Es cierto que hubo fallos en la organización, largas esperas para adquirir las entradas, colas enormes para entrar y salir del Estadio, un retraso de casi una hora, y mucha paciencia para consumir en el único bar que había en la grada. Pero, más allá de especular sobre los elementos que habrían de corregirse en futuros espectáculos, Sting ofreció un concierto impecable, un show digno de una de las más rutilantes estrellas del momento.

La astucia e inteligencia del inglés para seguir acaparando la misma atención que hace treinta años y desprender el mismo carisma de entonces, se pudo comprobar en un espectáculo en el que el excantante de Police desprendía la garra de sus inicios, con una voz que conserva de forma intachable. Está claro que a un artista maduro le viene mejor una orquesta sinfónica para sus grandes éxitos, pero aunque todo sea una cuestión de gusto, y algunos prefieran mejor cómo sonaban unas canciones que otras, los veintitrés temas que el cantante interpretó el pasado miércoles en el Estadio de Gran Canaria fueron ejecutados de maravilla.

Con el handicap de tocar en un espacio abierto, en el que el sonido se dispersa de forma arbitraria, hubo algunos espectadores que argumentaron una debilidad sonora, pero el trabajo, tanto de los músicos como del artista no dejaban hueco para la crítica. En primer lugar, habría que felicitar la labor de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y las participaciones de sus solistas, arropando esas melodías que son parte de la historia de la música contemporánea.

Mención especial para las intervenciones de la violinista Mariana Abacioaie en el tema Fields of gold y del clarinetista Radovan Cavallín en Englishman in New York. Sting se dirigió en varias ocasiones al público en español, y se le veía cómodo y contento en su primera visita a Canarias. Por su parte, y en un detalle simpático, el guitarrista de la banda, Dominic Miller, encaraba su guitarra con los violines de la orquesta emulando el típico gesto rockero.

El concierto empezó a eso de las 22.15 con un Everything she does is magic con todo el aroma original de Police. A partir de ahí se produjo un vibrante repaso a su carrera en donde cada tema ofrecía un manto instrumental diferente. En la primera parte, destacaron las soberbias Roxanne, Straight to my heart o Russians y se despidió con la acelerada y casi punk Next to you.

La segunda parte, más lenta e intimista, tuvo sus momentos álgidos en Bourbon Street, King of pain y, cómo no, Everybreath you take, además de bises tan emblemáticos como Fragile. El concierto finalizó con Sting interpretando a la acústica el tema Message in a bottle.