Llenando prácticamente el Paraninfo de la Universidad de LPGC, el público del concierto monográfico dedicado el jueves por el Vicerrectorado de Cultura a Laura Vega tributó a la compositora grancanaria un homenaje entusiasta. Cada una de las siete obras en programa y sus intérpretes recibieron en cada caso calurosos aplausos, pero la ovación final centrada en ella, con mucha gente puesta en pie, dio evidencia de una admiración que liquida los prejuicios contra la música contemporánea. Y no es para menos. Con todas las exigencias formales de su "militancia" en el siglo XXI, la música de esta creadora de 33 años tiene el secreto de la comunicatividad y estimula una atmósfera de identificación no mediatizada por la diferencia del gusto. En la entrega de la audiencia hubo diálogo intersubjetivo y, también, orgullo legítimo.

La vicerrectora Isabel Pascua quiso signar así la clausura del mandato del actual equipo electoral, y acertó de lleno. Comenzó el programa con El hombre que plantaba árboles II, para clarinete y guitarra, dedicado por la compositora a la memoria de su primer maestro, Francisco Brito. Laura Sánchez y José María Ramírez desgranaron un discurso a la vez íntimo y brillante que responde a vivencias personales sin menoscabo de la claridad y concentración de la escritura, dominadora de la técnica instrumental y de su expresividad combinada. José Luis Castillo interpretó después -magistralmente- los Tres preludios para piano dedicados a Rosario Álvarez, que diluyen con refinamiento y originalidad ecos lejanos de Chopin y Scriabin. Siguieron los Laberintos para clarinete y piano, música desolada y trágica que desarrolla sugerencias de un poema de Belinda Sánchez en una compleja caligrafía, traducida a la perfección por Saulo Guerra y Castillo. Cerró la primera parte A las puertas del mar, para clarinete, percusión y piano, un alarde de invención motívica en las nueve secciones inspiradas por un poema de Pedro García Cabrera. Los solos y las partes a trío interpretados por Laura Sánchez, David Hernández y Castillo recorren sugestivas facetas de saber instrumental y encuentran en cada instante la clave colorística que imagina Laura Vega en torno a las palabras extraídas del poema.

La segunda parte, toda ella con una orquesta de diecisiete arcos de élite dirigidos por Isabel Costes con musicalidad y técnica impecables, comenzó con el Pater Noster premiado en el Concurso Internacional de Música Sacra 'Fernando Rielo' de 2011. La fusión de dos coros de cámara, 'Ainur' y 'Eis Aiona', que dirigen Mariola Rodríguez y José Brito, cantaron con las cuerdas una polifonía severa y virtuosa, de muy difícil entonación por la extensa tesitura y, sobre todo, las arriesgadas fricciones interválicas. Los Poemas de Elvireta Escobio, encargados por María Orán (ambas presentes en el Paraninfo) tuvieron una gran lectura de la soprano Estefanía Perdomo por la sensibilidad y diversidad de emisión, el fraseo idóneo, los reguladores y filados que se apoyan en las texturas orquestales conseguidas por Costes. Finalmente, el movimiento lento del Concierto para piano In Paradisum, titulado Nubes que navegan apaciblemente hacia lo desconocido encontró de nuevo su mejor imagen en el sonido exquisito y la sabia articulación de José Luis Castillo, pianista del estreno en el Festival de Canarias 2010.

Concierto excepcional y clima insólito en el Paraninfo, rubricaron el respeto y el afecto ganados por Laura Vega con su música de primerísima calidad internacional.