El escritor inglés Robert Louis Stevenson dijo una vez que "el turismo es el arte de la decepción". Casi se podría pensar que lo dijo después de ver la película The tourist de Florian Henckel von Donnersmarck, otrora director de la maravillosa La vida de los otros, pero me temo que no. Aunque de haberla visto, seguro que se hubiera reafirmado en sus palabras. Todo lo que a priori podía tener de cansino y rutinario el proyecto de Donnersmarck de llevar a Venecia el remake de la película francesa El secreto de Anthony Zimmer -que transcurría en Cannes-, se esfumó, paradójicamente, cuando entraron en la producción Angelina Jolie y Johnny Depp, dando paso a una tournée por hoteles de lujo, restaurantes y rutas turísticas donde sacarse la foto para la familia.

Lo primero que a uno le viene a la cabeza cuando ve The tourist -cuyo único misterio es por qué no habrán traducido en España el título original por El turista- es bueno, ya está, Angelina Jolie por fin ha rodado su película en Venecia. ¿Contentos? Pues no. Y no, no se trata de que el retrato de la ciudad de los canales que ofrece el cineasta alemán caiga en las previsibles postales turísticas. Sería absurdo exigirle a Donnersmarck algo más que la simple mirada del extranjero sobre una ciudad de la que sólo conoce su Festival de Cine. El problema radica en que no se haya currado una de esas películas rodadas en vacaciones en las que compensa sus circunstancias de director oscarizado con una tremenda eficacia narrativa y dramática.

The tourist, aunque pretenda lo contrario -que lo pretende- es un producto para pasar el rato, fácilmente olvidable a los cinco minutos de haber sido contemplado. Una película de consumo, concebida así de principio a fin. Por lo que realmente no debería extenderme demasiado sobre ella, porque el público, en general, no busca más que lo que ofrece en su superficie. Un héroe, el típico americano o americano medio (Johnny Depp); una heroína guapa, de belleza clásica -Angelina Jolie parece un cruce entre Jessica Rabbit y Capucine, la mítica protagonista de La gata negra- que está en la película, porque hacía falta, para que el héroe tuviese de quién enamorarse.

Sobre esta base argumental, The tourist deviene una serie de secuencias artificiosamente hilvanadas, que ni constituyen viñetas autosuficientes ni funcionan como componentes de una estructura dramática tradicional, con lo que el relato no solo no resulta coherente sino que acaba por perder interés. Se diría que por su empeño de abarcar toda la amplitud de registros del género, The tourist acaba por reducirse a un catálogo medroso de giros que nunca se concretan. La película se contempla desde una apática distancia y sin que las peripecias a que se ha abandonado la acción nos turben ni una mínima parte de lo que lo hacía El secreto de Anthony Zimmer, thriller con marcadas influencias hitchcockianas dirigido por Jérôme Salle.

Y ello, en buena parte, por culpa de un reparto escasamente convincente. El trabajo de Johnny Depp es muy desigual y junto a momentos (cómicos) brillantes, ofrece algunos realmente pésimos, amén de que Angelina Jolie firma el peor personaje de su carrera.

La verdad es que su emparejamiento no tiene ni de lejos la química del de Gustav von Aschenbach y el joven Tadzio en Muerte en Venecia, de Thomas Mann: "Nada hay más extraño ni más delicado que la relación entre personas que sólo se conocen de vista, que se encuentran y se observan cada día, a todas horas, y, no obstante, se ven obligadas, ya sea por convencionalismo social o por capricho propio, a fingir una indiferente extrañeza y a no intercambiar saludo ni palabra alguna. Entre ellas va surgiendo una curiosidad sobreexcitada e inquieta, la histeria resultante de una necesidad de conocimiento".