonios, además de un detallado estudio sobre el embalsamamiento en Canarias, mientras que una final está dedicada a la novela en sí. "Se puede empezar por el final y luego ir al principio", afirma Tejera Gaspar, que ve necesario "explicar la Historia de una manera que conecte con el gran público", agrega.

El paso de 250 años desde el supuesto hallazgo ni el avance de la arqueología han permitido, por ahora, encontrar la llamada cueva de las mil momias. Sin embargo, la investigación recogida en el libro avanza sobre un hipotético expolio protagonizado por naturalistas, y también por aventureros y comerciantes extranjeros que traficaban con momias. Entre los casos documentados, la depositada en el Museo Nacional de Antropología de Madrid, procedente de Tenerife, y otra llevada a París, al llamado Gabinete Real.

Un grabado de Charles Nicholas Cochin (1715-1790) realizado en 1791, reproducido en La cueva de las mil momias, ofrece la visión de la llegada de un extranjero a una gran cueva, donde es recibido por unos aborígenes. En la misma, hay numerosas momias apoyadas en el risco, y otras acostadas sobre soportes de madera. ¿Existía dicha cámara mortuoria, o sólo es el reflejo creativo de una leyenda? Un espacio tan escalofriante no ha aparecido, pero Tejera Gaspar deja claro la fuerte presencia de la momificación en la Islas, y la sabiduría con la que era practicada.