Vicente Molina Foix (Elche, 1946) estuvo ayer en la capital grancanaria para presentar al público en los Multicines Monopol su segundo largometraje El dios de madera. El escritor, que acumula premios como el Nacional de Narrativa, Herralde, Salambó y Alfonso García Ramos, abunda en su nuevo proyecto en la gran pantalla, un relato sobre las relaciones humanas, la homosexualidad y la inmigración ilegal

- La película ha tardado en llegar a los cines desde que usted comenzó a perfilar el proyecto.

- Si, pero en el cine no es infrecuente. La ventaja que tengo es que en los atrasos o parones, desconecto y me pongo a escribir. Eso también pasó con Sagitario, y eso si fue peor. En este caso en 2006 se inició la producción y se paró. Fue favorable porque estaba a punto de terminar la novela El abrecartas, la pude terminar, y además me dio muchos premios y alegrías, y luego en 2008, se pudo retomar.

- La cinta parte de un relato suyo con una trama sobre los problemas emocionales ligados a la homosexualidad, y a la inmigración ilegal cuando no era un drama social de las dimensiones actuales.

- Es un relato de 1996 que volvió de nuevo a mí, una madre, un hijo y dos inmigrantes, y en verdad la inmigración era un fenómeno poco visible, que ahora es el gran fenómeno de esta sociedad, y es lo que anima las relaciones entre los personajes, no es un alegato porque creo que el arte no está para eso. Los escritores y los cineastas podemos dar una mirada sobre lo que nos preocupa, en este caso un cruce de miradas entre dos europeos, donde hay otros matices que presenta el racismo y la xenofobia, y eso es lo que buscaba, la mirada de la gente que está buscando una vida mejor y un acomodo en esta sociedad que no siempre es fácil. Hago historias de personajes, de contradicciones, y no hablo de buenos y de malos

- Usted dice que como escritor busca lo que exigiría como lector. ¿Aplica este principio al cine?

- Con otro lenguaje, hacer cine es complicado, y lo hago porque me gusta contar una historia con imágenes. Si pudiera hacerlo en una novela... Tampoco haría cine literario. El cine te permite trabajar con otras personas, y cuando escribo soy un dictador, sólo mando yo. El cine es un arte democrático, y me permite hacer lo que no me deja la literatura. Las mejores ocurrencias no son del director, son de los actores.

- ¿Se siente más cómodo que con la dinámica literaria?

- El cine tiene de estupendo que haces la película tres veces: el guión, rodaje y montaje. La literatura me fascina por el hecho de inventar en tu cabeza. Pero el cine es otra cosa, es difícil, duro, pero aporta una dimensión creativa que la literatura no da. Lo probé tardíamente, y me gustará hacer alguna otra, no diría que diez, pero otra por lo menos y seguir con los libros.