El expediente 32/1497 certifica que el médico e investigador Pedro de la Barreda Espinosa, hijo del último alcalde de Valverde como municipio único de El Hierro, sufre un proceso de depuración. Llega a la Residencia de Estudiantes alrededor de 1927, tras cursar el primer año de Medicina en La Laguna. En la Facultad de San Carlos recibirá clases del catedrático Negrín, quien lo recomienda para la institución de la Colina de los Chopos. El futuro ministro y presidente será su mejor amigo y quien lo introduce en la práctica científica a través de su famoso Laboratorio de Fisiología.

En 1930 se convierte en uno de los pensionados de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), con una beca para estar durante tres años en Alemania con Thannhauser. En 1935 presenta la tesis doctoral y obtiene la calificación de sobresaliente por su "diagnóstico de las cargas perorales de colesterina". Pedro de la Barreda trabajaba estrechamente con el investigador Jiménez Díaz, que en 1936 le había ofrecido en su Instituto de Investigaciones Médicas de la nueva Facultad de Medicina el cargo de responsable de la sección de Metabolismo Celular. Estalla la guerra civil.

El conflicto bélico tira las probetas por los suelos y convierte la recién construida Facultad de Medicina (Negrín supervisó su edificación como responsable de la Junta de Construcción) en trinchera y escondite de tropas. Pedro de la Barreda es destinado como médico del Cuerpo de Carabineros a un hospital de Valencia, aunque antes estuvo en el hospital de Chamartín con Jiménez Díaz, su protector para los terribles momentos que se avecinaban tras el fin de la guerra civil.

La amistad de De la Barreda con Negrín lo convierte en un objetivo estratégico de la depuración que se va a producir en el ámbito universitario. El abogado herreño Eligio Hernández, amigo de Pedro de la Barreda, afirma que la primera condena que recibió el médico por parte de los franquistas fue ir a picar piedras al Valle de los Caídos. Seguidamente fue desterrado a El Burgo de Osma, en Soria, en Matamala de Almazán (apunta su familia), donde abre una consulta. El también ex fiscal general del Estado, admirador de Juan Negrín desde su juventud, fue en los setenta al encuentro de su paisano, en Madrid, en la Fundación Jiménez Díaz, para que le hablase del estadista socialista y de los años de la Segunda República. De la Barreda y él acabaron citándose todos los sábados para levantar poco a poco la lona de la memoria anestesiada.

"Negrín siempre quiso proteger a todos los que estaban cerca de su persona, y Pedro de la Barreda era uno de ellos. Al ver cómo se desarrollaba el conflicto, le pide a su compañero en la cátedra que abandone Madrid con su esposa y se vaya a Boston. Thannhauser, de origen judío, ante la evolución del nazismo, había decidido marcharse a EE UU. Él, por una serie de circunstancias, no atendió la invitación, lo cual, dados los hechos, sería determinante", afirma Eligio Hernández.

La etapa de Soria fue muy dura por las bajas temperaturas. Él y su esposa, Ángeles Melián Machado, vivían con la aspiración de retornar a Madrid. Tiene una clientela fiel, a la que le permite pagar hasta con los chorizos de la matanza. La experiencia en una provincia de posguerra se acaba con la oportunidad que le brinda, una vez más, Jiménez Díaz, que a partir de 1942 logra poner en marcha su Fundación tras superar los obstáculos franquistas. Trabaja por la mañana en la sala 30 del Hospital Provincial y por la tarde en el Instituto de Investigaciones. Los fines de semana vuelve a Soria, a su antigua clientela, para completar el sueldo.

Pese a sus intentos no pudo entrar en la nueva universidad pública española. Oposita una y otra vez a la cátedra de Patología Médica. El 12 de noviembre de 1956, en una clase en la Jiménez Díaz, pide silencio por la muerte en París de Negrín, "silenciado oficialmente".

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