Una gran carpa contiene la exposición Neolítico. De nómadas a sedentarios de la Obra Social La Caixa, que desde ayer hasta el próximo 26 de octubre se puede visitar en el parque capitalino.

La muestra, que es la continuación de la exposición La evolución del hombre, que la misma entidad trajo a la ciudad años atrás, se estructura en cinco ámbitos cronológicos que cuentan la evolución del hombre desde hace 13.000 años hasta hace 5.000 años.

"Los últimos nómadas cazadores y recolectores, pasando por las primeras prácticas agrícolas, la domesticación animal para la ganadería, el uso de la cerámica y la aparición y desarrollo de la escritura son la esencia de esta muestra", según explicó ayer Luis Reverter, secretario general de la Fundación La Caixa en la presentación.

"Esta exposición sirve para reflexionar sobre la rapidez y la instantaneidad en la que vivimos instalados en el mundo actual", afirmó Reverter, "y lo largos que fueron para el hombre de la Antigüedad los periodos evolutivos".

De tal forma que, tal como se puede recorrer en la exposición, "hasta hace 11.000 años no fuimos capaces de descubrir la agricultura. Este es el punto de partida de la exposición".

Neolítico. De nómadas a sedentarios reconstruye una cabaña rectangular del poblado de Jarmo, con el que se muestra uno de los primeros asentamientos en los que se criaban animales para su explotación y consumo. "Se trata de la primera vivienda que se construyó con idea de permanencia", explicó Luis Rerveter.

El recorrido didáctico de la muestra de La Caixa, instala- da gracias a la colaboración del Ayuntamiento capitalino, continúa por la innovación tecnológica que supuso la aparición de la cerámica, considerada la más relevante del periodo Neolítico.

Hace entre 9.000 y 6.000 años se integraron varios elementos para que apareciera un nuevo material. "Fue la primera ocasión en que no se producía una transformación de materia prima", explicó Rerveter.

Todas esas etapas evolutivas se cierran en la muestra con la referencia a las tablillas de arcilla de Uruk (Irak), los más antiguos ejemplos de escritura conocidos por el hombre.