- Enhorabuena. Ha ganado usted el SWAB con la obra Zoom XXII, que es una obra pictórica, realizada con lápiz y acrílico sobre cartón. Representa la tapa de un bolígrafo corriente sobre un fondo neutro, casi en el vacío. ¿Le representa esta obra?

- Pues sí, porque es una obra que pertenece a una serie del mismo título, Zoom, y en la que llevo trabajando los últimos dos años. En este tiempo básicamente me he movido en dos series de obras: la ya citada, Zoom, que es dibujo, y la serie Macro, que es escultura. Y esta pieza concreta [Zoom XXII], en efecto, me representa pero en la medida en que puede hacerlo una obra de pequeño formato cuando las obras que hago son en general de formato medio o grande, digamos. Pero si tuviera que elegir un trabajo que representara lo que hago, quizás elegiría otro en el que se pudiera hacer una lectura de mayor complejidad de lo que realmente hago.

- ¿Y qué es exactamente lo que hace? Parece que hubiera de entrada un juego dialéctico entre realismo y abstracción...

- En realidad, el concepto de estas dos series, Zoom y Macro, al margen de que cada una de ellas lo escenifique de modo diferente -uno es la escultura, y el otro la pintura y el dibujo, que yo los trabajo como una única disciplina- es la perfección de la realidad en función de la escala.

- ¿A qué se refiere?

- Me refiero básicamente a la forma en la que la física del mundo condiciona a la hora de percibir lo que percibimos y cómo lo hacemos. Las escalas las tenemos directamente asociadas tanto con el tamaño que tienen los objetos en función del uso cotidiano que les dan como con la distancia que separa al observarlos. Cuando se rompe esa lógica de escalas -y esto es más evidente en la escultura, porque en el dibujo estamos más acostumbrados por su asociación con la fotografía- algo extraño pasa con esos objetos cotidianos; no sabemos si es que estamos más cerca, porque lo vemos más grande o que pasa...

- Es una operación de deslocalización, en cierto modo.

- Es colocar la lupa encima de un objeto para redimensionarlo y potenciar su riqueza visual. Esto nos permite redescubrir un objeto, sus rincones, de una manera que precisamente, por ser cotidianos, no estamos acostumbrados a ver, no reclaman la atención al ser de usar y tirar, digamos. Pero desde el momento en el que ponemos la lupa encima adquiere otro rango, que es el rango de obra de arte. Y pasamos a mirarlo desde otro punto de vista, con otra lógica. Y me interesa mucho ese juego dialéctico de la relación entre el objeto y el ser humano más allá del puro uso: en lo que el objeto es como elemento de análisis, de contemplación, de observación...

- Sí, porque, en efecto, en la relación sujeto-objeto se juega algo del orden de la mirada. Al mirar un objeto, en realidad uno es más bien mirado fantasmáticamente por ese objeto, que le devuelve así las proyecciones que uno hace en su mirar, ¿no?

- Sin duda, en mi trabajo, a pesar de que no hay una presencia humana explícita, la hay implícita, en el sentido precisamente de que el objeto tiene sentido en la medida en que hay un ser humano que lo ha creado, usado, desgastado. Lo humano que gira alrededor de los objetos cotidianos es lo que me interesa. Trato a los objetos cotidianos para hablar del ser humano de forma elíptica, por alusiones.

- Ahí parece cobrar su papel el cruce entre figuración y abstracción en su obra... No hay jerarquías para expresar lo real.

- Sin duda. Es que en esa [falsa] dualidad establecida entre la realidad y la abstracción hay cosas que se pierden, es una simplificación del discurso, que es mucho más complejo. Y, de la misma manera, hay un proceso mental que se pierde cuando se habla del realismo: se pierde el proceso mental de abstracción que hay tras toda obra realista... Trabajamos con imágenes mentales, por eso cada uno elabora su obra realista de forma diferente al resto, al igual que cada abstracto es diferente al resto. Esto es más fiel a lo que pasa en el arte.

- Sea como fuere, el uso de objetos cotidianos en el arte es ya un clásico. Claro que hay un largo sendero de matices. ¿Qué le diferencia del ready-made de Duchamp, del pop de Warhol o incluso del kitsch de Jeff Koons?

- Bueno, esas diferencias de matices ya están más allá de la pura elección del mundo de los objeto. En mi caso se produce una aproximación al objeto cotidiano como redescubrimiento de una realidad muy cercana y que, por cercana, es ignorada. Por otro lado, está la utilización del objeto como ente aislado, exento de contexto: en la escultura esto es bastante más evidente, por la propia tridimensionalidad, claro, pero en el dibujo hay en mi obra una apuesta por situarlo en una dimensión de vacío, donde no proyecta sombra, no se relaciona, y que es por lo que éste adquiere su dimensión de protagonista.

- Desde su desubicación.

- Sí. De hecho, lo que hago es retratos de objetos. Me dedico a tratar al objeto cotidiano con todo el respeto y el interés con los que se trata a un retrato humano. A mí no me interesa tanto esa aproximado al objeto como icono contemporáneo que hace el pop, casi fetichista. A mí me interesa la relación del ser humano con el objeto en su dimensión más universal y más atemporal.