- ¿Ha cambiado su forma de trabajar con respecto a la Compañía Nacional de Teatro?

- La esencia es la misma. La única diferencia es que ahora no estamos representando a una institución, y no hay una serie de objetivos que nos marcan. Supongo que ahora somos más libres. Expresamos nuestra idea del teatro sin ningún tipo de acondicionamientos y en ese sentido siempre hemos sido muy directos con nuestro teatro. Por eso, para nosotros, esta es una etapa de libertad creativa y de dar un vuelco a la pandilla.

- Dentro de las comedias de Shakespeare, ¿en qué lugar de popularidad habría que situar a Noche de reyes?

- Estaría en una posición intermedia. No es tan conocida como Sueño de una noche de verano, pero tampoco de las que menos. Realmente, el teatro de Shakespeare lo ha puesto de moda el cine, con Kenneth Branagh, y esta obra no está entre las que se han adaptado, pero yo entiendo que es una de sus mejores comedias y que siempre ha estado bajo la sombra de Sueño de una noche de verano. Es de las que tienen una de sus estructuras más perfectas, y es de las que tienen que ver más con lo que somos ahora mismo. En este sentido, a mí me interesa mucho.

- ¿Se puede afirmar eso de un autor que roza la perfección en casi todas sus obras?

- Sí, porque estamos hablando de autores que dominan muchos géneros a la vez, con lo cual trabajan con un molde que dominan. Noche de reyes es una comedia romántica y fantástica. Y eso hace que no tenga nada que ver con ninguna tragedia, drama de honor, ni con otra comedia urbana de Shakespeare. Es otra cosa, con lo cual se permite el lujo de ser la mejor en todos los palos que toca.

- ¿Y por qué ha estado situada en un segundo plano?

- Porque siempre ha habido una jerarquía en las comedias de Shakespeare, siendo la más representada Sueño de una noche de verano, y luego hay otras detrás como Noche de reyes que son igual de estupendas, pero no son tan exóticas como aquella.

- ¿Cómo ha sido el trabajo de adaptación?

- Ha corrido a cargo de Yolanda Pallín cuya labor, como se ha podido ver en anteriores ocasiones, tiene que ver con nuestra idea de lo que es adaptar que consiste en atraer a nosotros la obra y transmitirla al público con mucha más facilidad. A mí hay una cosa que me cansa mucho de Shakespeare y es esa cosa de tenerlo lejos, de ser algo que no logras entenderlo del todo, y Shakespeare es un autor muy asequible. No es un texto para supereruditos, sino, más bien todo lo contrario, es un texto que debería paladear todo el mundo. Y esa es una de las grandes apuestas que hemos hecho.

- Sin embargo, la musicalidad que tiene el verso en inglés se pierde en la traducción.

- Sí, pero eso es algo inevitable y hasta los propios ingleses tienen esa pugna entre lo ortodoxo y la creación libre. Intentar traducir a Shakespeare en verso, con esas melodía y juegos de palabras es imposible. Por eso nosotros contamos con nuestra propia traductora que es Yolanda, y es la que exhibimos al público.

- Usted siempre busca nuevas lecturas en los clásicos.

- Los clásicos te dan mucha base para entender a los autores contemporáneos, y los clásicos son la mejor escuela que tenemos. Las épocas leen a los autores de forma diferente. Hay que tener en cuenta que Shakespeare estuvo durante siglos desaparecido hasta que los románticos lo recuperaron y nuestros ilustrados lo leían y les parecía un monstruo. Nosotros estamos releyendo unas cosas y reinterpretando otras.

- ¿Entonces resulta una obra especialmente accesible para el público en general?

- Sí porque es una de esas obras que, originalmente, están escritas para un público medio. No están hechas para el rey ni la corte, sino para público del teatro isabelino, que era gente del pueblo. Por eso, pensar que es difícil acceder a Shakespeare es no haber entendido nada. También ha habido interés durante mucho tiempo en considerar a determinadas cosas como muy elitistas, o que había que entender de teatro o arte para disfrutarlo, algo totalmente absurdo. Lo que el público tiene que hacer es sentir o no sentir, disfrutar o no disfrutar. Y no hay más allá.

- ¿Y no es una dificultad en cuanto que el público del siglo XVI estaba más acostumbrado al lenguaje y ritmo del verso que el de ahora?

- No, yo creo que lo que ha pasado es que han transcurrido 400 años y no se trata tanto de eso como de que la lengua de entonces no es la misma que la de ahora. Pero eso el público no lo va a encontrar porque hablamos de una adaptación hecha al público de nuestro tiempo. Esa barrera, por tanto, no la tenemos. Pero con Lope de Vega tampoco la teníamos ya que es un lenguaje muy llano. Los ingleses sí que la tienen con Shakespeare porque la diferencia es mucho mayor y el lenguaje ha evolucionado de manera muy distinta, pero en el nuestro no.

- ¿Cómo definiría brevemente este título?

- Un Shakespeare transparente en el que su humor llega directamente y no hace falta tener un doctorado para entenderlo. El día que haga falta eso, perderemos el teatro para siempre.

- Y se trata además de una adaptación recrea los años 20.

- Sí, nos hemos dejado empapar por lo que probablemente son las secuelas a muy largo plazo del teatro isabelino, que es el music-hall de los años 20, y a partir de ahí hemos hecho una relectura de Noche de reyes en la que hemos incluido muchas canciones, los personajes están muchas veces cantando y la música es algo básico para disfrutar del teatro.

- ¿Como una especie de Cabaret o El gran Gatsby?

- Sí, tiene algo de todo eso, con candilejas, un piano con ruedas que va corriendo por todo el escenario, una especie de timadores que son los que hacen las bromas al criado y personajes que tratan de sacarse dinero los unos a los otros, luego está el tema del amor, etc.

- ¿Y encuentra normal estos anacronismos en el teatro?

- Los anacronismos, y este tipo de juegos, son parte fundamental del teatro. Otra cosa es que los profesionales nos creamos más modernos y listos, pero tenemos toda la información al alcance de la mano.

- Como exdirector de la Compañía Nacional de Teatro, ¿cómo ve los recortes brutales que se hacen a la cultura?

- Yo tuve la suerte de estar en la institución cuando había dinero. Pero creo que hay dos maneras de mirar esta crisis. Por un lado, tratar de que no se caiga al suelo todo lo que se ha levantado durante tantos años, y que sería trágico que desaparecieran. Y por otro que este tipo de caldos siempre acaba beneficiando a la parte creativa porque todos terminamos utilizando la imaginación con menos presupuesto, y terminamos haciendo cosas, paradójicamente, de más calidad.