Ahora sí, el Premio Nobel de Literatura 2011 se quedó en casa. El poeta sueco Tomas Tranströmer (Estocolmo, 1931) se hizo con el galardón, pese a que una supuesta web oficial de la Academia Sueca anunciase minutos antes del anuncio del premio que éste había recaído en el escritor y teórico del nacionalismo serbio radical Dobrica Cosic, cuya trayectoria literaria ha estado marcada por sus paradójicas actuaciones políticas durante la Segunda Guerra Mundial. Resuelto el entuerto, el galardón fue finalmente a parar a manos de Tranströmer, retirado de la vida pública desde 1990 a causa de un derrame cerebral que afectó a su capacidad de hablar. Aunque su nombre sonaba hacia años para el premio Nobel, la obra poética de Tranströmer relucía fuera de alcance "como la plata en casa de prestamista", como él mismo escribió en su libro de poemas La góndola fúnebre (1996), inédito en España.

Tranströmer se distingue de muchos otros poetas de su generación por su evasión de la realidad -fue acusado por poetas más jóvenes de darle la espalda a las cuestiones cruciales de su tiempo-, pero esto no significa que se oculte, puesto que escribe de su vida retirada, de sus experiencias e interpretaciones metafísicas de la naturaleza. "Despertar es un salto en paracaídas del sueño. / Libre del agobiante torbellino, se hunde / el viajero hacia la zona verde de la mañana. / Las cosas se encienden. Él percibe -en la vibrante / postura de la alondra- las oscilantes lámparas subterráneas / del poderoso sistema de las raíces de los árboles", escribe en Preludium, incluido en su libro El cielo a medio hacer, publicado por Nórdica Libros.

Lo que distingue su poesía, incluso de la mejor de sus paisanos -Artur Lundkvist, Harry Martinson y Erik Lindegren, fallecidos-y del resto del mundo, es la presencia de lo que sólo puede ser enunciado como pensamiento. Poeta vigoroso, Tranströmer no escribe tratados filosóficos en verso, pero cada uno de sus poemas produce la sensación de que considera, modela y presenta una idea, lo que resulta muy distinto de lo meramente lírico como algunos le han reprochado. No obstante, el pensamiento de Tranströmer no es pretenciosamente elevado o complicado, pero siempre está ahí: "En lento remolino ha subido el silencio / hasta aquí desde el centro del mundo, a enraizarse y crecer / y con frondosa copa sombrear la escalera del hombre, entibiada por el sol" (De Deshielo a mediodía). Un clásico sosegado. Sereno. Calmo. Eso es Tranströmer. Una lectura más que recomendable mientras se espera la inminente debacle del euro.