Con una sugestiva relectura de La casa de Bernarda Alba en el Espacio Edificio Miller, prosiguieron el jueves las sesiones del Festival veraniego. Tribueñe Teatro ha entendido bien que el desfase del asunto -felizmente inconcebible en la sociedad actual- exige la mirada simbólica sobre un clásico de García Lorca cuyo mismo lenguaje ya suena redicho en esta tremebunda tragedia rural. La dramaturgia de la versión ideada por los directores Irina Kouberskaya y Hugo Pérez es un mixto del teatro de la crueldad (desaforada gestualidad, vocalización hipertrófica, elementos sado-maso) y la hibridación palabra-música que subraya atmósferas y sensaciones.

El discurso ya no es tanto el enfermizo deseo del varón y la subordinación femenina -ya fuera del tiempo y las costumbres- como la fuerza destructiva del poder que nadifica libertades y conciencias. Esta metáfora, perfectamente asimilable al original lorquiano, se despliega eficazmente a lo lago de la representación hasta desembocar en el suicidio. Los diferentes perfiles de la madre tiránica, las cinco hijas frustradas en la espera del hombre y la disputa de sus favores, las dos sirvientas con su pasado a cuestas, la abuela demenciada y el agobiante clima exterior articulado con la dictadura interna, diseñan la psicología de la relación señores-siervos y también la dialéctica autorrepresiva del miedo a la opinión ajena.

La escenificación es sumaria porque todo descansa en la potencia actoral y en la intensidad inductiva de la música, muy bien elegida (y menos bien proyectada a la sala), que en ocasiones provoca derivaciones irónicas en el gesto, las actitudes grupales y el trueque del movimiento en pasos de danza inspirada en la plástica medieval, tremendista o grotesca.

El conjunto de actrices consigue muy bien las imágenes de espejo deformante queridas por los directores. Carmen Rodríguez de la Pica hace una gran Bernarda, idónea en la voz y centrada en una encarnación tan valida para esta opción estética como para la convencional. Junto a ella, son impresionantes en muchos momentos la Angustias de Alejandra Navarro, la Martirio de Matilde Juárez -aterradora- la excelente Amelia de Ana Peiró y todos los personajes que incorporan Katarina y Natalia de Azcárate, Marina Valverde, Chelo Vivares, María Luisa García y Enriqueta Sancho, pluriverso femenino asfixiado entre la violencia pseudo ética de la madre y la invocación del varón invisible. Entregadas hasta la extenuación y la afonía, dan vida a una dramaturgia de monstruos, discutible o admirable según sea la perspectiva del espectador.

El Festival del Ayuntamiento, magníficamente programado y dirigido por Adela Martín, sigue despertando grandes ovaciones.