Como secuela de una clasificación arcaica de los bienes de primera necesidad, en el área de inversión cultural todo es más resbaladizo que en las restantes. También más contradictorio si comparamos el anuncio autonómico de rebajas presupuestarias del 60% en 2012 con el mantenimiento, incluso mejora, de presupuestos en algunas instituciones locales. Por ejemplo, el presidente del Cabildo de Gran Canaria se comprometió solemne y públicamente a no rebajar el año próximo un solo euro de los recursos insulares aportados a la Cultura por su corporación en 2010 y 2011, dos ejercicios de crisis probablemente más benigna que la del próximo, a juzgar por los presagios que nos agobian. Lo hizo Bravo de Laguna al presentar una iniciativa sencillamente magnífica, como es la de exhibir en las salas del Centro de Arte San Martín, a lo largo de seis meses, una parte de la colección que atesora el CAAM, hasta ahora oculta a todas las miradas salvo esporádicas, fugaces y muy pequeñas salidas para rellenar vacíos de programación. Los espacios del viejo hospital restaurados por Elsa Guerra y Joaquín Casariego proclaman con cada nueva propuesta su enorme potencial de "kunsthaus" multidisciplinar en una atmósfera bellamente canaria. Ahora podemos admirar grandes piezas contemporáneas que nunca antes habíamos visto, Y cuando acabe el medio año de esta muestra ocupará su lugar otra gran selección del tesoro.

El anterior gobierno del Cabildo y su presidente, José Miguel Pérez, tuvieron el coraje de invertir en la falsa ruina del San Martín, que es una maravilla a despecho de todas las críticas. La corporación que la precedió no se había atrevido a ello pese al deseo de instaurar en la capital de la Isla un auténtico Museo de Bellas Artes, estable y no temporal, definitivamente planeado para ofrecer a todos, isleños y visitantes, el testimonio integral de una creatividad artística, histórica y presente, que con frecuencia observamos más respetada en el exterior. A José Manuel Soria le llovieron críticas como obuses y seguimos sin Museo.

Si el CAAM pudiera mantener la línea de su fundador y primer director, Martín Chirino, esa carencia sería más llevadera pero no excluyente de la necesidad del Museo. Son respetables todas las objeciones que se quieran contra la estructura del museo clásico, pero las corrientes de opinión, incluso las más fundamentadas y dinámicas, no han logrado cerrar ni alterar los "viejos" museos, claves del equipamiento cultural de todas las grandes ciudades e instrumentos de conocimiento que no pueden suplir las muestras temporales. El gran Museo de Las Palmas sigue siendo necesidad de primer orden, y estas muestras del San Martín abren camino a una sensibilización cuyo fin ideal sería la concreción de esa pieza central que reúna y confiera organicidad a todo lo que ahora, oculto o no, sigue disperso y es, por tanto, ineficiente para consolidar como irrefutable la categoría señera de nuestro arte.