El desembarco en la capital tiene el tono épico que sus descendientes describen con una afirmación: desde la Cumbre, desde lo más alto de la Isla. De allí salió José Domingo Hernández Guerra, alumno del colegio San Agustín, catedrático, ayudante de Juan Negrín y autor con Severo Ochoa del manual conocido por los estudiantes como El Guerra, titulado Elementos de Bioquímica. ¿Una explicación? El esfuerzo de sus padres (tenderos, agricultores, maestros...), y el parentesco familiar de la madre, Jesús Guerra Marrero, con la madre de Juan Negrín, que procedía de Las Lagunetas, lugar de paso para todos los de Tejeda. José Domingo Hernández Guerra, que moriría de su hipertensión arterial mientras se abrochaba los zapatos, será una figura imprescindible en la edad de plata de la ciencia española.

De la trascendencia de su trabajo da prueba Carlos Corral Corral en su libro El doctor Juan Negrín y el Laboratorio de Fisiología de la Junta para la Ampliación de Estudios (1916-1936). El nieto del catedrático José María del Corral destaca: "Hernández Guerra era claramente 'el segundo' de Negrín en el Laboratorio de Fisiología, moriría el dos de octubre de 1932, lo que repercutiría sin duda en el funcionamiento del Laboratorio". París (con Gley), la Estación de Biológica del Colegio de Francia (con las aves del profesor Pezard), el Instituto Marey, Edimburgo y Berna fueron, entre otros, puntos claves de su enciclopédica formación científica.

Para la leyenda, una foto en un ejemplar de la revista Residencia. El año en curso es 1919 y se puede ver a un grupo de jóvenes que llevan a dos a hombros. Los protagonistas no son otros que José Domingo y Castro-Nuño, los primeros becarios de la Sociedad de Becas. En el grupo, detalla el pie de foto, está Luis Buñuel, entre otros.

Francisco y Manuel Hernández Guerra son los siguientes de la saga en llegar a la Residencia. El primero, becado en Burdeos por la Junta de Ampliación de Estudios, será jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital San Martín. "Sobre cómo impregnó su vida los años de la residencia, siempre contaba que Jiménez Fraud, el director, nunca recriminaba a la persona que tiraba una colilla al suelo, sino que la recogía. Esto impresionaba", afirma su hijo, el oftalmólogo Manuel Hernández González.

El pionero de las intervenciones de retina en la Isla escucharía a Stravinsky, a madame Curie y al descubridor de la tumba de Tutankamon. Francisco Hernández Guerra acudía al famoso café del Laboratorio, y oyó que Unamuno le preguntaba a Moreno Villa por el origen de los nenúfares de su cuadros.

El hijo de Manuel Hernández Guerra, José Domingo Hernández Mayor, farmacéutico como su padre, cuenta, según el relato de su progenitor, que Lorca se enteró que el arrorró era la canción de cuna de las Islas gracias a los canarios. "Fue durante una conferencia que dada sobre el tema. Lo preguntó en voz alta". Otro de sus recuerdos es la impresión por la marcha de Arrupe, estudiante como ellos, a los jesuitas, a los que llegaría a liderar. Negrín al saberlo dijo: "Será un buen jesuita".